Se sabe: Soledad Acuña va por la sucesión. La ministra de Educación ya expresó hace tiempo que tiene la intención de competir por la jefatura de Gobierno. En su camino, tiene a un candidato que cuenta con fuertes respaldos dentro del PRO: Jorge Macri. Y al postulante del radicalismo Martín Lousteau. En ese escenario, los conflictos con docentes o estudiantes la impulsan a la escena pública y le permiten consolidarse ante el núcleo duro del electorado porteño (el mismo al que a nivel nacional, apunta Patricia Bullrich). No obstante, el conflicto con comunidades educativas es casi una marca de agua de la actual ministra: los arrastra desde su llegada a la gestión PRO.

Los conflictos docentes siempre le rindieron al PRO con su electorado. Acuña lo sabe y, por eso, siguió a rajatabla una política de inflexibilidad, ya fuera con los gremios docentes o con los centros de estudiantes (con los que ya tuvo choques previos por el plan de Secundarias del Futuro, subsidiario de las actuales pasantías). El rechazar el diálogo con estudiantes puede ser una falla como funcionaria, pero le gana los aplausos de la tribuna más dura del PRO.

Candidata

"Creo que va a ser la próxima candidata a jefa de Gobierno, porque es la que tiene el perfil más consistente", indica la politóloga María Esperanza Casullo. "Es la que interpela más claramente hoy al núcleo de votantes del PRO en CABA", advierte. Casullo discute la idea clásica de que gobiernan con el focus group y con las encuestas. Dice que lo que está ocurriendo, ya, es otra cosa: "Se trata de que, con paciencia, la oferta política fue alineando a su demanda". Dicho de otra forma: el electorado ya se parece más a Acuña de lo que lo hacía hace 15 años. Al punto de que los interpelan si llegan a demostrar un gesto de convivencia política, como puede ser solidarizarse con CFK ante el atentado contra su vida. "Desde los medios, tienen 'accionistas' que si se corren mucho, los vuelven a la línea", indica Casullo.

Hace unos meses, lo dijo con todas la letras: "Me gustaría ser jefa de Gobierno acompañando un proyecto de Horacio Rodríguez Larreta como presidente", afirmó Acuña. Así se inscribió en la disputa por la sucesión, un hecho que es difícil disociar de sus acciones como funcionaria y de la forma en que encaró el conflicto de las tomas.

Acuña, no obstante, no es por el momento la candidata favorita. Tiene que enfrentar a algunos pesos pesados: Jorge Macri y Martín Lousteau. El exministro de Economía hace tiempo que espera esta interna y, si el PRO no le presenta una opción competitiva, es capaz de quedarse con la jefatura de Gobierno. Jorge Macri, por otro lado, está muy confiado en que está mejor en las encuestas que Acuña y que tiene apoyos contundentes que ella no tiene. Por caso, ya lo respaldó el ex presidente Mauricio Macri. "El candidato del PRO va a ser Jorge. Eso está fuera de discusión. Lo de Acuña no camina, aunque no está mal soñar...", sueltan cerca del ministro de Gobierno porteño y ex intendente de Vicente López. Y no deja de señalar que las encuestas que maneja Larreta y las propias de Jorge Macri la dan muy atrás a la ministra de Educación.

No obstante, Acuña ya eligió su camino: quiere ganar en el electorado de Bullrich.

PRO Pura

Después de décadas de existencia y de haber sido gobierno en la Nación y en diversos distritos, el PRO está lejos del pequeño grupo fundacional. Muy pocos dirigentes pueden decir que son "PRO puros", que es como denominan internamente a aquellos que están desde el comienzo. Acuña es una de las que puede afirmarlo. Trabaja con Larreta desde 1997, desde la formación del Grupo Sophia, lo que significa que lo acompañó por su paso por distintos gobiernos en el INAP, el PAMI y en el Instituto de Previsión Social bonaerense.

Tras trabajar en los planes de gobierno de Macri, fue candidata a legisladora en 2003. Conformó junto a Marcos Peña y Gabriela Michetti el grupo de los "festilindos" en esos tiempos iniciáticos en la Legislatura porteña. En 2012, Acuña pasó a ser viceministra en Desarrollo Social, con María Eugenia Vidal al frente del ministerio. Y luego fue secretaria de Equidad Educativa.

Ahí se empezó a ver que lo suyo iba a ser el conflicto. Tuvo una prolongada y polémica batalla contra las orquestas infantiles, que dependían de ella, y que funcionaban en las zonas de clase baja de Retiro, Lugano, Bajo Flores, Saavedra, Once, Mataderos, Barracas, Constitución y La Boca. En esa época, su némesis fue el director de esas orquestas Claudio Espector, que se la pasó denunciado que le recordaban el envío de viandas, le suspendían los subsidios a cooperadoras y le despedía trabajadores. Esto fue en 2013, mucho antes de ser ministra.

Era el germen de lo que se vería después con las batallas contra los docentes por los Institutos de Formación Docente y la UNICABA, contra quienes protestaban contra el intento de cerrar las nocturnas o contra los estudiantes por las pasantías de Secundarias del Futuro. El método fue siempre el mismo: no consultar, imponer y luego sostener la imposición hasta donde se pudiera.

Frases célebres

Acuña, incluso, dejó varias frases célebres sobre lo que piensa sobre la comunidad educativa. Hubo una sobre los docentes que casi le cuesta el cargo: “Empiezan a estudiar la carrera docente personas cada vez más grandes de edad que eligen la carrera docente como tercera o cuarta opción luego de haber fracasado en otras carreras. La verdad que son de los sectores cada vez más bajos socioeconómicos los que eligen estudiar la carrera docente”.

La ministra solo consiguió salvarse cuando el PRO cerró filas ante la publicación de este diario de que estudió en una escuela en Bariloche donde en el directorio estaba el jerarca nazi Erich Priebke. Esto le permitió a Acuña salir a instalar que la estaban tratado de nazi y salvó el cargo.

Pero no por eso dejó de regalar otras frases. Tiempo después, en enero de este año se refirió a los estudiantes pobres que no habían vuelto a la escuela tras la cuarentena: “Esos chicos seguramente estarán perdidos en los pasillos de una villa o ya cayeron en actividades del narcotráfico".

La frase, a esta altura una más de las muchas que dijo, fue parte de su cruzada para abrir las escuelas, incluso cuando la circulación del coronavirus era alta. Acuña se puso al frente de la campaña de la derecha para convertir la educación en su caballito de batalla electoral, pese a que los recortes año a año en el presupuesto educativo son la primera carta que les retruca la oposición porteña.

También logró reformar el Estatuto Docente: le dio más importancia a las capacitaciones (aunque recientemente, al enviar las jornadas de capacitación a los sábados y hacerlas optativas, parecería borrar con el codo lo que escribió allí). Y protagonizó una cruzada contra el uso del lenguaje inclusivo en las escuelas. Primero, dijo que docente que use el lenguaje inclusivo, docente que iba a ser sancionado. Luego, en un streaming con un libertario, sostuvo que su intención no era perseguir a nadie sino que “se dé un debate entre estudiantes y docentes sobre el uso de lenguaje inclusivo”. Inauguró así un nuevo concepto: debatir prohibiendo.

Con esto completó su giro hacia la búsqueda del núcleo duro de votantes PRO, pese a que su inflexibilidad hacia cualquier cosa que pueda cuestionar su autoridad la tiene desde el comienzo. Lejos quedaron los tiempos iniciales en los que había hecho escribir en la pared de su oficina una frase del pedagogo marxista Paulo Freire: “Desconfiaré de quienes me digan, en voz baja y precavidos: es peligroso hacer. Es peligroso hablar. Es peligroso andar”.

Hoy lo peligroso para Acuña no es que la asocien a la derecha extrema: es que le recuerden que alguna vez estudió en una primaria cooperativa en Bariloche, con un sistema de autoevaluación y énfasis en lo artístico y en la naturaleza. El colegio privado alemán va más con su electorado.