Si algo faltaba para que el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, deba desechar su ya estropeado traje de paloma que su equipo de propaganda y los medios de comunicación fabricaron para pintarlo de “demócrata centrista y moderado”, es la actitud persecutoria y criminalizante que su gobierno lleva adelante contra los estudiantes secundarios, sus familias y docentes.
Las tomas y pernoctes en escuelas públicas porteñas son consecuencia directa del desfinanciamiento y el desprecio a la educación pública que viene ejerciendo Juntos por el Cambio año tras año. La lucha del movimiento estudiantil obligó al larretismo a mostrar su verdadero rostro. Lo esencial de su reacción descalificante, coercitiva y represiva está fundada en un precepto ideológico: los estudiantes no pueden ser sujetos políticos que asuman ideas e identidades, y consecuentemente se organicen y luchen en defensa de sus intereses sociales y culturales. Solo deberían ser jóvenes pasivos, apolíticos, o mejor aún antipolíticos, “neutrales” ante los problemas del país, ensimismados en sus individualidades, y prepararse para ser mano de obra eficiente en el mundo de las empresas privadas.
Sus reclamos y reivindicaciones son legítimos: viandas malnutridas y muchas de ella en mal estado, abandono en materia edilicia, pasantías obligatorias no remuneradas y con tareas denigrantes en empresas privadas, y además, el rechazo a la decisión del Ministerio de Educación porteño de obligar a los docentes a trabajar los sábados. La respuesta de Rodríguez Larreta y su ministra estrella fue la intimidación penal a las familias y el envío de patrulleros a las puertas de las escuelas para espiar a los estudiantes, continuando con la obsesión de su jefe Mauricio Macri de practicar el espionaje a propios y extraños.
Podría interpretarse este movimiento halconezco de Larreta como un reflejo electoralista en medio de la interna que mantiene con Patricia Bullrich y Javier Milei, en el afán de disputarse el espacio político-cultural de derecha del electorado porteño. La raíz de esta reacción está relacionada con la ideología y el modelo de país que viene pergeñando desordenadamente el macrismo, que se expresa en su estrategia comunicacional difundiendo discursos de odio y creando un clima que incluye violencia política, y estigmatización de quien cuestiona al poder. La descalificación a los y las estudiantes y a su lucha no es más que una fase de esa estrategia que construye “culpables”, que deben ser desterrados del espacio social y político. La vida y la historia demuestran que los actos violentos son precedidos por la creación de una emocionalidad primitiva que rechaza lo diverso y que degrada al que piensa y milita otra opción política, de forma tal que justifica el pensamiento y luego la acción de eliminar al ser aborrecible. Esa es la esencia y causa del atentado demencial contra la vida de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
No es casual que, en este contexto, la carta pública del jefe de gobierno porteño difundida en su cuenta oficial de Twitter se titule “Hay un modelo de país que se está acabando”. La misiva apunta a estudiantes, sindicatos, movimientos sociales y culturales, feminismos e inevitablemente contra todos los que representan a “minorías violentas que le marcan el ritmo al país”. En realidad, el país que fracasó fue el que lideró su mentor Mauricio Macri de 2015 a 2019. Lo cierto es que para implementar el mismo plan neoliberal de su predecesor, pero en 100 horas, como prometió Rodríguez Larreta ante el establishment en el Llao Llao, se necesita que no haya un pueblo, ni organizaciones, ni una democracia vigorosa, ni sujetos políticos activos y movilizados que lo resistan. He aquí la punta del ovillo para clarificar por qué el alcalde Rodríguez Larreta y su ministra candidata se ensañan con los estudiantes secundarios porteños.
La reacción autoritaria de Rodríguez Larreta y la ministra Soledad Acuña no solo intenta encubrir el sistemático abandono de la escuela pública en la Ciudad de Buenos Aires. También se propone lisa y llanamente negar al movimiento estudiantil, y que no se sienta heredero de grandes disputas históricas como las reformistas de 1918, la participación de los estudiantes con los obreros en el Cordobazo y la lucha por el boleto estudiantil en plena dictadura cívico militar. Rodríguez Larreta busca quebrar esta gran tradición del movimiento estudiantil de organizarse y luchar por sus derechos y por una nación democrática, igualitaria y soberana. Se trata de clausurar todo tipo de conciencia política de la sociedad y especialmente de la juventud, ya que arrastran un temor visceral y de clase, a su natural rebeldía frente a las injusticias y arbitrariedades de los poderosos.
Son gravísimas las últimas declaraciones de Macri, quien llegó a manifestar impúdicamente que “el liderazgo se tiene que bancar gente en la calle y muertos”, en clara referencia a la conducta represiva que propone como programa de un posible gobierno emergente de las elecciones en 2023. Una suerte de revanchismo bolsonarista oligárquico de Recoleta y aledaños. En su ideología se encuentra la explicación a la reacción autoritaria y opresiva, y su negación a la participación estudiantil en la gestión educativa. De allí que no habría que hacer lecturas automáticas, por aquello de que Rodríguez Larreta tiene impunidad mediática, consecuentemente esta cruzada contra la juventud le será “redituable”. Una gran parte del pueblo porteño rechaza este ataque a los jóvenes estudiantes.
Atrás quedó el intento de teatralizar la represión cuando valló la casa de la vicepresidenta, con aquella conferencia de prensa modelada por especialistas en marketing junto a sus funcionarios y dirigentes del PRO, coucheados para aparecer con un artificioso rostro de aflicción, acusando a las víctimas de su policía brava de apóstoles de la violencia. Ahora muestra su verdadera cara sin su falsa sonrisa congelada para la foto, exponiendo la ideología refractaria a los intereses y demandas de las mayorías democráticas de nuestra ciudad.
* Juan Carlos Junio es secretario general del Partido Solidario y presidente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.