“No todo depende de nuestra voluntad. No todo depende de nosotros. Hay situaciones que exceden nuestra capacidad de control”, escribe el psicólogo Sebastián Blasco en Detrás del deportista - La realización personal como victoria (Club House). Excelente libro de reciente aparición que nos permite entender algo básico: que detrás del deportista hay seres humanos. Personas sometidas a los rigores de una industria que cada vez presiona más. Las publicidades sentencian que “nada es imposible”, que “si se cree y se trabaja, se puede” o que “queda estrictamente prohibido rendirse”. Espectadores de todo el mundo se sienten con derecho a exigir a los atletas a cambio de pagar una entrada o un abono de televisión. Se creen en su derecho pero no creen en los derechos ajenos. Esa exigencia incluye insultos, ataques a través de redes sociales y a veces agresiones físicas.
La lectura del trabajo de Blasco, especialista en psicología deportiva, sirve para parar la pelota en un mundo que va a mil. El texto puede aplicarse tanto para deportistas profesionales como amateurs o en quienes no hagan deportes. Blasco plantea pensamientos e interrogantes: “¿No sería lógico pensar que una persona que disfruta más, que se encuentra en mayor contacto consigo misma, que se encuentra más integrada, podría rendir mejor?”, pregunta. También da cuenta del crecimiento del deporte respecto de sus inicios, “cuando era una actividad meramente recreativa vinculada al ocio y la competición”. Pero hoy “es uno de los principales negocios del mundo, detrás de industrias destacadas como la farmacéutica, la alimenticia, la automotriz y el poderío del negocio de las drogas y las empresas armamentistas”.
Apela a nombres y apellidos para que se entienda mejor cómo o cuánto inciden las presiones en los atletas. A Michael Phelps, su entrenador, Bob Bowman, le interrogó acerca de por qué si tenía todo lo que el común de la gente quiere no era feliz. Phelps se sentía vacío y encontró la solución en un libro: El hombre en busca de sentido, de Viktor Frank: “Descubrió que el propósito de su existencia no radica en tener más medallas que nadie, romper récords, ser el mejor de todos, sino en ser el alma gemela de su esposa y el padre de su hijo”, dijo Bowman.
Las depresiones, de las que no se habla en el ambiente del deporte, donde lo que se muestra son superhéroes, es otro de los temas que trata Blasco. Cita estudios sobre el aumento de síntomas de depresión a partir del Covid 19. Y vuelve a los mensajes marketineros: “¿Cuán atravesados nos encontramos por este tipo de mensajes? ¿Cuánto hemos naturalizado su uso sin detenernos a pensar su significado? ¿Cuán dañinas pueden llegar a ser esas palabras? ¿Realmente no existen imposibles?”, nos pregunta Blasco. Y páginas después: “Roger Federer no es quien es porque no se equivoca. De hecho, comete prácticamente los mismos errores que el resto de sus colegas del top ten. Lo que lo vuelve especial es que una vez que se equivoca continúa adelante, convive con el error, lo acepta, reconoce su falla. El asumirme vulnerable es el mejor antídoto contra la omnipotencia. Pero, sobre todo, es el mejor aliado para desplegar recursos”.
Blasco describe casos en los que trató a deportistas, aunque sin mencionarlos. Recuerda que cuando les pregunta si hacen alguna actividad que les cause placer o goce la mayoría de ellos le responde que no. “A las personas nos cuesta mucho afrontar aquello que nos gusta pero no hacemos bien (...) Nos hace sentir expuestos. (...) En la medida en que tomemos conciencia de que no siempre podemos satisfacer las exigencias del afuera ni las nuestras, podremos emprender vuelo”, escribe. Habla de la importancia de aceptar el error en un mundo en el que equivocarse es casi una condena y “ganar a toda costa” una obligación.
“El ser humano -enseña Blasco- no es una suma de cuerpo y alma, sino unidad antropológica compuesta por tres dimensiones: la corporal, la mental y la espiritual”. En ese sentido, nos refiere a la importancia de la mentalidad ganadora para conseguir objetivos. “Debemos tener metas claras, confianza en nosotros mismos, nuestra atención enfocada en un objetivo y un diálogo interno positivo”, analiza antes de agregar que “cuando estamos seguros de lo que somos, de nuestro propio valor personal, sin estar hiper intencionados en la búsqueda desenfrenada de la victoria, también podemos aceptar que otro puede ser mejor que nosotros”.
En Detrás del deportista, Blasco analiza el fanatismo excesivo, la violencia del mensaje acerca de ganar a cualquier costo y el rol de los medios de comunicación, que –citando a distintos profesionales– “en la mayoría de las ocasiones, explotan la violencia en el deporte principalmente de tres formas. La primera es a través de una carga excesiva en la recreación del juego violento, en el sentido que se repiten una y otra vez aquellas escenas cargadas de ese tipo de contenido. La segunda es que se glorifica la violencia en una gran cantidad de artículos de los periódicos deportivos. Y la tercera es que, en muchas ocasiones, se exhiben de manera reiterada actos violentos cometidos en distintos deportes en el pasado”.
La incidencia del estrés y de las emociones en las lesiones, el paso del tiempo, el retiro de la actividad cuando aún se es joven socialmente, la vanidad y la autoestima, los pensamientos negativos y la importancia del proceso antes que el resultado son temas sobre los que se explaya Blasco en las más de 300 páginas de Detrás del deportista. Apela a citas, ejemplos, bibliografía y hasta ejercicios. Blasco nos deja pensando sobre la importancia de volver a las fuentes. “Basta citar casos como los de Iniesta, Phelps, Biles, Osaka o Wilkinson. Los protagonistas comienzan a elevar la voz pidiendo ser contemplados en la totalidad de su ser, poniendo de relieve la necesidad de una mirada que contemple a la persona detrás del deportista”, señala. Y agrega el testimonio de la tiradora argentina Fernanda Russo: “Los quería llamar a la reflexión un minuto como argentinos. Así como hemos recibido (en relación a Tokio 2020) muchos mensajes de amor que agradezco, también hemos recibido mensajes de odio y muchos ataques injustificados en las redes. Tengamos un poco más de cuidado con las cosas que escribimos en la pantalla. Primero que nada, somos humanos”.