Masas e identificaciones

En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud se diferencia del planteo individualista y anti-colectivo de Le Bon, valorizando ciertas vertientes éticas e intelectuales de las masas. Además demuestra cómo bajo la aparente simpleza del contagio afectivo por sugestión, se desarrollan lazos libidinales, eróticos y tanáticos, entremezclados con complejísimos procesos identificatorios. Destaca tres identificaciones: la primera, un tanto misteriosa, identificación preedípica al padre que sentará las bases sobre la cual se establecerán luego las relaciones objetales, que posibilitarán las otras dos identificaciones edípicas a partir de las cuales se organizará el Ideal del yo y el ser hablante se incorporará a la civilización. Esta misteriosa primera identificación se aclarará con el mito de la horda primitiva desarrollado en Tótem y tabú, en el cual los hermanos sometidos al jefe tiránico se rebelarán y lo asesinarán para luego devorarlo en un banquete. Se tratará allí de la incorporación del símbolo por la vía oral canibalística. Como lo subrayó Carlos Quiroga, la incorporación del símbolo será inversamente proporcional al goce caníbal. A mayor incorporación simbólica, menor violencia desbocada. Esa incorporación queda asociada a la oralidad por ser esta la zona erógena que mayor estimulación recibe la criatura en sus primeros tiempos de vida.

La incorporación de la ley simbólica regula la vida de la comunidad de hermanos a partir de entonces. Se trata de una ley necesaria aunque no suficiente. Un excedente pulsional siempre desborda los encauses legales. De allí resulta que la vida comunitaria no se encuentra nunca exenta de conflictos y el sujeto siempre dividido, en conflicto consigo mismo. Aun así, el respeto a esa ley es lo que impide que la humanidad se destruya a sí misma.

El malentendido capital

El principio del capitalismo que sostiene que los mercados se autorregulan en progresivo crecimiento quedó herido de muerte en 2008. En Argentina ya lo sabíamos desde 2001 por lo menos, pero era factible que muchos pensaran que lo sucedido era producto de la supuesta estupidez sudaca. Pero que en Estados Unidos, el centro de la genialidad financiera, el estado haya tenido que salir a rescatar a las multinacionales ha mostrado a cielo abierto el agujero lógico sobre el que se halla asentado el capitalismo financiero. Agujero que las acciones de dicho capital no dejan de agrandar día a día.

La angustia del siglo XXI es la de los hombres y mujeres desesperados ante la inminencia de ser tragados por ese agujero. Desocupados, homeless, deprimidos, paranoicos, etc, muestran los efectos de quedar afuera, a la intemperie. Si hace sesenta años los hippies querían salirse del sistema, hoy el sistema eyecta cuerpos sin inmutarse.

La lógica imperante se deshace sin que la humanidad encuentre alternativa. En la desesperación no faltan quienes se aferren a lo más básico de la estructura. Y lo primero a lo que regresa la libido, como lo muestra la neurosis, es al edipo. Luego retrocede un poco más hacia los fantasmas fundamentales, donde se organizan las satisfacciones sádicas y masoquistas, como el que desarrolló Freud en "Pegan a un niño" y cuando con eso no basta se llega hasta la violencia desatada ilustrada por el mito de la horda primitiva. En ese punto el Ideal del Yo ha quedado abolido y la pulsión desorientada se devora a sí misma. De allí que ante la angustia creciente provocada por la presencia de las inconsistencias del sistema capitalista, surja la tentación totalitaria, la violencia dirigida al chivo expiatorio, como vano intento de frenar la debacle y restituir el orden perdido.

El malentendido fundamental se produce cuando se cree que los que podrían restituir ese orden son justamente aquellos que más han hecho por horadarlo. El cinismo de esos sobreadaptados que se presentan como garantes del orden responde a la demanda de multinacionales y países desarrollados que precisan saquear las riquezas del tercer mundo para sostener la enclenque ficción del capital de la que viven.

La guerra en Ucrania, con el riesgo de una escalada global y nuclear, es una muestra de este callejón sin salida al que se ha arribado.

El intento de asesinato de Cristina es la versión de cabotaje orquestada por cínicos colonizados.

Neofascismos

El avance de grupos ultraviolentos, racistas, de semblante nazi-fascista no parecen ser iguales a los aparecidos en Europa durante el siglo XX. Si bien pueden aparentar cierta ideología nacionalista, su funcionamiento no obedece a esa lógica. Como se vio en Ucrania, con el batallón Azov como punta de lanza de la Otan, son parte de la fuerza de choque del capitalismo occidental. Algunos intelectuales progresistas europeos han llegado a decir que el capitalismo ya no necesita de la represión porque actúa por seducción. En Latinoamérica y otros lugares tenemos bien claro que decir eso es una tontería. Allí donde no usaron la fuerza fue donde la población ya estaba derrotada o como en el caso de Europa porque la amenaza de la Unión Soviética lo ameritaba. Estos neofascismos no son conservadores ni tradicionalistas. Son los sicarios enloquecidos del capital azuzados por los pseudoperiodistas que, respondiendo a los mismos amos, demandan sangre.

Alejandro del Carril es psicoanalista.