¿Qué lugar ocupamos en el cis-tema del arte? Las ferias, bienales y exposiciones artísticas se atoran a sí mismas con producciones surgidas de su propia masturbación. Aun cuando habilitan márgenes para la exhibición de nuestras obras torcidas, el contraste sigue favoreciendo a la imaginación heterocis victoriosa. Solemos preguntarnos: ¿queremos estar ahí, formar parte de una escena diseñada para la circulación de un arte que nos convoca pero no nos incorpora? ¿Queremos ser incorporades?

El activismo responde lúcidamente: “aunque no sea un espacio para nosotres, ocuparlo —romperlo, agitarlo, transformarlo— depende de nosotres”. En esta línea opera la galería Valerie, cuyo trabajo está enfocado en la obra de artistas disidentes con producciones que hablan desde nuestros lugares de enunciación LGBT+. Su propuesta más reciente es la “performance duracional” que el artista Marcelo Estebecorena llevará a cabo este jueves en la inauguración de la nueva ArteBA.

Hechicera del Riachuelo

Marcelo Estebecorena, la “Hechicera del Riachuelo”, nació en Buenos Aires en 1976. Su formación no es académica y su campo de ensayo y práctica se posiciona entre las artes visuales, la performance, la fotografía, las artes escénicas y la poesía. Con su obra indaga “en lo monstruoso de sí, en el cuerpo propio como objeto de arte y en los gestos de intervención de las convenciones para generar la apertura a otras maneras de hacer-se y pensar-se”.

Hechicera es una performance que propone una crecida emocional y rítmica con la suma de las horas. Un territorio de transformación lírica”, explica Marcelo. “Estoy bastante ansioso por lo duracional de esta perfo. Nunca antes estuve tanto tiempo haciendo una obra. Lo máximo, hasta ahora, fue de cuatro horas. Para Hechicera, me estoy preparando como un deportista casi, como un atleta. Además, nunca estuve en un proceso de producción así, con estos montos. Rara vez tenemos les artistas la posibilidad de hacer una obra como queremos”.


Una práctica sensible

Hechicera va a tener lugar desde las diez de la mañana hasta las ocho de la noche. En vivo, voy a crear un paisaje sensible, de eso se trata. El montaje es parte de la performance: toda la creación de un universo de papel, cartón y látex irá dándose progresivamente durante las primeras horas de la perfo. En paralelo, estaré activando algunas imágenes más relacionadas con la poesía y con la danza, prácticas sensibles que tienen que ver directamente con el mundo que habito”.

“Soy ‘Hechicera del Riachuelo’ porque vivo en La Boca y reivindico la comodidad y la familiaridad que siento con este barrio, que me recuerda mucho al barrio donde yo crecí, en Entre Ríos”. Marcelo se ríe y agrega: “El nombre es por mis amigas: la mayoría son todas brujas. Me encanta cómo el movimiento feminista nos hizo repensar la identidad de las brujas”. Además, Hechicera “es un nombre que me permite hackear algunas prácticas que son del orden heterocis. Cuando a esas prácticas les cambiás el género, se ven absolutamente transformadas. Ni hablar de que intervenir espacios como ArteBA desde esta identidad genera preguntas tanto para mí como para el público”.

Los hilos de la producción

Marcelo admite que la producción de Hechicera no hubiera sido posible por fuera de una galería. “Estoy descubriendo esta instancia de trabajar con una organización que te acompaña y te sostiene en tu proceso como artista. Valerie está dirigida por mi amiga Jimena Lusi. Ella venía invitándome desde el año pasado, pero yo sentía que mi obra no estaba aún lista para trabajar con galeristas y ser expuesta en ferias como ArteBA. Valerie, además, es una galería independiente con mucho empuje. La mayoría de les artistas a quienes representa son amigues míes y me encanta estar compartiendo con elles este espacio”.

Aparte del apoyo de Valerie, Hechicera tuvo el auspicio de la Fundación Williams, cuyo representante Carlos Herrera acompañó todo el proceso de producción y desembarco en ArteBA. “No hay que olvidar que ArteBA es una feria, por eso es tan importante la intervención de Carlos como curador. Gracias a su conocimiento, la perfo puede convivir con el resto de las propuestas sin afectar el funcionamiento de estas, sobre todo de las que tienen ya asignado un espacio alrededor de donde se va a desplegar Hechicera”.

Historia de Valerie

Valerie es una galería de arte contemporáneo dirigida por la artista y diseñadora Jimena Lusi. Se trata de un espacio de cruce de lenguajes que tiene como núcleo las artes visuales y pondera el trabajo colaborativo entre artistas, diseñadorxs, músicxs, curadorxs y gestorxs. Jimena Lusi afirma que “en Valerie, nos excitan los desafíos y lxs artistas apasionadxs, la moda y el futuro, las girl-girls, las boy girls, los girl-boys y los boy-boys”. Entre sus artistas representadxs, se cuentan Leonardo Sánchez, Elías Leiro, Julieta Proto, Tomo Cabrera, Fanny Díaz, Valentina Quintero, Sofi Castro y Lucas Rimsky

Hasta el día de hoy, Valerie es “una galería nómade en la búsqueda de un espacio propio. Soñamos con una fábrica que pueda alojar la práctica de todes les artistas y hacedorxs de la galería a la vez. Nuestro nombre es un tributo a Valerie Solanas, la escritora estadounidense conocida por escribir el Manifiesto SCUM, publicado en 1967, a quien traemos como pregunta: ¿qué hubiese sido de la historia del arte, de la historia del pop, si ella hubiese tenido su propio The Factory?”.

Valerie Solanas es recordada por su arte y su activismo feminista. En 1966, escribió el guion de una película sobre un mendigo y una prostituta que odiaba a los hombres (se cree que ella misma sobrevivió durante un tiempo como mendiga y prostituta). Andy Warhol acepta, en 1967, representar a Valerie y producir la película Up your ass, pero enseguida admite haber perdido el borrador del guion sin dar mayores explicaciones. Ese mismo año, Valerie escribe y autopublica su Manifesto SCUM, una proclama que llama a “la destrucción de los hombres”. “Scum” significa, más o menos, “capa de mugre”. En su libro Popism, la Warhol considera a Solanas “una persona interesante y divertida”, pero admite su decisión de romper el vínculo con ella tras sentirse “asediado hasta el acoso” por los constantes reclamos de la artista damnificada.

En 1968, Valerie se dirige a The Factory, el estudio de la Warhol, y dispara unos cuantos tiros. En su declaración a la policía, ella argumenta que Warhol había robado su trabajo y que ejercía sobre ella y su obra un control asfixiante. A la luz de estos hechos, la pregunta de Lusi adquiere brillo y espesor: ¿qué sería hoy del arte si más artistas como Valerie hubiesen recibido más atención y justicia?