Una sonrisa magnética, una picardía inmanente y una voz desbordante que se ganó de inmediato el corazón del público argentino, que no la dejaba bajarse del escenario. Todo transcurrió en el festival Sin Frontera, un espectáculo producido por Mercedes Sosa en septiembre de 1988, en el Luna Park. Y la protagonista de los aplausos era la cantora mexicana Amparo Ochoa, quien se presentaba por primera vez en el país en un recital compartido con Teresa Parodi, Silvina Garré, Lilia Vera (Venezuela), Leonor González Mina (Colombia), Beth Carvalho (Brasil) y la propia Sosa. La escena se encuentra casi al final del documental Amparo Ochoa: se me reventó el barzón (2021), con guión y dirección de Modesto López. La película se estrenó este jueves en el Cine Cosmos (Corrientes 2046) y estará en cartelera en esa sala durante todo el mes.
“El proceso de producción de la película duró cuatro años, porque hubo cosas que yo esperaba encontrar, que sabía que existían y tenían que estar en algún lado, como el caso de las imágenes en el Luna Park”, cuenta López. “No se encontraba ese material. Inclusive Fabián Matus llegó a entregarme una copia en DVD pero de muy mala calidad. Era muy emotiva esa participación. Por eso necesitaba conseguirla a como diera lugar, y eso solo me llevó más de un año y medio rastreando y rastreando, hasta que por fin pude encontrarlo gracias al apoyo de amigos. Estaba traspapelado en los archivos del canal de televisión que había filmado”, precisa el realizador criado en la Argentina y radicado en México. “Fue una búsqueda incesante, porque además era parte del cierre del documental que yo soñaba y pensaba que así debía ser: cantando esa canción ‘Del otro México’, compuesta por Los Tigres del Norte”.
La anécdota refleja el trabajo arduo, minucioso y profundo que implicó la realización del documental. La trama de la película se va tejiendo a partir de la voz de la propia Amparo Ochoa por medio de audios de archivo y entrevistas filmadas. La intención fue construir un relato íntimo y cotidiano de esta cantora mexicana nacida en Sinaloa, en el norte de México, que tenía como inquietud principal interpretar canciones con mensaje y compromiso político. “De alguna manera, con este documental lo que quise hacer es un reconocimiento a Amparo pero en la voz de ella. A través de su voz homenajeo a todos los cantores y cantoras que como ella transitan un camino árido pero muy importante, y que luchan por difundir aquella música que contribuye a enriquecer el pensamiento del ser humano”, explica López, quien fue amigo de Ochoa y editó siete de sus discos.
La historia de la artista mexicana se complementa con los testimonios de personas muy cercanas a ella: familiares (hermanos, hijos), amigos y colegas fundamentales del camino, como los músicos mexicanos Oscar Chávez, Gabino Palomares, Anthar López, Misael Ramírez y Manuel Guarneros, la cantora y compositora correntina Teresa Parodi, el pintor José García, el músico argentino-costarricense Adrián Goizueta, Alejandro “Gurí” Jáuregui y una entrevista de archivo de Mercedes Sosa, previo al festival Sin Frontera en el Luna Park. "Amparo Ochoa es una mujer joven de Sinaloa, maestra rural, es una gran artista; ustedes la van a amar como la aman los que la conocen en México", la presenta la tucumana. Y no se equivocó. "La voz de Amparo dominaba todo, se impuso desde el talento, la gracia femenina, la convicción, el amor y la maravillosa manera de interpretar", apunta, más cercana en el tiempo, Teresa Parodi.
"Yo nací y me crié con la música popular pegada en la oreja. Lola Beltrán, Agustín Lara y la música regional de Sinaloa", dice Ochoa en los primeros minutos del documental. "Yo quería ser bailarina, pero en el lugar donde me crié no tenía tantas oportunidades", confiesa. Los primeros conocimientos musicales los aprendió a los 8 años en su casa, gracias a su padre Donaciano Ochoa Avendaño, que tocaba el acordeón y la guitarra pero no se dedicaba la música, sino que trabajaba en el ingenio cañero de Costa Rica, Sinaloa. “Amparo fue tomando esas canciones y empezó a cantar desde muy niña”, cuenta López. Ese contexto también fue determinante para Ochoa, quien siempre tuvo una especial sensibilidad por la clase trabajadora. Luego se desempeñó varios años como maestra en escuelas rurales en Culiacán, pero un día tomó la decisión de ir a la Ciudad de México durante tres meses. Pero ya no volvió.
En México se insertó rápidamente en el movimiento artístico de la época e ingresó a la Escuela Nacional de Música. Quería ganarse la vida cantando, cuenta su hermana Susana Vidal Ochoa. "Me vine a la ciudad para expresar la música de México y de Latinoamérica", cuenta la cantora mientras tiende una cama con una biblioteca de fondo, en una de las tantas imágenes cotidianas de archivo. "Me hacía sufrir mucho que los empresarios o los dueños de cafés y bares quisieran intervenir en mi repertorio y me dijeran que tenía que meter canción convencional en mi programa. Así con las disqueras igual. Y no se quedaban conformes con intervenir en eso si no también en mi forma de vestir: ‘que quítese esa trencita’, ‘que póngase una faldita corta y unas botitas plateada’", narra ella sin queja y con gracia.
Pero tomaba sus propias decisiones. Elegía qué cantar, cómo vestirse, con quién vincularse y qué causas sociales y políticas apoyar. "Afortunadamente, uno también conoce gente valiosa que me ayudó muchísimo a comprender que la tarea de los cantores como nosotros es de una gran responsabilidad y tenemos que dar lo mejor que tenemos a nuestro pueblo, que lo merece todo, en cualquier escenario", dice. En el film aparecen imágenes de ella cantando en los Festivales de Oposición del Partido Comunista, en el Festival por la Paz en El Salvador y en los campamentos para los damnificados en México después de un terremoto. “Amparo le ha cantado a la mujer, a los niños, ha difundido corridos de la revolución, ha cantado en lenguas indígenas, trova yucateca, nueva canción y folklore latinoamericano”, contextualiza López y resalta que ella fue una pionera en el feminismo.
En este sentido, uno de los aspectos que más cuidó fue la selección del repertorio. Apenas llegó a la Ciudad de México recorrió las peñas para encontrar a compositores y compositoras contemporáneas. "Amparo le daba voz a decenas y decenas de compositores, y fue continuadora de la canción política de Oscar Chávez y José de Molina", resalta el músico Anthar López en el film. "Me interesa ir a las provincias a conocer a los compositores pero también observar las costumbres y comportamientos de nuestro pueblo", decía ella. Y López refuerza: “Ella estaba en una búsqueda permanente y se acercaba a los jóvenes compositores. Muchos no eran conocidos y ella los incorporaba a su repertorio. La canción famosa de Gabino Palomares, ‘La maldición de Malinche’, ella la da a conocer”.
-Y se relacionaba con el público de una manera muy terrenal, no desde un lugar de superioridad, ¿no?
-Amparo no era una persona que iba, cantaba y se regresaba a su casa, sino que se instalaba en el lugar tratando de conocer lo máximo posible, qué ocurría en el lugar a donde iba a cantar. En ese aspecto se parecía en mucho a Mercedes Sosa. Y encontraba detalles donde otros no los veían. Se detenía y observaba las cosas mínimas que ocurren en ese andar por la vida. Era una mujer muy solidaria, frontal y se preocupaba por sus afectos. Era una persona que estaba actualizada y tratando de observar en qué podía colaborar. Y así fue como respondimos en su momento en la solidaridad con ella cuando le tocó este dramático desenlace, en 1994. Ella no quiso aceptar la quimioterapia y enfrentó la muerte llena de vida. Fue hacia el destino final convencida de que había hecho lo que tenía que hacer.