"Cuántos pesos se necesitan para comprar dólares" es un interrogante usual de la población argentina. Se trata de un planteo razonable en la medida en que, por ejemplo, la suba de la cotización de la divisa origina un aumento generalizado de precios. Pero el problema no se extingue ahí. De forma periódica, el país se encuentra en una situación límite respecto al dólar. El faltante de divisas resulta ser un fenómeno que imposibilita el crecimiento.
En el costado productivo, la estructura económica argentina acusa altos niveles de dependencia del dólar para hacer frente a los insumos importados y mantener vivo el aparato productivo. Entre 2005 y 2021, el Producto Bruto Interno argentino creció a un ritmo anual promedio de 2,1 por ciento. En el mismo período, las importaciones aumentaron al 4,8 por ciento. Es decir que por cada punto porcentual de crecimiento económico, las importaciones subieron dos puntos. Por su parte, el incremento de las exportaciones estuvo en el orden del 3,9 por ciento anual, lo cual expone que el caudal exportador no alcanzó para sustentar las necesidades importadoras.
Si a lo anterior se le suma la fuga de capitales, el endeudamiento y un sistema bimonetario, está claro que el dólar pasa a ser una variable muy relevante en el andamiaje económico de la Argentina.
Por el lado financiero, la formación de activos externos del sector privado a diciembre del 2021 acumula un total de 362 mil millones de dólares. El 65 por ciento concierne a depósitos en cajas fuertes, cuentas offshore, “colchón”, cuentas de ahorro en dólares de bancos locales, billetes, activos reales y financieros en el exterior (bonos de deuda públicos y privados). Los activos externos en “blanco” ascienden a 16 mil millones de dólares. Ello implica que solamente 7 de cada 100 dólares forman parte del sistema financiero local y se encuentran disponibles para realizar transacciones con no residentes.
El volumen que adquiere la formación de activos externos equivale a la deuda pública nacional. De modo que dólares existen, pero a través de distintas formas de “fuga”, los mismos no se encuentran disponibles en el sistema financiero. La Argentina tiene capacidad para generarlos, pero su destino no está vinculado a la producción sino a la especulación y al ahorro dentro y fuera de las fronteras nacionales. Causales históricas, como devaluaciones y procesos inflacionarios recurrentes, abundan para explicar tal comportamiento.
Atender la urgencia
En la actual coyuntura, las autoridades económicas tratan de impedir una desvalorización brusca de la relación peso/dólar, lo cual es una de las condiciones necesarias para el doble objetivo de contener la inflación y crecer.
La reversión de las expectativas cambiarias e inflacionarias negativas requiere de dólares. Robustecer la cantidad de divisas en el corto plazo permitiría aplacar un escenario de mayor volatilidad. Estabilizar expectativas sobre el valor de “el precio de todos los precios” modificaría el estado de ánimo de productores y consumidores. Claro está que para transformar una idea sobre el futuro resulta necesario actuar en el presento concreto.
Actualmente, la relación entre reservas internacionales y Producto Bruto Interno es del 7 por ciento, un nivel bajo en base a las necesidades de la producción. Pero si se lo analiza respecto a la formación de activos externos, arroja una situación paradójica: dólares existen, pero faltan.
El equipo económico puso en marcha la siguiente serie de medidas que tienen como objetivo central aumentar el “caudal verde” en el corto plazo: 1) destrabar créditos pendientes con Organismos Financieros Internacionales, principalmente con el Banco Interamericano de Desarrollo; 2) entablar diálogos con el Fondo Monetario Internacional para dinamizar desembolso en función del cumplimiento de compromisos adquiridos previamente con aquel, es decir, deuda para pagar deuda; 3) controlar las operaciones de comercio exterior en materia de sobrefacturación de importaciones, subfacturación de exportaciones, contrabando y medidas cautelares; 4) establecer un tipo de cambio preferencial para estimular la liquidación de soja; 5) buscar inversiones extranjeras para la explotación de Vaca Muerta y 6) renegociar créditos con vencimientos en el corto plazo, ejemplo, Club de París.
Cada una de las acciones han tenido como meta despejar los nubarrones devaluatorios. El resultado positivo parcial se ve reflejado en la posición del BCRA respecto a la compra y venta de dólares, al pasar de vendedor a comprador de divisas. Las reservas internacionales se han incrementado pero la proyección no es demasiado promisoria. Para descartar toda expectativa devaluatoria y escalada de precios, el nivel de reservas internacionales debería ser más cuantioso. Es una meta inalcanzable si no existe en paralelo un fortalecimiento del peso argentino.
Pesos e inflación
La Argentina se encuentra inmersa en un caos monetario, en la medida en que una moneda foránea determina el rumbo macroeconómico en materia de crecimiento y precios. Si los dólares escasean no se puede crecer por la necesidad de insumos importados. A su vez, el faltante repercute en el aumento de precios, fruto de la devaluación del peso respecto al dólar.
Dólares existen, pero lo mismos no serán intercambiados por pesos argentinos hasta tanto la moneda nacional cumpla con uno de los requisitos prioritarios de funcionalidad, como es el de reserva de valor adquisitivo futuro. Con una proyección de inflación del 95 por ciento, es muy complicado que ello ocurra.
Si una de las causales de la inflación tiene origen cambiario, entonces es necesario apreciar el peso argentino para menguar la escalada alcista de precios. El primer paso para ello implica producir. Si no se generan bienes y servicios no habría nada que exportar, en consecuencia, no podría aumentarse la cantidad ofertada de dólares.
Producción y crecimiento
En el terreno de la producción, los datos son positivos. La tasa de desempleo es del 6,9 por ciento, la utilización de la capacidad instalada es 67,5 por ciento y el estimador de mensual de actividad económica crece al 6,4 por ciento. La Argentina se encamina al tercer año consecutivo de crecimiento del PIB.
En cuanto al aspecto cualitativo, el perfil exportador continúa centrado en mercancía vinculadas al sector agropecuario y extractivista. En el primer semestre del año, el 31 por ciento de las ventas externas correspondieron al sector oleaginoso; el 22 por ciento, al cerealero y un 10 por ciento, al petroquímico y petróleo, seguido del sector minero (6,5 por ciento) y bovino (6,4 por ciento).
Si bien el conflicto entre Ucrania y Rusia ha favorecido el precio de las exportaciones, la relación entre índices de precios de exportación e importación cayó un 1 por ciento. Es decir que la variación de los precios de las importaciones superó al de las exportaciones. Mutar el perfil exportador hacia mercancías de mayor valor es condición para nutrir a las reservas con un mayor volumen de dólares. La iniciativa de la industria del conocimiento parecería ser un camino de prosperidad en la generación de dólares.
Otro de los aspectos a ponderar para vigorizar la moneda nacional está relacionado con lo transaccional: todo contrato de compra-venta debe ser en pesos argentinos. La “fuga interna” de dólares resulta ser uno de los principales problemas de desvalorización monetaria e inflación.
Si para adquirir un departamento se necesitan dólares líquidos, cualquier persona estará obligada a cambiar pesos por dólares. El incremento de la oferta de pesos y el aumento de la demanda de dólares trae aparejado un desequilibrio en el mercado cambiario y monetario que termina repercutiendo en el índice inflacionario. La unidad monetaria transaccional deben ser pesos o algún activo financiero expresado en moneda nacional.
Los dólares deben utilizarse para producir. Concentrarlos en el tejido industrial permitirá aumentar la cantidad ofertada de bienes y servicios con agregado de valor, acrecentar las exportaciones, agrandar las reservas internacionales, apreciar el peso y reducir la inflación. Recién en esa instancia, la formación de activos externos, en cualquiera de sus formas, comenzará a transformarse en pesos.
* Miembro del Observatorio de Comercio Internacional (OCI). Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Luján.