Desde Río de Janeiro
Lula definió la segunda vuelta de las elecciones en Brasil como el tiempo suplementario en un partido de fútbol. ¿Qué significa eso? Que esto no es un juego nuevo, que empieza de cero a cero. Es una prolongación, con algunos arreglos, de lo que fue la primera vuelta.
En la primera vuelta, los dos candidatos que pasaron la segunda vuelta, sumados, obtuvieron el 91 porciento de los votos: Lula el 48, Bolsonaro el 43. Se puede suponer, por lo tanto, que están disponibles para unirse a cualquiera de los dos candidatos, solo el 9 por ciento de los votos. Considerando que la diferencia entre ellos es del 5, Bolsonaro tendría que ganar más de la mitad de esos votos. Simone Tebet y Ciro Gomes obtuvieron alrededor del 7 por ciento de esos votos. Tebet ya se definió para apoyar a Lula en la segunda vuelta. El PDT, el partido de Ciro, también.
En esos términos, el favoritismo de Lula se mantiene, como lo confirma la primera encuesta de la segunda vuelta, en la que tiene una ventaja de 10 puntos, contando sólo los votos válidos. Crecería unos 6 puntos en relación al resultado de la primera vuelta, mientras que Bolsonaro crecería 3.
La política no es aritmética
Pero la política no es aritmética. Es más como álgebra, con incógnitas por descifrar. Tan pronto como salió el resultado de la primera ronda, con Lula sin poder ganar la primera ronda, el estado de ánimo cambió. La depresión pasó del campo del gobierno al de la oposición, que luchaba por no perder en la primera vuelta.
Pasado el primer momento de una especie de resaca cívica, la correlación de fuerzas para la segunda vuelta se hizo más clara. Como efecto del esperado aumento de votos para Bolsonaro, gobernadores que no se arriesgaron públicamente a sumarse a él, cuando la perspectiva de la victoria de Lula en la primera vuelta era probable, y que dejaron abierta la posibilidad incluso de sumarse a Lula, asumieron el apoyo a Bolsonaro .
Lula también recibió apoyos predecibles, como el de Fernando Henrique Cardoso, el Partido Democrático Laborista y otros partidos, además de Simone Tebet.
El debate
Teniendo en cuenta estos arreglos, ¿cuál es la perspectiva probable para la segunda vuelta? Bolsonaro y sus seguidores no ofrecen prácticamente nada para su eventual segundo mandato. Sus discursos y fake news difundidos con robots -con la escandalosa complacencia del Tribunal Supremo Electoral (TSE)- se limitan prácticamente a difundir los riesgos que correría el país si Lula volviera a gobernar Brasil. No cuentan con reducir el nivel de rechazo -alrededor del 50 por ciento para Bolsonaro- sino con tratar de elevarlo para Lula -alrededor del 39 por ciento.
Lula intenta llevar el debate y la oposición entre los dos candidatos al nivel programático, comparando lo que fue su gobierno y lo que es el nefasto gobierno de Bolsonaro. El sorpresivo aumento en la votación final de Bolsonaro revela el relativo éxito de los mecanismos de acción del bolsonarismo, que logró reducir la distancia que las encuestas apuntaban a favor de Lula, de más del 10 por ciento al 5. A pesar del mal gobierno de Bolsonaro, el 43 por ciento de la población votó por un nuevo mandato para él. Revela cómo las posiciones de la extrema derecha están arraigadas en la sociedad brasileña, lo cual merece una mayor discusión. El 5 por ciento de ese total provino probablemente de los votantes de Ciro, que bajó del 8 al 3 por ciento, convenciendo con su discurso anti-Partido de los Trabajadores a una parte de sus electores, que ejercieron el voto útil de la derecha.
Lula mantuvo su voto, previsto por las encuestas, siempre por encima de 45 por ciento, alcanzando el 48,5, a sólo 1,5 de la victoria en la primera vuelta. Con las adhesiones políticas que ya recibió, mas el buen desempeño de Lula en la segunda vuelta -entre debates, programas de televisión y concentraciones- Lula mantiene el favoritismo para ganar.
Estrategias
Los primeros días de la segunda vuelta, -contando con el visto bueno y la lentitud del TSE para actuar- serán una guerra de propaganda, de fake news, el gran instrumento de Bolsonaro. La oposición tendrá que ocupar una parte de su tiempo y de sus energías en contrarrestar y desmentir las mentiras del bolsonarismo.
El mapa electoral de la primera vuelta es muy similar al de la campaña de 2014, en la que Dilma Rousseff perdió ante Aecio Neves por 2/3 a 1/3 en el sur y sureste del país, pero triunfó para ganar en el noreste con más de 70 por ciento de los votos. El voto de Bolsonaro en un estado como São Paulo, por ejemplo, fue impresionante, al igual que el de Lula en todo el nordeste. Es otro tema para un análisis más profundo. Pero el mapa no cambiará mucho en la segunda vuelta.
Será una final con una diferencia no muy distinta a la de la primera vuelta, con emoción, como lo fue en 2014, pero con un favoritismo que Lula no debe perder en esta prórroga.