Blonde - 4 PUNTOS
Estados Unidos, 2022
Dirección y guion: Andrew Dominik, sobre novela de Joyce Carol Oates
Fotografía: Chayse Irvin
Música: Nick Cave y Warren Ellis
Duración: 165 minutos
Intérpretes: Ana de Armas, Adrien Brody, Bobby Cannavale, Caspar Phillipson, Xavier Samuel, Evan Williams.
Estreno en Netflix.
Mal año para las biopics. Primero fue Elvis, que le daba voz al “malo” de la película, el “coronel” Tom Parker. Ahora le toca a Marilyn, que recibe del realizador Andrew Dominik un tratamiento semejante al de Cristo en La pasión de Cristo, de Mel Gibson. Si allí Jesús chorreaba sangre de una punta a otra del metraje, aquí el sex symbol más trágico de la historia del cine se la pasa llorando, sufriendo, haciendo gestos de dolor, siendo golpeada, violada, abusada, durante las casi tres horas que dura Blonde.
Basada en una biografía novelada de la reputada Joyce Carol Oates (biografía que ya había sido muy criticada en su momento), lo reprochable de Blonde no es que haga de Norma Jeane Baker el cordero ideal para el sacrificio mediático, público, hollywoodense y masculino, porque Marilyn fue en verdad todas esas cosas, sino que se regodee morbosamente con él, explotando la entrega de la protagonista Ana de Armas del mismo modo en que la maquinaria del éxito explotó a la rubia-ex castaña, hasta triturarla.
A los 5 minutos de película, la madre intenta ahogar a la pequeña Norma Jeane en la pileta del baño, y lo que viene de allí en más es una repetición al infinito de esa misma situación, protagonizada por distintos victimarios. Blonde respeta la linealidad tradicional del género biopic, comenzando con una Marilyn pre-Marilyn de 7 años, y terminando con el alma de Marilyn desprendiéndose de su cuerpo (literal: en el momento de la muerte el alma de Marlyn se desprende de su cuerpo), el 4 de agosto de 1962. La narración obviamente va a los saltos -de no ser así la película debería durar 36 años-, tomando como hitos la locura de su madre, cuando la pobre Norma Jeane es una niña aterrada de 7 años, y salta de allí a las fotos de pin-up girl que la convirtieron en objeto sexual de América, sus primeros papeles en Hollywood, la consagración con Niágara (1952) y luego, Los caballeros las prefieren rubias (1953), La comezón del séptimo año (1955), Una eva y dos Adanes (1959) y finalmente la caída definitiva.
Ese es el recorrido de Marilyn, la mayor bomba sexual de la historia del espectáculo. Imbricado con él, el guion escrito por el propio Dominik narra la sufrida vida privada y sentimental de Norma Jeane, que empieza con una violación, la del primer productor al que va a ver, y sigue con un trío imaginario e innecesario, que ocupa unos buenos 20 minutos de película, un aborto “producido” por los ejecutivos de Hollywood, la relación con la estrella del béisbol Joe Di Maggio (que la celaba y le pegaba), luego con el drmaturgo Arthur Miller y finalmente una fellatio al presidente Kennedy. Y el sufrimiento ante cada estreno, cuando recibe las ovaciones trémula, temblando y queriendo huir de la sala. “Salió linda en esta foto”, dice Marilyn de Marilyn, después de verse (de ver a la otra) en la tapa de una revista.
Dominik es uno de esos realizadores que antes que narrar la vida de una persona buscan lucirse ellos, multiplicando ciertos “alardes de estilo” que son de pésimo gusto estético. Algunos de ellos: el fundido encadenado que pasa de un firmamento lleno de estrellas a una placa de microscopio llena de ¡espermatozoides!, el feto de Marilyn mostrado repetidamente para recordarnos que la chica está embarazada, una ¡subjetiva vaginal! en la escena del aborto forzado, un orgasmo de Marilyn mientras en pantalla rompen las cataratas del Niágara y la fellatio a JFK, con un televisor de fondo mostrando la escena de El día que paralizaron la Tierra en que los platos voladores derriban ¡el obelisco de Washington!
La ciudadana Baker tiene su Rosebud: el padre al que nunca conoció, cuya ausencia es lo que más la tortura (¿puede ser que le dijera “daddy” a cada uno de sus hombres?) y con respecto a quien la película imagina un acto de crueldad imaginaria e inimaginable, que termina por derrumbar a la pobre criatura. La labor de la cubana Ana de Armas es de una entrega extrema al papel, exprimida hasta la última lágrima por Dominik y con rumbo directo al Kodak Theatre, donde sin ninguna duda va a vérsela el 12 de marzo del año próximo, tal vez cantando “Los diamantes son el mejor amigo de una chica” o “I wanna be loved by you”.