Queridérrimo léctor: quizás haya quedado usted estupefacto, boquiabierto, shockeado, meditabundo, anonadado, patitieso, proteiforme, en falsa escuadra, problemático o febril, pero seguro que, si usted es argentino/a, no quedó sorprendido/a cuando, hace unos días, ante la pregunta de una periodista europea acerca de si la guerra entre Rusia y Ucrania modificaba el medio ambiente, el ex Sumo Maurífice no tuvo mejor ni peor idea que responderle: “Para estar a tono con los tiempos, recomiendo el swinging”.
A ver: es como si en un examen de matemática le preguntasen cuánto es 2 al cuadrado y respondiera “pis, o tal vez caca”. O como si dijera que Rivadavia repatrió los restos de San Martín (que había muerto antes) o que el ejército contó con la ayuda del narcotráfico o que su problema fue que no logró lograr un logro. O sea: sorprender, no.
No sé si ustedes saben qué es el swinging. Bueno, en un monólogo que yo solía hacer, explicaba que "es un intercambio de parejas sistematizado. O sea, vas a un bar con alguien que es tu pareja y te vas de allí con otra persona, que no es tu pareja, a pasar juntos la noche, la semana o el periodo presidencial. Yo lo hice: entré a un bar con mi novia y me fui con la mujer de otro tipo, a la casa donde ese otro tipo vivía con ella. Y puedo decir que, en una noche, le hice a esa mujer lo que el marido no le había hecho en años: cambié la lamparita, arreglé el cuerito de la canilla, corté el pasto, saqué a pasear el perro…".
No creo que fuera a eso a lo que se refería el hombre que durante cuatro inexplicables e interminables años ocupó (legalmente, hemos de aclarar) el principal sillón de la república y, al parecer, no dejó de cometer ninguno de los "errores" que los demás mandatarios de nuestra historia hayan cometido, o no. En ese sentido, a la hora de perjudicarnos, él, y su mejor equipo contrario de los últimos 50 años, fueron creativos.
Es sorprendente que la periodista le haya hecho esa pregunta. ¿Medio ambiente? ¿Cambio climático? Tal vez ella pensó: “Ya que no puedo preguntarle nada de política, economía, sociología, psicología u otras logías más, le pregunto algo que pueda contestar con 'sí' o 'no', y listo". No contaba con la habilidad mauricial de hacer papelones aun donde es muy difícil hacerlos.
Quizá cuando dijo lo del swinging su neurona estaba atravesada por el fallido romance con Mme. Lagardel, de quien deberíamos enamorarnos todos los argentinos, según dijo Mauri hace unos años. Bien sabemos que eso no fue una relación sólida, sino más bien un touch (de nuestras reservas) and go (a Suiza, Panamá o vaya uno a saber adónde).
O quizá se refería a sus propios “cambios de pareja” en las fórmulas presidenciales. Recordemos que a su candidata de 2015 terminó usándola de “apoyacosas” en la foto del gobierno, y que su candidato de 2019 sí parece producto de un swinging; como si hubiera ido a un bar peronista y se hubiera puesto a bailar con el que no quería nadie, digamos.
O quizá no tiene tanto que ver con él, sino con la Patricia Pfizer, aquella que pudo pasar por el peronismo revolucionario, el menemismo, el delarruismo, el carriorismo de Estado y luego el macrismo más virulento sin que se le moviera una idea. ¡Si eso no es swinging, el swinging dónde está!
O quizá se refería a un intercambio de equipos de fútbol. Se sabe, y es casi una ley, que “uno no cambia de equipo de fútbol”, al menos en sus afectos. (Traducción macrílega de la palabra “afectos”: “negocios”. No hay de qué). Sin embargo, quien fuera autoridad en Boca parece que ahora Desemboca en Independiente, que es como suele llamar él a los jueces y periodistas que le responden. Aunque, como dijimos hace un par de días con Daniel Paz en este mismo diario: “Podrán manejar Boca o Independiente, pero el corazoncito está con el Liverpool”.
Sugiero acompañar esta columna con el video Adivina, adivinador, de RS+ (Rudy-Sanz).