El rey de Tailandia Maha Vajiralongkorn llegó este viernes a la provincia de Nong Bua Lamphu, en el norte del país, en una visita excepcional para acompañar a las familias que perdieron a sus seres queridos en la masacre que dejó 38 muertos, principalmente niños de una guardería.
La visita del rey, conocido como Rama X y cuya figura es sagrada en el país asiático, constituye una de las escasas interacciones directas del monarca con sus ciudadanos.
El soberano, de 70 años, llegó a un hospital de la localidad rural donde están internados los heridos de uno de los peores asesinatos masivos en la historia del país, según un periodista de la AFP en el lugar.
"Nunca antes hubo un incidente como este. La razón por la que el rey nos visita es para levantar la moral del pueblo tailandés", dijo Yonnapha Sriphanthabutr, de 58 años, una de las 50 personas que lo esperaban.
En la tarde, el primer ministro Prayut Chan-O-Cha colocó un ramo de flores blancas frente a la puerta de entrada de la guardería.
Antes de la llegada del rey, las familias lloraban a sus desaparecidos cerca del pequeño edificio. Una madre desconsolada se agarró a la manta de su hijo muerto, y sujetaba en la mano una mamadera todavía medio llena.
"Es incomprensible", dijo Panita Prawanna, de 19 años, que perdió a su hijo Kamram, de dos, la víspera.
También murieron los dos nietos de tres años de Buarai Tanontong. "No pude dormir. No pensaba que serían mis nietos", dijo la mujer.
Masacre
Durante la noche, los ataúdes con los cadáveres de las víctimas llegaron al tanatorio de Udon Thani, la ciudad más cercana en esta zona rural.
Armado con una pistola de 9 mm y un cuchillo, el atacante de 34 años, Panya Khamrab, abrió fuego el jueves en esta guardería de la provincia nororiental de Nong Bua Lam Phu alrededor del mediodía. Después huyó en coche, atropelló a varios peatones y terminó matando en su casa a su mujer y su hijo antes de suicidarse sobre las 3 de la tarde, indicó la policía.
Panya Khamrab mató a 38 personas, entre ellas 24 menores --21 niños y 3 niñas-- según el nuevo recuento del ministerio de Salud, la policía y las autoridades provinciales.
Drogadicto
Las banderas de los edificios oficiales ondeaban a media asta el viernes en señal de duelo.
Nanthicha Punchum, directora interina de la guardería, describió las horribles escenas después de que el atacante irrumpiera en el centro. "Había algunos trabajadores comiendo fuera de la guardería y el atacante estacionó su coche y mató a tiros a cuatro", dijo a la AFP. "Derribó la puerta de entrada con el pie, entró y empezó a cortar las cabezas de los niños con un cuchillo", prosiguió.
El jefe de la policía nacional, Damrongsak Kittiprapat, dijo a los reporteros que el antiguo sargento fue suspendido en enero y expulsado del cuerpo en junio por consumo de drogas. El atacante, que usó un arma comprada legalmente y vivía cerca de la guardería, tenía una cita judicial este viernes por su "problema de drogas", explicó. Pero las muestras de sangre no revelaron la presencia de sustancias ilícitas en el cuerpo del tirador, precisó.
Paweena Purichan, una testigo de 31 años, explicó que el hombre era conocido en la zona como un drogadicto. Según relató, se encontró a Panya conduciendo erráticamente mientras huía del lugar.
"Intentó atropellar a otras personas en el camino. Chocó contra una moto y dos personas resultaron heridas. Yo me apresuré a alejarme", dijo la mujer que acudía a trabajar en su tienda. "Había sangre por todas partes", añadió.
El primer ministro Prayut ordenó una rápida investigación sobre el ataque.
Tailandia es uno de los países en el mundo con mayor número de armas en circulación, pero las matanzas de este tipo son poco habituales. El último caso ocurrió hace tres años cuando un oficial del ejército mató a disparos a 29 personas en un centro comercial del interior del país durante 17 horas de matanza hasta que la policía lo abatió.
Uno a uno, los padres de los niños tailandeses masacrados depositaron este viernes rosas blancas a modo de duelo sobre las escaleras de la guardería, donde sus pequeños murieron el jueves a manos de un expolicía.
Algunos inclinan la cabeza en señal de recogimiento, otros se aferran físicamente para consolarse mientras depositan flores, una por cada joven vida rota.
Una madre se derrumba sollozando, y abraza la manta roja y amarilla preferida de su hijo fallecido, y el biberón de leche aún medio lleno.
En el exterior de la guardería, en una inmueble de muros amarillos de la administración local del Noreste de Tailandia, decenas de progenitores traumatizados se han congregado.
El autor de la matanza, Panya Khamrab, recientemente excluido de la policía, mató al menos a 36 personas, de ellos 23 niños, así como a su esposa y su hijo, en un ataque con pistola y cuchillo, en una de las peores matanzas ocurridas en el país.
- "Incomprensible" -
Algunos niños tenían solamente dos años, como el pequeño Kamram, cuya madre Panita, de 19, es inconsolable. "Es incomprensible" solloza, con su hija de 11 meses en los brazos.
"Era muy dulce, muy bueno, compartía siempre sus cosas con los demás niños, con todo el mundo", cuenta la tía de Kamram, Naliwan Duangkot, que vino a apoyar a su hermana ante la tragedia.
La víspera de la matanza "nos había pedido una pizza. Estamos tan tristes por no habérsela comprado", declara Naliwan a la AFP.
"En su última noche, no estaba bien y pidió dormir con sus padres y su hermanita", agrega. "No conseguimos aceptar que esa haya sido su última noche".
La familia fue informada de la matanza por unos vecinos. Panita y su marido acudieron rápidamente al lugar en moto, en busca de Kamram, y ahí les contaron lo sucedido.
- "Nos conocíamos todos" -
A medida que transcurre la jornada, bajo un calor pegajoso, más personas se acercan a la guardería, formando una pequeña comunidad rural unida en el dolor.
Hace dos días, los niños jugaban, alegres. Hoy, los adultos están sentados, conmocionados, en medio de un incrédulo silencio roto solo por los sollozos.
"He estado muy conmocionada y aterrada, no podía dormir, nunca pensé que eso podía pasar a mi dos nietos", declara a la AFP Buarai Tanontong, de 51 años, la abuela de dos niños de tres años, asesinados por el asaltante.
"Todo el mundo conocía al que disparó. Era un oficial de policía. Era un tipo simpático pero luego supimos que tomaba metanfetamina", cuenta Kamjad Pra-intr, que ha acudido a apoyar a las familias.
"Es una pequeña comunidad, y por eso nos conocemos todos, y somos como una familia, yo conozco a tres o cuatro de los niños que murieron ahí", agrega esta mujer.
En el hospital de Nong Bua Lam Phu, la localidad más cercana, las familias de los supervivientes esperaban frente a las salas de cuidados intensivos para poder visitar a sus niños, y llevarles comida, pañales y otros objetos de primera necesidad.