En La Suerte, una pareja homosexual narra sus deseos y desventuras durante el periplo de adopción de su hijo. Un camino no exento de escollos que sortear, que el texto del español Juli Disla supo plasmar, y que el grupo de Teatro Timbre 4 de Buenos Aires versionó a través de la dirección de Maite Velo y los protagónicos de Jorge Noguera y Santiago Cejas. La Suerte se presenta hoy a las 20 en Teatro Arteón (Sarmiento 778).
“La verdad es que estoy yendo a Rosario con una obra que, por el tenor de lo que significa, me moviliza”, sintetiza Jorge Noguera a Rosario/12. Nacido en Rosario y formado en la Escuela Nacional de Teatro, con docentes como Chiqui González, Sabatino Palma, Aldo Pricco y Oscar Medina, Noguera vive la visita a su ciudad de modo especial. “Por el tipo de apuesta que tiene, La Suerte genera una especie de comunicación directa con la gente. Le hablamos casi como si fuese una charla TED, en la que empezamos a contar nuestra historia. Y la gente sale conmovida. También hay momentos de humor y el público termina agradecido por todas las cosas que les hacen pensar, cosas que posiblemente no estaban dentro de sus prioridades, como empezar a ver cómo es adoptar y desde una familia homoparental. Abrimos un panorama que mucha gente no tiene tan presente”, continúa el actor.
-¿Cómo llega la obra a ustedes?
-En Timbre 4 hubo un ciclo de intercambio de letras de obras, y nosotros teníamos que leer una obra de España (Ciclo Mano a mano: Letras españolas, realizado gracias al Centro Cultural de España en Buenos Aires, AECID y Fundación SGAE). Era teatro leído. Nos teníamos que juntar dos o tres veces y hacer la lectura; pero cuando llegamos al material y empezamos a leer nos entusiasmamos y le pusimos como diez ensayos. Había partes donde soltábamos la hoja porque aprendíamos los textos y las situaciones. Nos despertó una pasión que fue más allá de la primera instancia, cuando nos llegó el material. Al momento de hacer la presentación, que fue en pandemia y por Zoom, ya pensábamos en que queríamos hacer la obra. Así que con la directora tuvimos ensayos para darle el cuerpo y poner de parte nuestra lo que faltaba.
-De acuerdo con la temática y la experiencia de llevarla al público, ¿cómo índice en vos La Suerte?
-Yo soy gay y en algún momento deseé ser padre, pero no puedo decir que me interpele menos que a Santiago (Cejas), que tiene otra realidad, ni mucho menos a la directora (Maite Velo), porque si bien se habla de la adopción homoparental se habla también de la paternidad y la maternidad en general. Se va abriendo e interpela a todos los públicos. En lo particular, hay cosas que no tuve que investigar, porque se rellenan con vivencias, la historia propia y los deseos. Es una obra que me es cercana por todos lados.
-¿Qué notaste en las reacciones del público?
-Me acuerdo de una compañera que me dijo: “soy madre y me conmovió, porque a mí nunca me exigieron ni me preguntaron nada, ni tuve que rendir cuenta sobre nada para ser madre; como sí se lo tuvieron que preguntar a ellos dos por ser varones y querer adoptar”. Estaba muy conmovida.
-El relato, como decías, alterna situaciones humorísticas.
-En principio, los personajes cuentan su historia desde un lugar de puro relato, y ya desde el inicio comienzan a empatizar con el público. Al querer contar lo sucedido, terminan personificando a toda la gente que estuvo en este proceso de adopción: empleados públicos, vecinos, parientes, amigos, psicólogas y asistentes sociales, la persona que estuvo con su hijo hasta que finalmente se lo dieron; todas personas que ellos nombran y empiezan a representar. Muchas veces, estos personajes entran en conflicto con ellos mismos, porque mientras uno está con el personaje, el otro continúa siendo en tiempo presente el papá. Van y vienen en el tiempo, con un dinamismo y un humor que hacen que la pieza distienda y tenga momentos hilarantes.
-Por todo lo que señalás, creo que llevar adelante una obra así debe significarte de manera especial.
-Creo que es una forma de militancia, y creo que estoy haciendo un aporte. Más allá de que disfruto de hacer la obra y quiero que la vean, estoy contando algo, una realidad. La obra está buena y tiene un “final feliz” porque se puede adoptar, hay una ley, pero también hay una carga de denuncia. Esto antes no era posible, hay que cuidarlo, es una realidad. Por más que haya una ley, hay gente a la que todavía se le hace difícil. Así que hay una función social en hacer esta obra.
-Con el teatro ocupando ese lugar, social y público.
-Es el lugar que le es propio, donde el teatro tiene que estar.