“La fama cuesta y aquí es donde empiezan a pagarla con sudor”, se exigía en la ficción donde los estudiantes de arte soñaban con su nombre al tope de una cartelera. El acceso de Angelyne al estrellato fue diferente. Comenzó con una serie de vallas publicitarias por el centro de Los Angeles en los ’80 hasta erigirse como una diosa del Sunset Strip. Un total de doscientas gigantografías, paseos en un Corvette rosa descapotable y apariciones en los medios ayudaron a construir su iglesia de plástico. ¿Cuál era su talento? El de ser famosa por ser famosa. No vender nada excepto su imagen. Generar misterio con su nombre y figura de amazona lasciva. Los cinco episodios de la miniserie de Universal (viernes a las 22.20), disponible también en la plataforma Universal+, van detrás de este Rosebud de la ciudad de las estrellas.
“Soy un test de Rorschach rosado, una muñequita inocente o una estrella porno…cualquier cosa que vos quieras”, dice una sugerente Angelyne (Emmy Rossum) entrevistada al borde de su cama. Así son las declaraciones, tan vagas como geniales, que pronunció la propia biografiada durante cuatro décadas: “Amo a Hollywood porque yo soy Hollywood”. “Soy una alien. Vine a este planeta a ayudar y puedo decir que es uno de los planetas más difíciles de todo el universo”. “Soy más grande que Barbie, ella me imita”. “Soy conocida por mi persona, la esencia de lo que soy”. La dueña de semejante egotrip logró convertirse en la quintaesencia de L.A., una self made woman singular. Probó suerte como modelo, cantante new wave, y llegó a postularse como gobernadora de California en el 2003 (obtuvo 2533 votos como candidata independiente), pero su mayor mérito fueron sus estampitas de autopromoción. Vallas publicitarias de varios metros de alto decoradas con su nombre y pose matadora: pechos guerreros, anteojos extraterrestres y peinado a lo B-52's.
¿Quién era la persona real detrás de ese alias y pompa? Gran parte del encanto era todo el secretismo sobre su identidad, enigma cincelado con esmero y desenfadado durante décadas. Nadie lo supo hasta que la publicación de un artículo en The Hollywood Reporter en 2017. “Tiene el poder estético del arte performático de Marina Abramovic y la resonancia emocional de John Waters, particularmente cuando siguió deambulando por la ciudad durante décadas mientras envejecía”, puede leerse en la nota que sirvió de ariete para Angelyne. La narrativa de la biopic, creada por Nancy Oliver (Six Feet Under), se estructura a partir de la búsqueda del periodista que expuso los orígenes, algunos misterios y su nombre verdadero.
La miniserie, mejor dicho, le suma maquillaje al relato mientras juega con su historia, el equivalente a mostrar el rostro lavado de Piñón Fijo en una foto falsa o dar con el ADN de Leevon Kennedy escrito en rosa chicle. El cierre del piloto es muy elocuente de esa búsqueda desvergonzada. Luego de que un novio cuente su versión de los hechos, la propia protagonista aparece en el recuerdo del sujeto para retocar su propio pasado. “Angelyne siempre está al mando”, lanza impiadosa.
Antes de Angelyne, la industria audiovisual ya le había rendido pleitesía a su obra y seudónimo. Los guiños pueden apreciarse con la aparición de sus afiches en series (Moonlighting, The Simpsons y BoJack Horseman), videos (“We Are All Made of Stars” de Moby) y películas (El nombre del juego, Volcano, Escape de Los Angeles, Terminator: Genesys y El día después del mañana). Muchas de ellas, cabe decir, son ficciones apocalípticas. Como si la meca cinematográfica fuera consciente de que su imagen será el testimonio póstumo de ese rincón del planeta. Angelyne, entonces, escarba detrás de su fábula mezclando ficción y realidad. Es un juego similar al que propusiera James Franco en The Disaster Artist: Obra maestra. Cabe agregar que en dicha película Angelyne tuvo un cameo. Los motivos son obvios. Tanto Tommy Wiseau (director de esa obra de culto bizarra llamada The Room) como la reina de los afiches ofrecen su versión retorcida del sueño americano.
En los años previos a Internet, el mito alrededor de Angelyne supuso una de las comidillas de la gran urbe californiana. Tal como se explicita al comienzo del primer episodio, fue una precursora en la cultura de la celebridad mucho antes que París Hilton y Kim Kardashian. Es más, la rubia de la familia hotelera se considera una orgullosa heredera del legado de Angelyne, tal como se aprecia en la entrevista que le hizo para Interview. En la conversación entre ambas, Hilton manifiesta que su espíritu animal es un unicornio. Angelyne opta por uno más terrenal: el coyote.
“Es una muñeca punk de Barbie con cosas de Marilyn Monroe, Betty Boop, Hello Kitty y una pizca de Barbarella”, la definió la actriz a cargo del papel. En un comienzo, Angelyne se había involucrado con el proyecto (llegó a darle lecciones a la protagonista) pero finalmente decidió abandonarlo y criticarlo porque según ella no le hace justicia en el retrato. “Es una renegada y espero incorporar todo el tipo de magia, fantasía y narración de cuentos de hadas que ella ha hecho con su arte escénico”, la floreó Rossum. Así y todo, Angelyne sigue adelante. Es más, dice haber escrito una obra de teatro acerca de un científico loco que inventó un sujetador con superpoderes. ¿Su título? “El corpiño que se comió a L.A.”.