La Taruca, (Hippocamelus antisensis), es un cérvido poco conocido por los catamarqueños a causa de los ambientes en los que habita, los pastizales de altura y las estepas arbustivas, zonas rocosas de las altas montañas donde el ser humano no puede establecerse. Fue declarado Monumento Natural en el año 1996 con el objetivo de protegerlo. Aún así, sigue siendo una especie en peligro de extinción puesto que diferentes actividades humanas han reducido drásticamente sus poblaciones.
“En la actualidad son muchas las especies de grandes mamíferos que el ser humano ya logró extinguir y en los casos en los que no logró aniquilarlas por completo, lo hizo en la mayor parte de su hábitat, quedando reculadas a áreas reducidas” contó a Catamarca/12 el biólogo Gonzalo Martínez.
“Catamarca no es la excepción al caso. Ya hemos extinguido de la provincia grandes mamíferos como el tapir y el yaguareté, pero queda una especie de venado autóctono que resulta ser el más grande que tenemos en la provincia: la taruca; también conocido como huemul andino o venado andino”, explicó.
En cuanto a las causas, el profesional señaló que es “principalmente la ganadería extensiva, ya que el ganado genera una gran presión de sobrepastoreo quitándole alimento a los animales autóctonos, y las actividades derivadas de ella, como ser la colocación de alambrados que evitan el cruce entre tarucas o el poder recorrer más áreas, los incendios intencionales para el rebrote de pasto para ganado y la cacería de los baqueanos que se adentran en su hábitat. En segundo lugar, la cacería furtiva que realizan muchas personas considerando eso como un deporte del cual obtener un trofeo” dijo.
Cada animal autóctono tiene su función en los ecosistemas que habita y de los cuales los seres humanos dependemos. “Al extinguir una especie (sobre todo una tope) o al reducir su población de forma drástica estamos generando un desequilibrio ecológico muy importante que a la larga nos termina afectando a nosotros mismos. Las tarucas, como todo cérvido, suelen andar en tropillas de varios individuos y son los consumidores primarios tope en las áreas de la alta montaña”, dijo Martínez.
Actualmente quedan muy pocas tarucas habitando las grandes cadenas montañosas con pastizales y arbustales de Perú, Bolivia y Argentina. En este último solo se encuentra en las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca y La Rioja.
Dentro de la provincia de Catamarca ya fue extinguida de la sierra Ancasti, cuya cima está totalmente copada por la ganadería, pero lograron sobrevivir pequeñas poblaciones en las sierras de Aconquija, Ambato y varios sistemas serranos de los departamentos Belén, Santa María y Tinogasta.
Al ser consultado sobre cuáles medidas se pueden tomar para evitar su extinción, el biólogo respondió: “Principalmente la creación de áreas naturales protegidas en su rango de distribución, ya que así se genera una protección contra cazadores furtivos u otras actividades humanas que peligran a la especie y a la vez generan educación para los visitantes. Por eso es fundamental avanzar con la creación del Parque Nacional Arrayanes de Concepción, puesto que allí se lograría proteger un pedacito de su hábitat natural”.
El nuevo parque Nacional fue anunciado el 19 de septiembre por el ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, Juan Cabandié y el presidente de la Administración de Parques Nacionales, Federico Granato.
Martínez, dijo además que “es fundamental que en Catamarca surja una ley que regule la actividad ganadera extensiva. No es justo ni para la naturaleza ni para nosotros que dependemos de ella que por unos cuantos bolsillos por cabeza de ganado tengamos que pagar las consecuencias de la destrucción que genera la actividad ganadera en todos los ecosistemas”.
En Catamarca la taruca está viviendo prácticamente acorralada y en grupos aislados en las áreas más escarpadas, donde el ser humano no puede llegar. “Tenemos que revertir nuestras acciones y aprender a convivir con las demás especies, que por algo existen”, concluyó el biólogo.