Desde Tucumán
El grito que más se escucha en una de las esquinas de la plaza Alberdi de la capital tucumana es "libertad, libertad". Se la reclama con los brazos en alto con una inclinación que recuerda cierto saludo alemán de mitad del siglo XX. Por suerte no hay camisas negras y mucho menos uniformes. También hay mucha libertad para gritarla porque lo que el reclamo suena por lo menos contradictorio pero épicamente convocante. Entre la muchedumbre predominan los jóvenes que llegan para escuchar sobre todo a Javier Milei, una especie de salvador o profeta que dice saber cómo se resuelve la crisis económica que vive el país. Lo trajo el titular del partido Fuerza Republicana (FR) Ricardo Bussi, el hijo del genocida condenado que supo ser empleador del ahora diputado de La Libertad Avanza y con el que pactaron una alianza. Milei interpreta su show perfectamente guionado. Cuestiona la justicia social ("es lo más injusto del mundo"), al Estado, a la identidad de género y la protección de las minorías ("nosotros los liberales defendemos a la verdadera y única minoría, que es el individuo", afirma). Luego reivindica a Juan Bautista Alberdi, Julio Argentino Roca ("el que le ganó las tierras a los mapuches"), Nicolás Avellaneda y más acá en el tiempo a Donald Trump y a Jair Bolsonaro. En ese mundo binario de Milei, todos estos son los buenos. El resto son socialistas, comunistas, chorros y casta. Es un show político que hace eje en la antipolítica.
Todos son la casta para Milei. Salvo Bussi en Tucumán que le ofrece un 10 por ciento de votos en la provincia que es la quinta en cantidad de votos en el país. Milei se lo agradecerá no bien comienza su discurso. Curiosamente no habla de dolarización, pero cuestiona aunque con furcio incluido el sistema estatista esclavizante: "Es un modelo repugnante que hace que a los que trabajan le vaya mejor... peor", dice rápido y zafa del momento incómodo.
Milei le habla al individuo, al que cree que se puede salvar solo y por eso busca destruir la justicia social, a la que define como "maldita e injusta" porque "castiga al exitoso" y que el político "se lo reparte como se le canta el culo". No falla, es la fórmula exitosa que tiene para garantizar vítores. La inflación que dejó Macri y que Alberto Fernández no logra resolver es la mejor ayuda para Milei. Este luego dirá que todos los problemas se resuelven con la libertad de mercado y precios. "Esto se sabe hace años pero los políticos prefieren el robo", dice a modo de efectivo remate.
Los asistentes
Hebe, una muchacha rubia con voz entre aniñada y aflautada es una de las animadoras de la previa del acto. Está junto a Alejandro que con voz de locutor intenta entusiasmar a la multitud de jóvenes que se apiñan frente a las vallas como si fuera un festival de música electrónica. Alejandro baja un poco de línea: “Todos tenemos que hacernos escuchar y gritar que queremos libertad”. Hebe es un tanto más superficial. Detrás de este dúo está un DJ que al parecer es famoso pero fuera de los límites de Tucumán.
El clima cumplió con lo pronosticado y a las 17 ya se sentían los 27 grados. Es por eso que los más precavidos se acomodaron en la sombra triangular que regalaba una falsa acacia. El acto había sido convocado a las 18 pero a esa hora no había señales de Bussi y menos de Milei. Los que llegaban eran jóvenes y algunas, muy pocas, familias. Los menos eran los adultos mayores.
“Vengo porque le creo a Milei. Es honesto”, dice Iván y se queda pensando. Luego agrega: “por ahora, no? Porque ya hay varios que nos cagaron”, dice y cuando se le pregunta quién lo cagó responde sin dudar: “los peronistas y Macri”. Tiene 20 años y se queja de la inflación y como muchos de los presentes reclama dolarización y que se bajen los impuestos.
Los colaboradores de Ricardo Bussi no pueden creer la cantidad de gente que hay. Se miran, se ríen, se abrazan y bailan. “Es que los cagamos a los de JxC, no la vieron”, dice uno de los operadores de FR y larga una carcajada. Muestra fotos de la multitud y dice: "Esto lo conseguimos nosotros, aprovechamos la amistad entre Ricardo y Javier. Los radicales, que son los que mandan acá en JxC, se comieron la curva. Ahora van a ser historia", afirma y su frase suena como la de quien vendió la piel sin cazar el oso.
El locutor anuncia la cifra de participantes. Grita 30.000 y suena a broma macabra a partir de las declaraciones de Milei que puso en duda la cifra de desaparecidos en la Argentina. Los colaboradores de Milei son más precavidos. "Hay 10.000", dicen.
Sentados en el cordón de la vereda están Samuel y Marcos. Dicen a dúo que vienen a verlo solo a Milei, "el otro (Bussi) no importa". Quieren que Milei sea presidente para que cambie la realidad del país. "Queremos que nos bajen los impuestos: el IVA y el impuesto a las ganancias". Ambos arriendan un terreno en la zona de Lules, donde nació Palito Ortega, a 30 kilómetros al sur de la capital tucumana. Son productores de frutillas y dicen que si Milei dolariza la economía podrán mejorar sus ingresos porque muchos de los costos están en esa moneda.
"La dolarización es la salida porque se deja de emitir. Además hay que dejar de creer en eso de la soberanía", afirma Nahuel que tiene 22 años y estudia Finanzas en la universidad privada San Pablo T. Luego señala que con el dólar se terminará con la inflación y pone de ejemplo el caso Ecuador. Cuando se le advierte que antes de la dolarización Ecuador hizo una fenomenal devaluación, Nahuel se queda mirando, pensando. A su lado está Aaron de 21 que es músico, que dice que vino solo porque acompaña a su novia pero al final reconoce que quiere que se dolarice la economía para poder comprarse la guitarra que quiere.
El comienzo del show
Son las 19 y la gente se impacienta. Esperan a Milei. El animador del acto anuncia a Bussi que sube al escenario. “Ya viene la ola irrefrenable que llevará a Javier Milei a la presidencia”, grita y se queda sin voz. Entonces grita más y menos voz tiene. Habla de liberalismo económico, de las ideas de Juan Bautista Alberdi, del cambio pero no entusiasma a la gente. No le importó, la cantidad de los presentes paga sin drama la indiferencia. Milei se demoraba pero no era un problema porque, como dijo uno de sus ayudantes, “a Javier le gusta el show y va a entrar de noche con antorchas. Es fantástico”, aseguró.
Debajo de una bandera que anuncia la candidatura presidencial de Milei, se agolpa un grupo que viene de la Banda del Río Salí, un municipio lindante hacia el Este de la capital tucumana. Se diferencian del resto por algo muy contundente, son pobres. Los otros no es que sean ricos, pero son de todos los tipos de clase media. Con mucha timidez uno de ellos dice que viene porque le gusta Milei pero después se ríe, se ríe un poco más y confiesa que vino porque los trajo su hermana que trabaja con una concejala de FR que responde al legislador de FR Gerardo Huesen. Los que están con él se ríen y asienten con cierta complicidad. Luego reconocerán que el paseo a la ciudad valió la pena.
La noche ya había comenzado su recorrido cuando anunciaron el ingreso "del próximo presidente de la Argentina". Tronaron unas trompetas preanunciando la llegada ¿del mesías? Al final no fueron antorchas sino bengalas. Mieli entró por el medio de la gente generando una avalancha que tiró vallas y, por supuesto, gente. Comenzaron los desmayos y el griterío de auxilio pero también las vivas. La seguridad, unos muchachones vestidos de negro talla XXL, acomodaron a fuerza y sudor las vallas, mantuvieron a la gente a raya y Milei subió al escenario como si nada hubiese sucedido. De los parlantes se escuchaba el tema de La Renga, El León, que Milei luego cantará algunas estrofas. Ya arriba, se abrazó con su hermana Karina a quien le dedicó "el éxito". Ella estuvo desde el principio atendiendo todo junto a dos colaboradoras. Por ahí cerca caminaba tranquilo Carlos Kikuchi, el operador de Milei.
El formato de clase magistral con la que dibujan un acto proselitista lo usa bien Milei. Habla de economía recitando frases y definiciones de los popes del liberalismo económico que pocos conocen y que nadie se atreve a cuestionar, lo hace con tono monocorde, como recitando pero sin pasión para luego estallar en un insulto a la casta. Tiene efecto porque ahí nomás hay aplausos y gritos, pero luego vuelven a poner cara de aburridos cuando el diputado retoma sus definiciones.
Cuando la atención decae, Milei contraataca. Para él todos los que no son libertarios son socialistas, comunistas y por lo tanto ladrones, "ratas" y, por supuesto, casta. Todos menos Ricardo Bussi. "A Milei lo voto para presidente, pero a Bussi ni en pedo", dice Leo, un profesor de inglés privado y su frase marca un límite generacional claro. Los más jóvenes llegaron a la plaza por Milei. Los más grandes por Bussi, que recuerdan y reivindican a su padre, el general condenado.
El final del show se acerca. Milei apunta ahora al gobierno nacional al que define como "ladrón", pero agrega que todos los gobiernos que pasaron fueron similares. Se puede entrever que desliza una crítica al macrismo sin nombrarlo. Es posible, al fin y al cabo todavía falta para las elecciones. Entonces promete que él hará que el ajuste lo paguen los políticos y no la gente. Aplausos, brazos en alto, fuegos de artificios y fin.