En la Argentina desde el 2010 viene en baja la tasa de embarazos no intencionales en adolescencias. En 2020, 53.260 adolescentes fueron madres, 7 de cada 10 adolescentes no había planificado ese embarazo y en menores de 15 años esa cifra aumenta a 8 de cada 10 porque muchos de estos embarazos son consecuencia de abusos y violencia sexual, según datos del Ministerio de Salud de la Nación.
“El embarazo no intencional en la adolescencia es un fenómeno complejo con múltiples determinantes y por lo tanto no existe una sola respuesta. Todas deben ser coordinadas porque no solo tiene impacto en los trayectos educativos sino también en lo social y laboral”, explicó Viviana Stinermann, coordinadora del Programa Adolescencias a La Rioja/12.
“En nuestro país desde el 2010 fue bajando la tasa de embarazos no intencionales en adolescentes de entre 15 y 19 años. En La Rioja, en el 2019 sobre 5320 nacidos vivos, 583 fueron en adolescentes, es decir el 11%. En el 2020 el porcentaje bajo al 9% y sobre 4562 nacidos vivos, 417 fueron en adolescentes”, explicó la psicóloga que es parte de las asesorías, un eslabón dentro del plan nacional.
Se trata del plan Enia una iniciativa coordinada por los ministerios de Salud, de Desarrollo Social y de Educación de la Nación que se lleva adelante en 36 departamentos de 12 provincias y apunta a sensibilizar sobre la importancia de prevenir el embarazo no intencional en la adolescencia; potenciar el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos; brindar información sobre salud sexual y reproductiva y métodos anticonceptivos en forma gratuita en los servicios de salud; y fortalecer la prevención del abuso, la violencia sexual, el embarazo forzado y el acceso a la interrupción del embarazo (IVE-ILE).
“La falta de información, de acceso a los métodos anticonceptivos y hasta situaciones de violencia y abusos sexuales” son algunas de causas de los embarazos no intencionales, y por ello es fundamental “garantizar los derechos de adolescentes al acceso gratuito de métodos anticonceptivos, la educación sexual integral y asesorías en las escuelas, la consejería en salud sexual y reproductiva y las actividades de promoción comunitarias”, comentó Stinermann y agregó que “es importante habilitar el dialogo y el acompañamiento sobre la sexualidad”.
En este sentido, consideró que “hay que hablar sobre las relaciones consentidas, trabajar y reflexionar sobre los estereotipos de lo que significa ser varón y mujer”. “Deben acceder al sistema de salud y quienes acompañan brindar apertura y empatía; no dar todo por sabido y aplicar lo que se llama transparencia activa en el acceso a la IVE e ILE. Muchas veces por falta de información o por vergüenza no preguntan”, comentó en relación a la población adolescente.