“Venecia la aplaudió, Buenos Aires la aclamará”. La frase del anuncio buscaba asociar la recepción que la película argentina obtuvo en el festival internacional de cine y reforzar la expectativa del público porteño para el estreno anunciado para el 9 de octubre de 1952. De ese anuncio y de esa primera proyección comercial en el Gran Rex nos separan setenta años. La publicidad reponía la escena final donde aparecía la pareja protagónica: la actriz italiana Adriana Benetti y el actor y cantante Hugo del Carril. La producción anunciada como Infierno verde hasta unos meses antes era la cuarta que dirigía Hugo del Carril.

El catalán Eduardo Borrás trabajó sobre el guión de Las aguas bajan turbias. En los primeros fotogramas aparece como autor del libro cinematográfico. Esa reposición omite otro nombre: el de Alfredo Varela, autor de El río oscuro, texto en el que se basa el relato de la película. Novela y film narran la condición –unas décadas antes– de los trabajadores en las plantaciones de yerba mate y de la madera en el Alto Paraná. Confluía en ese nombre el límite entre el noreste argentino y las tierras fronterizas de Paraguay y Brasil. Las condiciones de explotación, el trabajo esclavo, el trato humillante, las golpizas y las muertes al intentar huir de esa ignominia regulaban la vida de quienes ahí trabajaban. El Estado no intervenía y los patrones imponían sus reglas de sometimiento.

Las aguas bajan turbias fue un explícito homenaje a Prisioneros de la tierra, de Mario Soffici. Ambas destacan que la explotación cruel del mensú era un hecho cotidiano en tiempos precedentes. Algunas interpretaciones insinúan que en Las aguas… la solución llega por la vía de la sindicalización rural basada en el ideario peronista. Aunque se hable de los sindicatos, la película no explicita eso. También apela a la violencia y la insurgencia de los sometidos. Pero la visita de Del Carril –cantor oficial de la Marcha– a la cárcel donde estaba alojado Varela –escritor y militante del Partido Comunista– para conversar sobre la posibilidad de esta empresa en común, despertaba sospechas entre quienes apuntaban los desvíos de los heterodoxos.

¿Por qué este film sigue vigente tantos años después de su estreno? Las aguas bajan turbias es quizás la expresión del cine social que el mismo director retomó en Las tierras blancas y en Esta tierra es mía. O el mojón para quienes retomaron algunas escenas al pensar sus películas: sea en la sucesión de los rostros de las víctimas al cierre de La hora de los hornos, tan similares a los mártires de los yerbales sobreimpresos a la voz del locutor cuando dice que “la muerte de Báez, Rufino Peralta y de tantos otros, no había sido inútil”, sea a los estaqueados de Las aguas… y de Los hijos de Fierro; o en la dedicatoria que enlaza el nombre de Del Carril al de Cámpora, Carpani, Walsh, los trabajadores, los estudiantes y el Grupo de Cine Liberación en Perón, sinfonía de un sentimiento. O en la consideración que Glauber Rocha tuvo sobre la obra de Del Carril, a quien entrevistó en la Red Tupí de Televisión.

Las aguas bajan turbias sigue hoy vigente en cada denuncia por los desmontes, en el pedido de una ley de humedales, en la contratación de mano de obra inmigrante en las peores condiciones. Forma parte de la denuncia al pliegue entre el desguace extractivista y la explotación ilimitada de las personas.


*Licenciado en Sociología (UBA). Autor, junto con Javier Trímboli, de Los ríos profundos. Hugo del Carril/Alfredo Varela: un detalle en la historia del peronismo y la izquierda (Eudeba).