Boca empezó su carrera rumbo al título de la Liga Profesional el día (aún no identificado) que los jugadores dejaron de pelearse entre sí y de ver al cuerpo técnico que encabeza Hugo Ibarra como un enemigo íntimo o una simple extensión del Consejo de Fútbol y del liderazgo de Juan Román Riquelme. En ese mismo instante, se despejó el aire viciado que se respiraba en el vestuario, se dejó de lado la espiral autodestructiva que se había desatado con la eliminación a manos de Corinthians en los octavos de final de la Copa Libertadores y todas las voluntades se alinearon detrás de un único objetivo: ganar todo lo que hubiera por delante, el campeonato y la Copa Argentina.
Tres meses después de aquella noche negra de la Bombonera y de aquella actuación desganada ante San Lorenzo, Boca es el único puntero del torneo y uno de los semifinalistas de la Copa Argentina. Y aparece como el gran candidato para llevarse los dos títulos y ganar las tres competencias oficiales del año. Acaso porque primero resolvió los problemas de su interna. Después vino todo lo demás.
Entre el campeonato y la Copa Argentina, Boca suma un invicto de 13 partidos (diez triunfos y tres empates). Y no es que se haya convertido en un equipo de fútbol deslumbrante e individualidades en un nivel altísimo. Boca no llena los ojos, no enamora ni va a enamorar con su juego. En todo caso, gana porque ha renovado su convicción ganadora, es eficaz y se ha hecho fuerte allí donde se definen los partidos, en las dos áreas.
En la propia, ha adquirido una solidez que respaldan las atajadas de Agustín Rossi, pocas pero decisivas como cuadra al arquero de un equipo grande. Y en la de enfrente, pudo compensar las graves lesiones que dejaron fuera de carrera a Sebastián Villa y Exequiel Zeballos. Un gol le fue suficiente a Boca para ganarles a Defensa y Justicia, River, Lanús y Vélez sin jugar bien y a veces, hasta haciéndolo mal. El resto corre por cuenta de una línea de cuatro que, con diferentes integrantes y formaciones (han pasado por allí Advíncula, Weigandt, Zambrano, Figal, Roncaglia, Rojo, Aranda, Sandez y Fabra) no dejado de cumplir su misión esencial: que el arco boquense quede en cero. Como ha sucedido en siete de los trece juegos de la serie invicta.
Además, y en aplicación de una política que baja del Consejo de Fútbol, Ibarra ha echado mano a la sangre nueva que viene de las divisiones inferiores y le da una oportunidad de mostrarse y consolidarse que acaso ya no tenga en 2023 cuando la fiebre copera obligue otra vez a ir en procura de refuerzos de presunta jerarquía. El domingo ante Vélez, fueron titulares Gabriel Aranda (21 años), Alan Varela (21) y Luca Langoni (20) y estuvieron en el banco Marcelo Weigandt (22), Agustín Sandez (21), Nahuel Genez (19), Cristian Medina (20), Simón Rivero (19), Luis Vázquez (21), Brandon Cortés (21), Maximiliano Zalazar (21) y el goleador Gonzalo Morales (19).
Esa química entre los juveniles que piden pista desde abajo y los jugadores expertos que quieren desquitarse de la eliminación de la Copa ha sido uno de los impulsos que ha recibido Boca para rehacerse y volver a ir por todo. La otra está en el fondo de una historia que empuja a ganar y ganar y que acaso en menos de un mes, abroche dos estrellas más en un escudo en el que siempre hay lugar para un poco más de gloria.