Veinte años es mucho y en todo sentido, si se piensa en la roncha popular que provocó Arbolito desde que, hacia 1997, le dio por empezar a transitar un trayecto por los bordes. De esos caminos que, como dice Miguel Cantilo, no sigue nadie. O siguen pocos. Diez discos, mucho riesgo, un crescendo independiente que, casi desde la nada, terminó generando un mundo musical, lírico, social y militante en sí mismo. Un suceso, al cabo. Tal vez “el” suceso folk-rock argentino del siglo XXI. “En estos días en que uno se pone sentimental, se da cuenta todo lo que fueron estos años... ¡un montón!”, refrenda Ezequiel Jusid, uno de los fundadores de la agrupación nacida en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. “Canciones, giras, grabaciones, reuniones, decisiones, contradicciones, amigos y compañeros; en fin, un camino largo que, de todas formas, no se siente pesado. Parece que fue ayer que pedimos plata prestada para comprar la chata, o que tocamos en el Luna, o que tomamos un avión juntos por primera vez... Todo se mezcla en la memoria y en los dedos”, sostiene el guitarrista, cantante y compositor, a punto de festejar dos décadas de música hoy a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460).

“Veinte años, hoy, para nosotros, es la mitad de nuestras vidas, o sea que es mucho”, considera otro Arbolito de la primera hora, Agustín Ronconi. También cantante, también compositor, también multiinstrumentista, como el rosarino Pedro Borgobello, que no está desde la primera hora, pero casi. “Veinte años son muchos kilómetros y compases recorridos, llegadas y partidas, familias y amigos. Diez discos, documentales, un libro, incontables tocadas en los lugares más inimaginables, y nuestro corazón puesto en cada sonido y cada palabra”, redondea el pelado que, junto a el tándem Ronconi-Jusid, más la indestructible base rítmica formada Andrés Fariña en bajo y Diego Fariza en batería, tiene previsto repasar temas de cuatro discos: Folklore, La arveja Esperanza, Despertándonos y Simples Volumen 1 (el resto queda para la segunda fecha, que será el 12 de agosto). “La idea es intercalar, para que no nos queden todos los temas hippies juntos”, se ríe Jusid, sobre una de las aristas de un show que contará con la presencia de gente históricamente ligada a la banda como Pablo Fraguela, Verónica Condomí, el Oso Reynoso y Santi Manukian, entre más.

–¿Qué les queda por hacer en este contexto que, en algún sentido, se parece bastante al de los orígenes de la banda?

Agustín Ronconi: –Buscar otro laburo (risas). Sí, es verdad, el contexto es muy similar al de los principios. Por un lado, cuando arrancamos todo era un “misterio” y de alguna manera nos considerábamos bastante escépticos, pero con mucha energía y poca vergüenza. Hoy sabemos bastante más sobre cómo son las cosas. Tuvimos la suerte de viajar mucho y poder tocar para mucha gente en festivales o movidas sociales, además de esa situación de haber tenido un Estado impulsando políticas culturales en las que en muchos casos nos hemos identificado, algo que no sabemos cuándo –o si– va a volver a darse. Por lo tanto, lo que nos queda es apostar a organizar nuestras fechas y giras de la mejor manera posible y que sean sustentables, algo que hoy es muy difícil.

Pedro Borgobello: –Lo que nos queda por hacer es estar, decir y cantar las luchas que están y las que vienen, que en muchos casos son las que estuvieron en algún momento durante estos veinte años.

–A propósito, ¿cuál es la mirada ideológica y cultural que tienen sobre lo que pasa en el país, en general, y en la música popular, en particular?

Ezequiel Jusid: –Son momentos difíciles para la cultura y las relaciones sociales. Ideológicamente, este tipo de gobiernos se hacen fuertes en el miedo, en que no te juntes, que no salgas mucho, que cuides el mango por las dudas, y eso a la cultura popular le hace mucho daño. En nuestro caso, que nos gusta mucho tocar en la calle, en fiestas de pueblos, se nos cortó bastante el circuito. No hay fiestas, no hay encuentros y muy pocos municipios gastan un mango en organizar algo. Encima, con la malaria que hay, es muy difícil cobrar una entrada que te banque una producción independiente digna. Pero ya pasamos por esto y no vamos a deprimirnos. Todo lo contrario, le ponemos más huevos y producimos, organizamos y participamos de todas las movidas que hagan falta.

A. R.: –Es que cuándo empieza a haber hambre, incertidumbre y enojo, se nubla un poco la vista. No es fácil tener una mirada desprejuiciada de las cosas, porque cambia la escala de valores y de prioridades. Estamos atravesados por un poder que hoy tiene todas las herramientas del Estado para quemarnos con más eficacia la cabeza. Se habla de cambio cultural, y ese cambio implica resignar derechos y, entre muchas otras cosas, dejar de vernos como latinoamericanos con un porvenir de lucha de justicia y libertad. En este contexto, gran parte de nuestro mensaje va a contramano y no es nada fácil difundirlo.

P. B.: –Estamos en un momento de vaciamiento cultural. Pareciera que se está buscando quitarle memoria y contenido a cada hecho cultural promoviendo el entretenimiento hueco, pero es en estos momentos de crisis en los que lo auténtico se hace más fuerte, porque es imposible frenar la cultura de un pueblo.

–¿Cuál es la fórmula para mantenerse durante tanto tiempo unidos?

A. R.: –No es fácil, pero tampoco difícil. La pasamos bien, sabemos acompañarnos en las crisis y, sobre todo, recibimos mucha onda y mucho agradecimiento del público, eso es pura energía para seguir. Como en todo, hay momentos mejores que otros, pero cada vez que subimos a un escenario pasa algo especial y no quisiéramos perderlo.

E. J.: –La amistad y el disfrute son importantes. Arbolito, músicos y técnicos, es un lindo grupo de amigos, que nunca se propone cosas muy locas. Cada paso es motivo de disfrute y festejo, y así vamos, caminando despacito.