Un libro puede ser un viaje, un tesoro y un rescate, todo al mismo tiempo. Al abrir Impresas políticas, la delicada edición de Capitana Editorial, salta de entre las páginas, suelta, una carta escrita en forma de cuento, con hojas muy pequeñas unidas por un hilo rojo. “Hola Marianita”, se lee en letras gordas, dibujadas con esmero. “¿Cómo estás mi nena linda?”. Las cartas que Liliana Arrastia le enviaba a su hija desde la cárcel de Devoto eran cuentos y también eran objetos, dibujos, hechos con lo poco que tenían a mano. Uno se lee como un caracol. Fue la forma de jugar a la distancia con sus hijes que encontró una de las tantas presas políticas detenidas durante la última dictadura cívico militar en la cárcel de Devoto. La escritura como refugio, como contacto, como resistencia política. Como lazo potente con el afuera. La escritura y el dibujo, lo dicho y lo que se colaba entrelíneas, las mil y una maneras de esquivar la censura con las entrelíneas. Todo eso y mucho más es este libro que nació de una inquietud: “¿Y si hacemos algo?”, se preguntaron las integrantes de Capitana. Lo que hicieron es un tesoro: un libro coral de múltiples texturas, para leer y mirar, con dibujos, facsímiles, recortes.

“Es marzo de 2018 y en la mesa de un taller de impresión nos reunimos alrededor de una sospecha. Queremos leerlas, pero no sabemos cómo ubicarlas. La invitación a una lectura en ocasión del 24 de marzo sembró una pregunta que ahora recogemos: dónde encontrar poemas de mujeres militantes de los 60 y 70. Pronto sabremos que ese camino embarrado, que nos devolverá pocos hallazgos durante nuestras primeras búsquedas, no tiene que ver tanto con inexistencias sino con dispersión, fragmentación”. Así arranca la introducción que no lleva firma, porque es una creación común entre Luciana Bertolaccini, Victoria Gómez Hernández y Cristina Rosenberg. Vicky y Cris comparten desde 2016 el taller Capitana. “Un taller de impresión que busca recuperar el oficio de imprenta tradicional negado a las mujeres a lo largo de la historia” y que tuvo su origen en el -entonces todavía se llamaba así- Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario. “Decidimos crear una imprenta artesanal que pueda materializar nuestro deseo de publicar algunas de las ideas y sensaciones que fuimos atravesando en esos días. Desde entonces comenzamos el camino hacia la conformación de Capitana, convirtiendo a la misma en nuestra fuente de trabajo, nuestro cuarto propio, una poesía al oficio, una expresión feminista y un acto poderosamente político”, se lee en su página web.

Luciana se sumó para la editorial. Con ese primer deseo de encontrar voces de mujeres militantes de los 70, las “Capitana” entraron en un espiral de encuentros y voces. “Las chinches. ‘Devotis amiguitus’ (o esos ‘interesantes bichitos’) es una carta fechada el 19 de septiembre de 1976, escrita por Laura Ojeda. Las chinches estaban haciendo estragos entre las presas, Laura lo transmite con humor. Un texto sin firma, insertado como una ficha en una cartulina azul, pegado entre las hojas, antecede a la carta. “Ante el dilema de dejar de escribir o aceptar la censura, decidí probar con una alternativa: escribir sobre temas intrascendentes, superficiales o bobos y entremedio no dejar de denunciar los continuos traslados de pabellón a celdas y viceversa, las requisas, represalias y la promiscuidad del encierro. Este tipo de cartas, que aparte les resultaban divertidas a mi hermana, les demostraba que estaba entera y de buen humor, que resistía. Curiosamente, esta carta llegó sin tachaduras ni borrones, con el famoso sello de censura, pero sin tapar el texto. Entre líneas sólo sabían leer quienes nos conocían y nos amaban”, dice la autora. Así, el libro va armando capas de lectura, formas de entrelazar violencias, estrategias, resistencias, presente y pasado.

Las voces de las presas rosarinas de Villa Devoto llegaron, en avalancha, después de un contacto en particular. “Una tarde de nuestro invierno húmedo reunidas en un bar del centro de la ciudad aparece un dato entre todas las anotaciones hechas después de una conversación con alguien que podría seguir acercándonos material. El mail de una ex presa política detenida primero en Rosario, luego trasladada a la cárcel de Villa Devoto. La contactamos. Hacemos la pregunta. Tenemos respuesta. Ellas están ahí, en todos lados, y podemos hacer enlace. Lo que sigue es algo que nunca hubiese entrado en esos primeros borradores y esquemas que intentamos. Ex presas políticas, militantes, protagonistas. Lanzamos una consigna y esa consigna nos arrolla a nosotras”, sigue el relato introductorio que da marco a una verdadera aventura por distintas voces. Hay poesías, varias, hay relatos, hay dibujos y cuentos dirigidos a niñes.

El final del libro está destinado a las biografías de las autoras, en primera persona, acompañadas por sus fotos, tramadas y coloreadas a tono con el texto. “Escribir significa la vida misma”, cuenta Alicia Kozameh allí. Escritora consagrada, ha publicado cuentos y novelas. Por su parte, Ana Esther Koldorf traza una línea entre fechas: el 29 de mayo de 1976 la detuvieron, ese mismo día, en 1984, nació Julio, su hijo. “Sentí que la vida me había compensado”, escribe. Para Elida Deheza, “escribir es un acto de resiliencia. Me salvó de morir de pena”. Irma Antognazzi comparte: “A los 82 años me pregunto un poco en broma, un poco en serio a qué me voy a dedicar en la vida. Trato de lograr con la mayor serenidad posible una adaptación activa para no quedar fuera de un mundo que se revuelve desde las tripas. Cuando me muera, sé que voy a extrañar mucho la vida y me río por la ocurrencia”. Para presentar su imagen, Laura Ojeda elige una foto con Milagro Sala y asegura que “quizás cuando lean esto yo estaré mirando un atardecer (o un amanecer) frente al mar y si no es así, sepan que es lo que quiero apasionadamente”. Liliana Arrastía se ve en medio de un collage con los dibujos que enviaba a su hija. “En la actualidad participo en la Colectiva Nosotras ex presas políticas y en espacios sociales y de derechos humanos”, rescata en su texto. Margarita Drago reside en Nueva York, adonde llegó cuando salió de la cárcel de Devoto con derecho a opción. Es profesora universitaria. “Otra de mis pasiones, además de la docencia y la escritura, es la pintura”, exhibe. Desde Canadá, María del Carmen Sillato cuenta: “La escritura ha sido un punto fuerte en mi vida”. Marta Ronga, en cambio, vive en Rosario. “Para el 2000, con el cambio de siglo, vino la avalancha reparatoria de la escritura. Así nació mi primer libro, Seda Cruda”, expresa.

Impresas políticas condensa distintos sentidos de la escritura, los yuxtapone. El primer texto, de Irma Antognazzi se llama “Quince minutos de visita de contacto con los hijos” y cuenta lo que ocurrió con Ernesto, de cinco años, en esos breves momentos.

-¡Y vos, ¿por qué no salís de aquí?

-Y… ¿cómo hago, no ves que está lleno de guardias?

Los penitenciarios, armas en mano, recorrían el muro alto como en las películas. Muy tranquilo me da la receta.

-Dale, tomate una pastilla y hacete invisible, se puede.

-¿Te parece?

-Sí, y si no, podés salir en un caballo volador.

-Mirá los guardias, no sé.

-Pero si no podés salir ¿me querés decir cómo entraste?.

“Fue una dulzura increíble”, rememora la autora.

Impresas políticas dialoga con otras producciones colectivas: “Nosotras, presas políticas”, presentado en 2006, que recoge las experiencias dentro de la cárcel y “Nosotras en libertad”, publicación online que nació en pandemia para rescatar los recorridos vitales posteriores de aquellas detenidas. La búsqueda de Capitana Editorial da otro paso, el diálogo intergeneracional que enlaza memoria con la política candente.

“La memoria no se traduce en un mandato perezoso. La sola determinación no es suficiente para dar todas las respuestas que se exigen. En el mismo ejercicio de albañilería es que la pregunta por la memoria desestabiliza y entonces, surge para entender la historia, darle forma”, dicen las editoras en un texto introductorio que hace mucho más que introducir. “Juntamos nuestros retazos y los reunimos con los de las muchachas que componen este libro y en ese magma caliente, sucio y no siempre fácil de amasar, lo que sigue encontró su propia forma. Se lee así, desparejo e inclinado”, proponen.

Las editoras Cris Rosenberg, Victoria Gómez Hernández y Luciana Bertolaccini participarán el próximo jueves 13, a las 18, de la charla “Vueltas y revueltas, cárcel y escritura en los setenta”, en el Centro Cultural Paco Urondo (25 de mayo 201 CABA), junto a Angela Urondo Raboy, escritora y dibujante, la historiadora Débora D’Antonio y las integrantes de Nosotras en libertad, ex presas políticas de la cárcel de Devoto: Silvia Asaro, Isabel Eckerl, Berta Horen y Liliana Rossi.