Julián della Paolera llega a la parada del subte, en Olleros, se disculpa por la breve demora y propone ir al McDonald's que está del otro lado de Cabildo, una avenida que en este lunes de primavera por la tarde, con el sol todavía ofreciendo algo de luz natural, es lo que se dice un hervidero de autos y peatones que van y vienen en todas las direcciones. El ritmo de la sucursal de Ronald se parece un poco al de la calle, ahí afuera. Hay música a volumen polémico, chicos que juegan a los gritos y empleados con mucha infancia en la cara, como decía Cortázar, que atienden, sirven y despachan con celeridad.
Julián pide un combo moderado y encara para el primer piso, donde hay otro clima. Es un pequeño paréntesis. Hay gente sola, hay parejas que se acurrucan con laptops y auriculares compartidos. La música no suena fuerte, permite el diálogo. Cada mesa es una isla. Julián se sienta en una que está sobre un rincón y arranca con esta merienda poco ortodoxa, más bien una cena temprana acorde con su vida actual en la que hay veces que se acuesta a las 21. Es que desde hace un tiempo, Julián cambió la noche por el día. Dice que está muy contento con su presente y así lo parece, pero recién se ilumina cuando empieza a charlar de las canciones de Truco menor, el nuevo disco de su banda Ok Pirámides. Un trabajo que refleja su buen momento personal desde un lugar extraño, desde la incomodidad que Julián sabe que el álbum genera. Lo dice y sus ojos brillan, su habla es más acelerada. Truco menor no ofrece hits. Es una búsqueda artística. Eso lo entusiasma.
“Me gusta mucho el disco. La verdad, me pasa eso: me gusta mucho. Estoy contento de que hayamos tenido el valor de hacer un disco así. De animarnos”, dice. Truco menor es, efectivamente “así”, más climático que efectista. Poco radiable para lo que se supone que debe ser un disco pop. Son ocho canciones que piden paciencia. “No sé lo que quiero decir”, son las primeras palabras que se escuchan. Julián las canta en “Están ahí” el tema que abre todo con un tono aletargado, sobre una base electrónica y guitarras encapsuladas, subterráneas, que forman una marcha en cámara lenta que se detiene de repente. Sin embargo, pese a la confesión del verso inicial, Ok Pirámides encontró qué decir y cómo. Le dio un nuevo enfoque a su sonido shoegaze, post punk, dub y psicodélico que en nueve años de carrera ya lleva cinco álbumes de estudio, uno en vivo y un EP.
“Es un disco que merece varias escuchas para ir entrando. En ese sentido es como los discos que más me gustaron y me marcaron cuando era chico, que llegué y no los entendí de toque, de movida. Discos que ahora son clásicos de los 90 como Screamadelica o Loveless, de My Bloody Valentine”, sigue Julián. El cantante y guitarrista, de 49 años, un referente del sonido alternativo de los 90 y los primeros 2000 con bandas como La Nueva Flor y Victoria Mil, todavía recuerda cuando volvió con su copia de aquel disco de Primal Scream publicado en 1991. “Yo quizás estaba esperando algo como Stone Roses o como Jesus and Mary Chain, sin distorsión, algo medio sixties, algo medio Manchester, que era lo que estaba pasando en esos días, entonces uno estaba esperando algo más de eso”, cuenta. Esa copia de Screamadelica comprada, según recuerda, en Fénix, la disquería que Alfredo Rosso tenía en la Galería Bond Street (“Ahí me compré varios discos básicos”), lo descolocó: “Me acuerdo que llegue a mí casa y... ¿Qué onda? ¿Es un remix? Remix no era una buena palabra en ese momento. Allá estaban todos de éxtasis pero acá no se entendía eso”.
Para Truco menor Julián atravesó un proceso similar. Junto a sus compañeros de banda (Juan Martín Ferreyra en bajo, Ignacio Jeannot en guitarras y Loló Gasparini en voces y coros, que además es su pareja y coautora de algunas canciones), tuvo que escuchar las canciones desde otra perspectiva, la que propuso Leonardo Ramella, o sea Emisor, encargado de la producción, un viejo colaborador de Della Paolera que todavía se las arregla para sorprenderlo.
“Las canciones las creamos en casa, con Loló haciendo unos demos. Compartimos autoría en letras. Y fuimos al estudio, a la casa de Leo, en Adrogué. Creo que la idea que teníamos al principio, cuando llegamos, era la de siempre: hacer algo que nos guste cómo suene, llevar las canciones al lugar que queramos”, sigue Julián. “Pero Leo nos hace animarnos a ir por lugares nuevos. Me encanta eso, porque yo soy de 'ah tengo esta base, tipo Velvet', ponele. Y siempre me dice 'Ok, pero no vamos a hacer eso'”.
Julián da algunos detalles del laboratorio de estudio que derivó en el sonido del disco, que por ahora se puede escuchar en plataformas y saldrá en vinilo a través de Zorn Records: “Hablamos mucho de que eran tracks performáticos, performábamos el track. No era una cosa de musicólogo, de tocar bien, a tempo, sino una cosa más de con el instrumento que tenemos cada uno elegir un poco, probar cosas nuevas, matices, sonidos, decisiones estéticas desde el minuto cero”.
Es el propio Ramella el que explica el concepto con el que recibió a la banda: “Performar, para mí, es aventurarse a lo ignorado desde el conocimiento. Armo sets anti-standard con mis máquinas y, sin ensayo pero bien colocados, hacemos lo que nos lleva al éxtasis musical. Luego sigo con el ordenador, la compu, pero el sabor ya está”. Julián encuentra una imagen más directa para describir el resultado: “Algunos creen que algo salió mal, que se cayó un vaso de cerveza arriba de la consola”.
Truco menor, según su autor, también se pregunta qué es el rock en 2022. “Yo creo que Ok Pirámides artísticamente también hace esa pregunta”, agrega. En algunas canciones quizás se pueda interpretar una respuesta: “Todo parece de cartón”, canta en “Anti todo”. Los temas también dan máximas que parecen una consecuencia de la búsqueda. “Nunca te aparezcas donde no querés estar”, dice en “Decoré”. “Me entrego entero o no me comprometo”, anuncia en “Parecido no hay”. Ahí también reconoce: “Solo no puedo saltar”. La banda busca complicidad. “La gente, en general, le tiene miedo a lo nuevo. Yo siento que si tuviéramos una influencia de Velvet Underground, My Bloody Valentine o de algo como el noise, eso en el disco está llevado hacia un lugar más lejos. De hecho yo siento como influencia al hip hop, por ejemplo. Por la actitud, porque parece de sótano, viste. Tiene algo como si fuera Exile on Main St., o White Light/White Heat. Algo absolutamente crudo por la belleza de ser así. Por lo bello que es eso”.