Laurie Anderson no recuerda la cantidad de veces que estuvo en Buenos Aires, por lo que culpa a la pandemia por su falta de registro. “Pareciera que me borró la memoria. Perdí el sentido del tiempo”, se excusó. En esta ocasión, la multifacética artista volvió a la capital argentina en calidad de invitada de la 14° edición del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA). Durante la tertulia que protagonizó ante los medios locales, en el ocaso del viernes en la librería Eterna Cadencia, esta icono de la vanguardia cultural de las últimas cuatro décadas, ante la consulta de Página/12 sobre su interés por participar en el evento, explicó que una de las razones por las que aceptó la invitación fue su deseo de conocer a escritores argentinos. “No me interesa generalizar, sino explorar más a nivel personal”, adelantó. “Conocer uno a uno lo que piensan”, señaló.
Y es que para ella el propósito de festivales como este es el encuentro a partir de las diferencias. “La cultura se encuentra a veces tan compartimentada que estos eventos permiten que a veces se mezclen un poco”, dijo la artista, quien en medio del tete a tete pidió que le recomendaran a una escritora argentina, frente a lo que el periodista Martín Pérez (crédito de este diario) le sugirió que leyera a Mariana Enriquez (también crédito de este diario), que casualmente se encintraba en ese momento en la librería junto a su colega española Laura Fernández, otra de las invitadas internacionales del FILBA. “Capaz al fan del hip hop no le interesa la ópera, pero de pronto viene a un evento así, con esta oferta, y se convierte en fan de la ópera china. El sentido de los festivales es hacer un muestreo de las diferentes posibilidades, de las voces colectivas. Me da la oportunidad de salir de mi agujero e ir al encuentro de otros.
En ese sentido, la cantante, performer, violinista, poeta y abanderada del arte multimedia, entre muchos de los rubros que caracterizan a una rica obra multitasking, expresó su emoción por la posibilidad de que este tipo de iniciativas y encuentros sólo puedan ser posibles en los centros urbanos. “Las ciudades comunican ahora mucho más que los países. Se convirtieron en la ruta de la seda de la cultura. Uno cuando viaja no dice ‘me voy a Alemania’, sino que va a Berlín. No digo ‘me voy a España’, sino que digo que voy Madrid”, destacó la artista estadounidense. “Las ciudades comunican cultura de una manera más eficientes que los gobiernos, a los cuales sólo les interesa el comercio. La cultura es algo eminentemente urbano. Y lo sorprendente de un festival como este es que tiene que ver con la ciudad. Es lo que promueve. Es una red urbana, y eso es lo que me interesa en la comunicación con otros artistas”.
En su intervención en el FILBA, la nacida en Illinois, en 1947, estableció dos actividades. Mientras que este domingo ofrecerá una lectura que lleva por título “Laurie Anderson por Laurie Anderson”, en la terraza del Centro Cultural Recoelta (las entradas se retiran el mismo día, a partir de las 12:30), el sábado en la mañana llevó adelante en el auditorio del Museo Malba una clase magistral denominada “La influencia de la Inteligencia Artificial en las artes hoy”. Sobre lo que le atrae al respecto, la otrora pareja del músico Lou Reed explicó que lo que le interesa es “la ruta que propone y las posibilidades que tiene para sacudir patrones”. “Imaginá que estás trabajando en un material propio, y tuvieras acceso inmediato a todo lo que escribiste antes. No estarías empezando de cero, pero posiblemente no tengas idea de dónde empezar”, contextualizó.
Y continuó: “En Australia compilaron todos mis trabajos grabados y escritos en una especie de súper computadora. Esta genera algoritmos. Entonces suponé que vos estás escribiendo algo, y te tira conexiones de material que ya escribiste, de tu propia producción. Pero con la excepción que hace de cortes abruptos muy extraños. Es una herramienta muy poderosa que hace conexiones que no tienen tanta lógica, sino que es una lógica poética. Vos tirás una palabra, y el algoritmo dice: ‘Esta palabra me recuerda a esta’. No hay ninguna regla asociada”. Entonces reveló que lo que le interesa contar es una imagen más amplia. “Puede ser muy inspiradora para trabajar, porque hace conexiones interesantes. Muy poco habituales. Si bien no tengo interés por las máquinas, en este caso sí por la forma en que organiza, prioriza y le da sentido al lenguaje”.
Si bien antes existía la sensación de que las audiencias se encontraban más segmentadas, para Anderson hoy no se sabe quién escucha o lee. “Supongo que lo que a veces sucede es que si yo creo que algo es gracioso, también lo será para la otra persona. Si algo es interesante para mí, también será interesante para alguien más”, reflexionó. “No hay un cálculo cuando uno está generando una obra. En el caso de los pintores es difícil, porque cuando alguien pasa adelante de la obra no sabe qué le pasó al autor al momento de hacerla. Lo que sí sucede con las artes escénicas es que uno tiene una percepción inmediata de lo que le pasa al público. En el momento de la producción, si uno ve que hay algo que no interesa, es mejor sacar esa parte porque no tenemos tanto tiempo. Si alguien me preguntara a quién le hablo, le respondería que le hablo a esa parte tuya que no habla”.
Sobre el lugar que ocupa la literatura en su obra, esta colaboradora de figuras de la contracultura que van desde William Burroughs hasta Philip Glass, pasando por John Cage y Allen Ginsberg, reveló que es una gran lectora y que tiene miles de libros. Aunque tiene uno que rankea entre sus favoritos, por más que su elección dependa del día: Tristam Shandy, del irlandés Laurence Sterne. “Me fascinan la historias, sobre todo cuando están hermosamente escritas. En lo personal, soy una escritora de cuentos cortos”, definió. “Para mí el proceso de escribir radica en un 95 por ciento en la edición, sino más. Uno escribe, escribe y escribe, y luego empieza a borrar y a darle forma. Y ahí aparece el texto. Quizá hay gente a la que le sea fácil escribir, pero no es mi caso”. Entonces evocó una residencia que hizo en Berlín para artistas que le temen a la hoja en blanco, a la pantalla en blanco, al bloqueo o al complejo del impostor.
“El proyecto involucraba a la novela Crimen y castigo. Era un software sencillo que comenzaba con la obra completa de Dotoyevski, y reemplazaba a los personajes con nombres de tus amigos, y susitutía a las ciudades y características del espacio”, describió. “Y de pronto tenías tu obra terminada, sobre la base de la plantilla de Crimen y castigo. Era una manera de liberarse, una forma de empezar. Te sacaba dudas sobre uno mismo y a esas preguntas de si soy o no escritora”.
Dueña de un fabuloso sentido del humor, así como de un temperamento calmo y de una instantaneidad fabulosa al momento de hilvanar una respuesta sustanciosa, Anderson hizo de la oralidad la columna vertebral literaria en su obra. De lo que dan fe su faceta en el spoken word, de la misma forma en los audio libros, en la canción. Hasta le puso voz a varios documentales.
-¿De qué depende el soporte en el que elige poner su palabra? ¿Por qué no le gustan los formatos tradicionales?
-No es tanto el medio, sino la acción. Supongamos que estoy haciendo una pintura muy grande. Pinturas muy malas, pero muy grandes. Con la pintura, al igual que cuando toco el violín, son gestos bastante parecidos. Pero las preguntas que subyacen son bastante parecidas. “¿Esto es suficientemente interesante?”, “¿Esto tiene suficiente sentido?”, “¿Esto es suficientemente potente?”. Si bien tu pregunta tenía que ver con la palabra, esta no está presente en la obra. Me resulta muy difícil describir una pintura, ponerle palabras y traducirlo. Es casi imposible. Muchas veces un arista que hace un campo de colores se para frente a una pintura, y describe esto es eso o esto es tal cosa. No confío en la palabra para describir.
-Ahora que se cumplen 40 años de su primer álbum Big Science, lamentablemente su temática sigue siendo vigente. Ese disco contiene su hit “O Superman”: ¿se animaría a rebautizarlo en esta época “O Supergirl”?
-Sin duda. Pero en realilidad el tema está basado en una obra de Massenet, que es como una oda al poder. Es algo así como “O soberano”, “O juez”, “O padre”. Es una trilogía bastante patriarcal, por así decirlo.
-En agosto pasado apareció War & Music: May 1965, disco que contiene las primeras grabaciones de Lou Reed y en cuya curaduría participaste. Es interesante cómo en los Estados Unidos lo que era marginal o contracultural se termina institucionalizando. ¿Qué opinión te merece esa apropiación?
-Me parece que es un proceso que pasa en todas las culturas, incluso con los granes poemas. Cuando salen, a nadie le interesa. Pero luego entran el mainstream. En el caso de Lou, se están reconociendo sus primeras obras, que son muy hermosas. Las descubrimos por casualidad. Por eso el trabajo de archivo de las bibliotecas es tan importante. Al momento de revisar este material, nos dimos cuenta de que este proceso requiere de mucho esfuerzo y amor. Sobre todo por la vida agitada que llevamos.
Estados Unidos se prepara para las elecciones presidenciales, pero en tiempos recientes se demostró que puede suceder cualquier cosa. Como la vuelta de Donald Trump al poder. “Estoy aterrada con la sólo idea de que vuelva al poder”, compartió Anderson, quien aprovechó la pregunta para contar que está orgullosa de tener un prontuario en el FBI. “Mientras él fue presidente, padecimos la locura constante. Se suscita la guerra entre lo que es real y no. Polarizó a los Estados Unidos. Se llegó a decir: ‘Yo soy real, vos no’. Y cuando creés que el otro no es real, lo podés matar. Es una situación muy peligrosa, a lo que se suma el hecho de que todo el mundo está armado. Hay millones de armas circulando. Es una tendencia mundial. El mundo está virando hacia el fascismo. Me gustaría cada vez más que los artistas abordáramos estos temas, pero lamentablemente estamos muy presionados. Yo lo padecí en carne propia”.