Un 29 de septiembre de 1917 nacía en la ciudad de Salta Gustavo Leguizamón. El hijo de José María Leguizamón Todd y María Virginia Outes Tamayo asomó a la vida a las 11 y cinco minutos de la mañana, apenas despuntada la primavera y con los años se transformó en una figura emblemática e ineludible del mapa sonoro argentino, y también más allá.

Así, a 105 años de su llegada al mundo, el Cuchi sigue vigente, con la actualidad de los clásicos que el pueblo abraza de forma indiscutida. En este marco, su hijo Delfín Leguizamón revela: “Él mismo no terminó de descubrirse. Hay un solo disco donde entra a un estudio de grabación, canta, toca guitarra y el piano. Luego tiene participaciones con el Dúo Salteño y todas esas historias, también en De Usuahia a La Quiaca, de León Gieco. Además, sacamos ese disco de Europa, pero al Cuchi lo agobia entrar a un estudio de grabación para editar su obra“.

Con todo, Delfín coincide con el legado imperecedero de su padre y anticipa: “Nosotros tenemos un enorme concierto que vamos a poder publicar prontamente donde el Cuchi toca unas 40 piezas, muchas de ellas inéditas, muchas de las cuales nunca fueron interpretadas por el propio Cuchi. Es decir, que si queremos escuchar cómo el Cuchi Leguizamón tocaba Balderrama, no hay grabaciones de eso", como tampoco hay grabaciones de "cómo tocaba la introducción de alguna de las zambas notables”. Eso podrá apreciarse cuando se difunda este material.

En ese contexto, el tercer heredero del hacedor de La Pomeña y Ema Palermo, afirmó que el Cuchi “siempre es un continente a ser explorado, que convoca a los músicos que quieren decir algo. Más allá de toda esta historia, de lo que él hacía con sus grabaciones y demás, es fundamental una cuestión: el eje central de la música del Cuchi es la música. No es la música encasillada ni las ortopedias que validan la forma de la zamba, de la cueca y de la chacarera. Es música, universal. Así que el Cuchi Leguizamón no hace acordes de jazz, hace acordes de la música que son coincidentes con el jazz, pero fundamentalmente hace acordes de la música. Y desde ese mundo universal, se va a meter en el cuadrado específico de lo que es la zamba y la forma”.

Sobre el romance que el compositor estableció con el ritmo de los pañuelos, Delfín destacó: “El efecto que genera es que la zamba se hace un poco infinita. La zamba sigue siendo una zamba, se puede bailar en la pista sin ningún inconveniente, pero hace de ella una nueva expresión, tanto en su composición, en su concepto armónico, como es su desarrollo melódico y rítmico. Es allí, por ejemplo, donde mete la baguala en la zamba. Entonces en ese punto genera una ampliación de lo que es la forma de una zamba. De tal modo que encontramos una variación muy grande en la forma en la que el Cuchi piensa la zamba, lo que le da a todos los músicos la enorme libertad de un horizonte que se mueve. Es como en los ríos, uno no saben dónde está la orilla y dónde está el río, es un litoral que se va moviendo, pero que se marca perfectamente de una forma”.

Antes de avanzar con el diálogo y retratar a su padre, el hermano de Juan Martín, José María y Luis Leguizamón, reconoció: “La música del Cuchi tiene la impronta necesaria para pensar la música popular, no la excluye, y para pensar la música académica, no la excluye. En esa manera de concebir la música, junta tanto lo académico como lo popular y su expresión poética”.

--Esa manera innovadora, poética en la que el Cuchi pensaba la música, ¿se trasladaba a su vida, en su rol de padre, esposo, amigo, por ejemplo?

--El Cuchi era un padre-músico-poeta, un amigo-músico-poeta, un-músico-poeta, un profesor de Colegio Nacional que contaba la historia desde la poesía y con la musicalidad de su voz de su tono, de su manera de hablar, de referirse a cada uno de sus temas. Era un hombre que había hecho del arte una manera de vida. Al Dúo Salteño lo trabajó como la expresión artística, que invocaba su forma. El Cuchi todo lo que pensaba y tocaba, lo ponía en términos de arte, de poesía, tenía esa forma, esa manera de relacionarse con el mundo.

--Hasta hace unos años, había poesía suya inédita, ¿piensan darla a conocer en algún momento?

--Tenemos ahora este disco que es muy importante porque, como dice Santiago Giordano, también periodista de Página/12, el Cuchi va a volver a contarnos cómo él tocaba la zamba luego de miles y miles de interpretaciones. Después del disco, sí hay una gran cantidad de poemas con la que estamos pensando en armar una edición, pero para todo eso tiene que surgir la posibilidad de algún tipo de interés cultural y que estén los fondos. Si alguien quiere poner la plata, estamos totalmente dispuestos. Sería interesante editarlos y que salgan el año que viene.

--¿Cómo es su poesía?

--Es diferente a la que circuló en su ciclo, a poesía que escribía para sus obras, como la Zamba del carnaval, la Chacarera del expediente, la Zamba del mar. Por el lado de sus músicas, es una poesía totalmente libre de ataduras. No es una poesía criolla, sino universal, como la literatura que él consumía. Muchos de sus poemas tienen una condición de libre, al estilo de lo que podría ser el surrealismo o un montón de otras vertientes; muy personales, propias, de su momento histórico. No es la poesía gauchesca, no está decidido a eso, pero hay cuestiones que tienen que ver con la idea de una poesía universal. La temática de su poesía es hombre infinito.

La mayoría de la música del Cuchi tiene por letras las que él hacía, además de la poesía que está dentro de sus zambas, hay una gran cantidad que tocan el tema del ser humano, de la humanidad, del concepto de la vida y la muerte, sin que esté referida a la cuestión folklórica, en su poesía es mucho más libre por la temática. En la composición musical era totalmente libre, pero que quería tener una libertad dentro de la zamba. Lo primero que se va a editar va a ser el disco, estas grabaciones del concierto donde él repasa toda su obra. Todavía no hay nada concreto, las grabaciones están y estamos viendo cómo lo hacemos para poder pagar el disco. Cuando tengamos precisiones, las anunciaremos con bombos y platillos. También el libro de poemas. Hay varios proyectos.

--Mencionabas antes al Dúo Salteño, ¿Cómo describirías su labor con Chacho Echenique y Patricio Jiménez?

--Era un trabajador muy dedicado. El trabajo con la música era la respuesta a todos los interrogantes que él se formulaba, desde para qué hacer arte, por qué el arte. Para él, el arte no era una consecuencia cualquiera. Hacer arte era una cosa muy seria, pero no en el sentido de lo intocable, sino al contrario: cómo hacer que el arte sea una verdadera expresión popular, artística y producto de una identidad popular. 

En ese punto, el Dúo Salteño trabajó con el Cuchi, soportó trabajar con el Cuchi, porque no era fácil trabajar bajo la mirada musical del Cuchi, que tenía una mirada muy particular y muy consistente en lo que quería hacer. El Dúo tuvo el privilegio de estar a la altura, de ser parte de la obra del Cuchi. Eran dos tipos extraordinarios que tuvieron una dedicación absoluta y admirable y ellos mismos fueron entrañables hijos predilectos del Cuchi, porque pudo encontrar con ellos una manera de expresión que venía buscando y que en ellos se coaguló, en una historia asombrosa de música y compañerismo. El Cuchi nunca supuso, nunca pensó que iban a tener éxito. De hecho, el Dúo Salteño no tuvo el éxito que se merecía, tuvo el éxito a posteriori de lo que habían generado para el folclore: una marca nueva, absolutamente novedosa. Lástima que, luego, el Dúo no pudo seguir, seguir sin el Cuchi incluso. Hubiera sido bueno que pudieran continuar ese camino emprendido para la música popular.

--¿Hay algún recuerdo que quieras rescatar de tu padre?

--En una ocasión lo llamaron del Colegio de Abogados de Tucumán, para hacerle un homenaje al doctor Leguizamón. El Cuchi había abandonado la abogacía porque se dedicó a otra cosa que le pareció mucho más loable: vivir de la música. Como no lo podía hacer, porque la economía no daba, se dedicó a enseñar en el Colegio Nacional. Pero en aquella ocasión, en Tucumán, dijo que su risa llegó al cielo cuando se dio cuenta de que su música lo salvó de vivir de la discordia humana. Hermosa forma de pensarse él y de pensar lo que él quería. Se los dice además a los abogados, en el mismo lugar en el que le están haciendo un homenaje. Esa picardía es la picardía del Cuchi.

--¿Tenía una desilusión con la justicia, qué creés que opinaría hoy?

--No tenía una desilusión con la justicia, sino que entendía perfectamente dónde se alojaba la injusticia. Quizás de la justicia no diría nada, diría de la injusticia en la cual está inscripta la sociedad en este momento tan trágico para todos nosotros: una tragedia permanente de todo eso.

El Cuchi tenía una idea de la justicia y la llevaba adelante, en cada acto, en cada forma de tratarse. Por ejemplo, cuando salía con el Dúo Salteño, lo que cobraba lo repartía entre tres –una parte para Chacho, otra para Patricio y otra para él- y como los changos tenían pocas oportunidades de trabajo y él ya era el Cuchi Leguizamón, los invitaba a comer. Esa era la manera que el Cuchi tenía de entender la amistad y otras cosas.