Desde Resistencia
“El teatro nos une” es el lema de la 36 edición de la Fiesta Nacional del Teatro que comenzó el jueves pasado en la capital de Chaco, llamada la Ciudad de las Esculturas (hay un promedio de 3 obras emplazadas por cada cuadra) con extensiones en otras localidades y provincias que conforman el NEA. En estos días, la Casa de las Culturas, ubicada haciendo ochava con la casa de gobierno, es el epicentro organizativo de la gran muestra federal. Allí está ubicado el stand del Instituto Nacional del Teatro, ente del cual se pueden retirar gratuitamente libros y revistas de su editorial INTeatro, que está festejando sus 20 años de existencia. El nombre en plural de la Casa hace referencia a la diversidad de culturas, no solamente a las originarias (Qom, Wichi, Pilagá) sino también las correspondientes a los países del este de Europa, de donde provienen los ancestros de muchos chaqueños. Éste es sin dudas el centro de la ciudad, el circuito que recorre diariamente el gobernador Jorge Capitanich. Lo certifican los carteles que exponen demandas tales como “Basta de desmonte” y “La precarización es violencia laboral”.
Proveniente de la ciudad de Aluminé, Neuquén, la obra Los Santos se ofrece como un circo minimal o circo de mesa. Sus intérpretes, Claudio Inferno y Eleazar Fanjul, trabajan con vasos y botellas como si fueran malabares y hasta hacen equilibrismo en una pequeña mesa. Pero lo hacen en el marco teatral que brinda la relación de pareja ambigua y disonante que ambos componen, siempre desde un humor grotesco. No usan la palabra, se podría decir que es un teatro de imagen que toma en cuenta a los espectadores pero en todo momento, desde la actuación. La obra, que fue concebida en Barcelona, fue dirigida por el danés Karl Stets.
De Traslasierra, Córdoba, en estos días se vio Podestá, unipersonal de clown de Gisela Podestá que presenta a un personaje que, a modo de alter ego, habla sobre su linaje artístico pasando revista a la historia de los orígenes del teatro rioplatense. La payasa se ganó la adhesión de toda la concurrencia. A partir de una cama y una sábana, fue transformando el espacio en un picadero del antiguo circo criollo para luego contar las andanzas de la familia teatral a la que pertenece. La dirección estuvo a cargo de Yanina Frenkel y Rosalía Jiménez.
Espectáculo invitado precedente de la ciudad de Córdoba, la obra Deshojado, unipersonal de un actor ciego pone en escena “el ser disca”, como define su intérprete, Ariel Astrada, un actor de 37 años que es ciego desde hace 12. Dirigido por Marxela Etchichury, el actor comienza su relato como tomando parte de una movilización callejera, donde los disca critican al mundo inaccesible generado por la burocracia del sistema de salud que les exige “certificados de certificados de certificados”, entre otras demandas que hacen a la violencia de la exclusión que viven a diario. “La burocracia nos enferma más”, afirma el actor antes de pasar a contar sus experiencias amorosas en otro campo no menos complicado: “ser disca y puto es demasiado”, sonríe el actor. Precisamente el día de este estreno, tuvo lugar en la Casa de las Culturas un taller organizado por la Agencia Nacional de la Discapacidad: “la inclusión cultural de artistas con discapacidades. Un recorrido sobre la participación en la cultura, la inclusión laboral y el acceso a obras teatrales”, a cargo de Germán Ejarque.
Representando a Mendoza, Mandato cumplido es una “parodia vendimial” ambientada en los días de la elección de la reina de la tradicional fiesta mendocina. Dirigida por Diego Nogara, también autor del texto, se centra en una madre y sus hijos que deciden, al modo de un grupo comando, cambiar el dictamen del jurado en forma radical. Interpretada por Alejandra Trigueros, Lila Medina, Martín Ferreyra, Sara Spoliansky y Deivid Laguna, la obra cuestiona desde la parodia los clichés de la cultura mendocina.
Por su parte, Piel de cabra representó a la provincia de Buenos Aires. Definida como “un poema de terror absurdo” la obra fue dirigida por Nicolás Blandi, también autor del texto, con las actuaciones de Soledad Bautista, Florencia Bonetti y Gabriel Raso, la puesta contó con música en vivo. El espectáculo, que comenzó a gestarse antes de la pandemia, parece haberse dejado influenciar por lo vivido, en referencia a la paranoia del contagio y la presencia del encierro que aparecen en la historia, que podría verse como una parodia de una novela gótica. Misterio, erotismo y absurdo atraviesan esta propuesta que cuenta entre sus aciertos, el pasaje de un registro actoral a otro. Así, los actores pasan de la solemnidad de la declamación, al canto o al recurso de actuar acompañados de los sonidos de sus acciones, a la manera del radioteatro.