Trillizas en una incubadora, un supuesto abandono, un supuesto padre y un sinnúmero de conjeturas sobre la madre y su intimidad abarcaron horas y horas de los programas centrales de la radio y la televisión.
Con un tratamiento mediático inadecuado y violatorio de los derechos de niñas, niños y adolescentes, muchos de los medios masivos de comunicación nuevamente nos demostraron qué lejos están de la ética y el respeto humano.
El supuesto “padre” de las trillizas, el señor Alejandro Bidegain, dio decenas de entrevistas, podíamos hacer zaping y no errarle: él iba a aparecer siempre allí, diciéndole a quien le pusiera un micrófono que “me voy a hacer el ADN”.
Por otro lado, en los medios se ventilaba el detalle pormenorizado de la historia clínica de la madre, situaciones íntimas de la familia, conjeturas sobre la situación legal de sus otros hijos, las particularidades del parto, de la salud de las trillizas y los datos del sinnúmero de personas dispuestas a adoptarlas, entre otras cuestiones.
Las tres niñas están muy delicadas de salud, son frágiles, nacieron en una situación de extrema vulnerabilidad social, aún no pudieron salir de los cuidados intensivos y ya son víctimas de la inescrupulosidad mediática.
¿Qué se puede hacer ante tanta desmesura?
Hace pocos días estábamos hablando de lo horroroso que es el segmento de los bebés que gatean por un pañal en el programa de Susana Giménez y hoy asistimos al escrache de tres niñas indefensas. Nadie se toma un minuto para pensar que las asiste la ley y que tienen derechos. Derecho a que su imagen no sea utilizada para menoscabarlas, a su integridad física, a que se preserve su identidad, derecho a la salud y por sobre todas las cosas, a tener una familia.
Porque también se especuló durante toda la jornada sobre una “adopción” y para sostener esta cuestión hubo conjeturas sobre la “aptitud” de esa madre para ejercer su función y si la familia es la adecuada. Y nuevamente surgieron las “dificultades, tardanzas y burocracia” que tienen que enfrentar los futuros adoptantes para concretar el sueño de ser padres. Siempre puesto el foco en la necesidad de los adultos y no desde la perspectiva de derechos de las niñas.
No le faltó casi nada a este sainete mediático: ni los opinólogos, ni las pruebas de paternidad, ni el sensacionalismo. Lo que sí faltó fue el respeto a los derechos.
* Especialista en infancia.