Graciosas criaturas
En ediciones pasadas, habían sido perros los que habían levantado el trofeo mayor, pero este año el honorable jurado ha otorgado el galardón a gatitos. Torpes mininos, para más precisiones, que como si de dibujitos animados se tratara, se chochan de frente, robando sonrisas o, por qué no, alguna que otra carcajada al espectador. Después de todo, esa es la meta de los Comedy Pet Photography Awards, certamen que premia instantáneas divertidas, chistosas de mascotas. Con fines benéficos, dicho sea de paso, y empática intención añadida: concientizar sobre el bienestar animal a lo largo y ancho del globo. Entonces, dicho está, la foto triunfante ha sido “Boom Boom”, tal el título que le ha puesto su autor, el japonés Kenichi Morinaga, a la pieza que salió primera entre otras dos mil en competición, tomadas en diferentes países. El nipón asegura ser aficionado a tomar imágenes de felinos callejos, sobre los que dicen: “Realmente me levantan el ánimo”. De hecho, tiene previsto invertir las dos mil libras que ha recibido por la foto en viajes a distintas islas de su país natal para continuar capturando a gatitos haciendo travesuras y “así seguir haciendo sonreír a la gente”. También se le ha otorgado la chance de que elija una organización benéfica a la que donar cinco mil libras y, obviamente, ha elegido una protectora felina, The Cat Welfare Group. “A través de fotos divertidas espero que el mundo algún día sea más amable, y que los animales no sean abandonados ni maltratados”, ha sido la rotunda reflexión del oriental. Que la ha tenido difícil, a juzgar por otras fotografías destacadas; por caso, en la categoría “Perros”, aquella del can Nilo que juega desencajado con un rociador de agua en el jardín. Alpacas “fumando”, caballos gritones, otros perros (uno parece manejar un coche), otros gatos (jugando al ajedrez, intentando sostener un celular, etcétera), entre los entrañables finalistas del concurso.
Pan y circo
Son más de dos millones las personas que, embelesadas, siguen @everyslice_: una cuenta de TikTok completamente dedicada a mostrar cómo un tipo corta hogazas de pan. “Cada rebanada tiene su historia”, asegura The Bread Guy, tal el seudónimo del muchacho tras la propuesta, que elige no mostrar su rostro en cámara y solo encuadra lo que verdaderamente interesa: el pan, el cuchillo, la tabla de cortar. Pues bien, si hasta aquí el asunto suena extravagante, hay una inesperada vuelta de tuerca en esta iniciativa porque, contra todo pronóstico, este alimento básico elaborado a base de harina, levadura, agua y sal... predice el futuro. Al menos, eso intenta instalar el misterioso joven, que invita a sus tantísimos seguidores a “hacerle una pregunta al pan”. Y alguna gente –que evidentemente ha perdido la confianza en los horóscopos– arrima intrigas que le quitan el sueño. “¿Encontraré el amor?”, “¿Seré feliz?”, “¿Alguna vez pasaré por un tipo normal?”, algunas dudas que viene despejando el alimento, improbable gurú cuya fiabilidad es, bueno, nula. Pero ¿cómo funciona la cosa?, querrá saber algún lector previo a correr a solicitar vaticinios con miga. Fácil: si una vez cortada, la rodaja cae para un lado, la respuesta es sí; si cae para el otro, no. Pero, cuidado, que la cuenta no vive exclusivamente de ofrecer augurios, pronósticos, predicciones, gran servicio a una humanidad que detesta la incertidumbre. Oh, no: el poder del oráculo a veces está en pausa, y The Bread Guy se limita a cortar la hogaza sin segundas intenciones, amplificando el sonido registrado al palo, para que sus –repetimos– ¡más de dos millones de seguidores! disfruten de los ruiditos como relajante ASMR, hambrientos de un contenido que podrían generar ellos mismos, yendo a la cocina.
Cuenta conmigo
“Contá ovejitas”: desde tiempos de Maricastaña está en boga este consejo, ofrecido buenamente a quienes intentar conciliar el sueño y no lo consiguen. Para sus defensores, se trata de un ejercicio casi meditativo que, de tan tedioso, presumiblemente induce al plácido y profundo descanso. Salvo que precisamente por ser muy aburrido, no son pocos los que se dispersan del conteo, o las ovejas se le reviran y vuelven a la cabeza las preocupaciones que justamente lo tienen con insomnio. Como sea, la vieja sugerencia para atraer a Morfeo –simple, rítmica, repetitiva– está tatuada en la cultura popular de tantísimos países, y ahora cobrará vida en el condado de Sussex, al sur de Inglaterra. Sucede que una empresa especializada en “tecnología del sueño” (o sea, vende colchones) llamada Emma Sleep ha creado una experiencia que inaugurará el año próximo, para la que está sorteando dos lugares: Shleep Sanctuary, como le ha bautizado, invita a pasar la noche en una idílica granja, en una tienda transparente con comodísima cama de doble plaza. Un glamping, en resumidas cuentas, que conjuga el lujo y confort de los mejores hoteles y la experiencia del acampe, donde podrán ver las estrellas pero, hete aquí el asunto, se les propondrá a los huéspedes... contar ovejas. Literales. Una manada pastará en los alrededores, ubicadas allí adrede, para que los somnolientos procedan al conteo que les garantizará caer redondos, no sin antes haber tenido una cena pituca, una clase de yoga, un paseo por sus rincones. La idea, según la compañía, nació tras enterarse de que, según una encuesta reciente, los ingleses están teniendo problemas para dormirse. El 21 por ciento ha dicho que se queda despierta hasta altas horas preocupada por el aumento del costo de vida, mientras que al 23 por ciento le pasa ídem por el estrés del trabajo. De allí la idea de brindar un espacio para desconectar del día a día y conciliar el sueño contando ovejas reales.
De tatuajes y derechos de autor
Jamás se habrán imaginado las mentes detrás de 2K Games, empresa de videogames norteamericana, que tendrían problemas en la Justicia por hacer que los personajes de sus juegos de la NBA sean demasiado realistas. O más bien, por haber recreado con demasiado detalle ciertas características de algunos jugadores de la prestigiosa liga de baloncesto: sus tatuajes. Antes que nada, aclaración pertinente: no todos los avatares han resultado un dolor de cabeza para esta firma gamer, solo los de los atletas Danny Green, LeBron James y Tristan Thompson, y por apenas un manojo de tattoos; seis en total, en honor a la exactitud. El inconveniente es que un tatuador de Cleveland llamado James Hayden, quien otrora diseñó y eternizó los dibujos en la piel de los mentados deportistas, dice que los tattoos son obras de arte de su autoría, que incluso están registradas en la Oficina de Patentes de Estados Unidos, y que las han recreado sin su consentimiento. En verdad, el hombre –que es dueño del local Focused Tattoos– había presentado su demanda contra 2K Games en 2017 por uso no autorizado de su trabajo, pero recién ahora un juez federal de Ohio ha dictaminado que efectivamente estos tatuajes gozan derechos de autor. Así las cosas, no todo está dicho: ahora le toca a un jurado dictaminar si la empresa incurrió en delito por incluirlos en su popular serie de videogames NBA 2K sin tener el visto bueno del tatuador y sin haberle dado cash. Mientras espera que llegue ese momento, 2K Games se muestra picante; sigue sosteniendo, por caso, que los diseños de Hayden no son lo suficientemente creativos u originales para justificar los derechos de autor. Además argumentan que, como lo suyo no va por la tinta, no han sacado rédito de los diseños de ninguna manera. Y que, al final del día, son pequeños e insignificantes en el juego; apenas se ven en pantalla, difíciles de distinguir cuando los avatares se mueven. Por otra parte, piensan que los deportistas tienen un permiso implícito para mostrarlos en fotos, tevé y, cómo no, videojuegos; después de todo, pagaron por esos tatuajes. Habrá que ver qué piensa el jurado llegado el momento, si les da la diestra u obligan a compensar al artista denunciante. De coincidir con el tatuador, algunas personas están preocupadas de que pudiera sentar precedente: ¿acaso significaría que la gente entintada no tiene control absoluto sobre su propia imagen?