En estos días, acontece en Londres un evento colosal: Africa Fashion, ambiciosa muestra que explora la potencia y originalidad de la moda africana desde la década del 50 hasta la actualidad, tomando por inspiración lo que antaño dijera el escultor ghanés El Anatsui: “La tela es para nosotros lo que los monumentos para los occidentales”. En cartel en el V&A Museum de Londres hasta el próximo abril, “esta exhibición es una forma de activismo glamoroso que celebra la inabordable y vibrante creatividad del continente”, afirma la historiadora de arte y diseñadora Christine Checinska, curadora principal de una exposición que reúne cientos de prendas, también sketches, fotos de archivo, videos, donde se observan deslumbrantes colores, texturas, patrones…
“No hay una única estética africana”, aclara Checinska, pronta a admitir que “mostrar todas las modas de una región tan vasta y diversa es simplemente imposible”. De allí que aclare que la exposición (que “se centra en la abundancia, no en la escasez”) es apenas un atisbo de este inmenso y maravilloso universo; una selección en la que no solo ha tenido voz y voto su equipo sino además voces expertas consultadas y un grupo de jóvenes de la diáspora. Dicho lo dicho, Africa Fashion es la exhibición sobre moda africana más grande que se haya montado en Reino Unido. Se trata además de la primera que organiza el prestigioso V&A Museum sobre este tópico en sus 170 años de historia dedicada al diseño. “Llega tarde, pero es un primer paso hacia una institución más inclusiva”, reconoce Checinska, que lleva dos años trabajando de sol a sol para hacer honor “a una escena ecléctica y dinámica” que históricamente “ha sido ignorada, subestimada y tergiversada por arraigados preconceptos racistas”.
Africa Fashion expone el trabajo de más de 45 diseñadores/as de unos 25 países, distribuidos en secciones que cruzan tópicos como sostenibilidad, raza, género, identidad… La primera parte de la colección se titula “Renacimiento cultural africano”, y funciona como una introducción a la moda poscolonialista, con atuendos que reivindican la propia soberanía y expresan las libertades conquistadas. Este momento de Africa Fashion “trata sobre cómo los textiles forjan identidades, y se enmarca en el renacimiento cultural que surgió en el continente a finales de 1950 y 1960 con las independencias”, apunta Cristina Belda, periodista especializada de El País que tuvo la fortuna de recorrer la propuesta y ver, por ejemplo, imágenes de Kwame Nkrumah, a la sazón primer ministro de Ghana, llevando una tela tradicional (kente) al momento de anunciar la independencia de su país del dominio británico en 1957. O bien, notables diseños de la modista Shade Thomas-Fahm, una de las primeras en abrir una tienda boutique en Lagos, en 1960, mismo año en que Nigeria deja de ser colonia.
Thomas-Fahm había viajado a Inglaterra en el ’53 para formarse como enfermera, pero acabó mudando de planes, decantándose por su verdadera vocación. Estudió moda en la Escuela de Arte de St. Martin y, tras recibirse, volvió a su tierra. Es entonces cuando inaugura la legendaria Maison Shade, donde bosqueja, confecciona y vende indumentaria creada a partir de telas tradicionales; aṣọ-òkè, àdìrẹ, akwete, entre ellas. Aunque honra la silueta y los materiales autóctonos, reinventa prendas típicas en pos de ofrecer practicidad y confort a su clientela, mujeres modernas y cosmopolitas; por caso, poniéndole una cremallera a un faldón que tradicionalmente se envuelve, para que pudieran moverse cómodamente.
Distintas piezas de Shade se exponen junto a obras de otros notorios pioneros de su generación que supieron conjugar pasado y presente con diseños que exploran las raíces sin obviar el toque contemporáneo. En la recorrida, se suceden prendas de, entre otros, Chris Seydou, “uno de los primeros en subir a una pasarela el bogolan (tela de algodón maliense tintada a mano con un barro especial); del ghanés Kofi Ansah; o del nigeriano Alphadi, que además fue el impulsor del Festival Internacional de Moda Africana”, conforme puntualiza la citada Belda.
La muestra llega hasta nuestros días, como se ha dicho, presentando a notables referentes que están revolucionando la escena internacional actual. Así, en el V&A Museum, cuelgan transgresoras prendas de la nigeriana Mowalola Ogunlesi, de carrera meteórica, que ha vestido a Naomi Campbell y Solange, entre otras; propuestas unisex del marroquí Amine Bendriouich, que cuestiona la hipermasculinidad de los muchachos de su tierra; trabajos de Kenneth Ize, una de las nuevas sensaciones de la industria que -a caballo entre la innovación y la tradición- plantea: “Muchos se creen que acabamos de inventar la moda en África, cuando cada país tiene una historia textil de siglos y siglos”.
“Ahora más que nunca, el diseño africano está escribiendo su propia narrativa, contando a la gente historias auténticas, no utopías”, manifiesta el joven modisto sudafricano Thebe Magugu, ganador del prestigioso premio LVMH, requerido autor que ha firmado colecciones como Prosopography (inspirada en las Black Sash, mujeres que en la década del ‘50 lucharon contra el apartheid) o Alchemy, del año pasado, donde explora los rostros cambiantes de la espiritualidad en diferentes regiones de África. Él también participa de este gran encuentro, donde puede verse cómo -aun respetando las herencias culturales- se están reinventando textiles, introduciendo nuevos patrones, tintes, fibras…
Para Checinska, estos y otros nombres “están a la cabeza de la moda contemporánea de vanguardia”. Y en muchos casos, con un enfoque ecológico que necesita ser tenido en cuenta: “Muchas de estas voces han quedado relegadas de las discusiones sobre el futuro de la industria, y ya es hora de que el mundo mire y aprenda de diseñadores y diseñadoras de África, que suelen terminar sus prendas con artesanos locales y mantener vivas tradiciones regionales. Es moda lenta y sostenible de principio a fin”.