La elección en Brasil, donde Luiz Inácio Lula da Silva (PT) cosechó el 48,4 por ciento de los votos y Jair Bolsonaro (PL) el 43,2 por ciento, por lo que habrá una segunda vuelta, sorprendió a muchos. Sorprende que el 43 por ciento vote a un personaje como Bolsonaro.
Sin embargo, todo esto hay que meditarlo con sus pro y sus contras. Tengamos en cuenta que estuvo el sonsonete de corrupto, la invocación de Cristo en la cruz mostrando a Lula como satanás, la leyenda de que vendría la dictadura comunista y cuantas idioteces gorilas se reproducen. Y que pese a todo esto, Lula casi llega al 50 por ciento de los votos.
Entonces, ¿la botella está medio vacía o medio llena? Claro que asusta el 43 por ciento de Bolsonaro. Pero en tiempos difíciles es cuando surgen estos personajes y obtienen seguidores. El caso del nazismo. Se encaramó en el poder en tiempos de crisis y de la insensatez de los vencedores de Versalles. Y llegó al poder porque no había un Lula alemán. Había una socialdemocracia tímida, acosada y sin líder.
Ahora que en Europa la cosa no anda bien, gana la señora Meloni. Y el lugar del judío sucio, maloliente, corruptor y violador lo ocupan los extracomunitarios que pueden llegar. Porque otros llenan con sus cadáveres el Mediterráneo.
De todas maneras, bueno es advertir ahora que ya no puede negarse al mirar el mapa electoral de Brasil y notar la marcada diferencia entre el sur y el norte. Durante años se mantuvo la leyenda del Brasil cordial. De la convivencia ética. Eso es falso. En toda nuestra América la cuestión de clase se mezcla con el racismo y el temor al supuestamente inferior y criminal.
De todos nuestros países, todos ellos cruzan estas discriminaciones. ¿Podemos ignorarlo? ¿Podemos negar el racismo Argentina? Fue mucho más dinámico, pero porque nunca tuvimos un sistema esclavócrata fuerte. Pero eso no nos salvó tampoco del genocidio de originarios, del racisimo contra el mestizo, luego contra el inmigrante, gringo degenerado, anarquista, socialista, sindicalista y después contra los cabecitas negras y nuestros hermanos de los países vecinos.
Brasil fue distinto. El traslado de la economía de la azúcar descalabró el norte y la intención de blanquear al Brasil importando población blanca al ser. Eso dejó una huella que todavía no se puede borrar. El imperio fue esclavista, pero es verdad que salvó la unidad del país, que de otro modo se hubiese balcanizado, como sucedió con nuestras colonias españolas.
No deja de ser un triunfo de Lula aunque no haya alcanzado el 50 por ciento más uno.