La cooperativa de pequeños productores “Fuerza agraria” está formada por padres y profesores del secundario rural de Bernardo de Irigoyen, el IEA 17. Surgió para concretar las prácticas profesionalizantes de los alumnos de esa zona misionera, donde el tabaco es un monocultivo y diversificar la producción es un arte rural. “Sin productores la escuela no tiene sentido --explica Nuria Lantos, coordinadora del IEA 17--. Queremos que los que tienen tierra la sigan trabajando y cada vez produzcan mejor, que no se vayan, y que sus hijos puedan participar de las mejoras productivas”. Aun cuando es difícil, por la faltad de recursos y de capacitación, la escuela apuesta a la producción local.

La cooperativa es un ejemplo del enlace con la comunidad. Su presidente, Héctor Weber, cultiva tabaco desde que llegó al lugar, hace 16 años. Ahora incorporó cerdos, producción aviar, planta maíz, tiene frutales, y hace verduras de huerta para la venta en ferias. La tesorera es Gabriela dos Santos. Ella y su esposo. César Rodríguez, llegaron hace 4 años, con cinco hijos y la voluntad de “salir adelante”. Los quesos de Gabriela son de lo más requerido en las ferias de la escuela, y ya vienen del pueblo a comprarle a la puerta de su casa, sobre la ruta 17.

En la comisión directiva también está José Schimidt, quién, como Weber, está más capitalizado. Fabrica implementos agrícolas, desde repuestos para tractores a grandes máquinas, con chatarra de las chacras, una excentricidad que la zona agradece porque la vende a precios accesibles. El directorio se completa con preceptores como Lionel, y profes del IEA, junto a otros productores que hacen tabaco y solo diversifican para el autoconsumo, con algún excedente para la feria. Pero aspiran al trabajo cooperativo para lograr mayor volumen de los productos de granja y huerta.

“La cooperativa está verde todavía --admite Nuria--, pero hace ocho años la escuela estaba verde, y ya es una realidad. Por eso confiamos” comparte. Camina hacia la casa de Gabriela, saluda a los niños, contesta el teléfono: “hay señal” se alegra. Sabe, como los productores, que la tarea es ardua, pero no imposible.

La tierra de esta zona, cuando no pertenecen a grandes empresas forestales, está en manos de agricultores familiares que buscan salir del tabaco. Aun cuando tengan medianas extensiones como Weber, cuya propiedad de 70 hectáreas, solo puede ser cultivada en porciones pequeñas, porque lo demás es monte con desniveles infranqueables. Entre los cerros, las aguas surgentes se transforman en arroyos que abastecen al Paraná. Weber y Sonia, su mujer, lograron hacer cinco hectáreas de tabaco, desde que llegaron, con dos niños pequeños.

“Cuando entramos era todo monte” recuerda Weber. Hoy sus hijos, Vanesa de 19 y Cleomar de 16 años, van al IEA. Y el mayor lo ayuda a diversificar la producción con huerta y granja, a mediana escala para poder vender en ferias y mercados. Tienen pollos, vacas, maíz para alimentar a las gallinas y las vacas, los cerdos y los pavos.

Gabriela y César no hacen tabaco, son “de huerta y granja”. Y César hace acuicultura, a pequeña escala, pero de buenos rindes. “Esta chacrita de 9 hectáreas era monte, pero tenía una laguna, donde hicimos el tajamar. Plantamos eucaliptos y queda el verde para pastar las vacas”. Alrededor de la casa hay gallináceas y gallinas y pavos. Hay frutales y “las lecheras”.

“Hoy está la escuela, la tierra y la voluntad de trabajar, falta la asistencia técnica y el capital” detalla Lucas dos Santos, que asesora a Weber en la chacra, donde el tabaco se cultiva asociado a la tabacalera que provee los insumos. Pero no cubre las pérdidas. Esta semana llegó el agua a la chacra de Weber: “Es una historia de éxito” señala Dos Santos. Desde que empezaron “a trabajar con el carro de bueyes, desde las 4 de la mañana, en el tabaco”, a plantar mandioca, maíz, y pastura, pasaron 16 años. Si pudiera dedicarse a esto “cien por ciento” dejaría el tabaco, comparte Weber.

La escuela trajo mecanismos innovadores para la producción a pequeña escala. “El desafío es hacerlo popular” señala Dos Santos. Una decisión que debe darse en conjunto "porque si cada productor la encara solo, pierde". Lo primero fue armar la feria para vender la producción. “Hacemos cuatro ferias por año, por ahora. La próxima es en octubre para el Día de la Madre” detalla Nuria.

“Para cultivar y producir, lo que sea, se necesita conocimiento y ayuda, eso da la escuela. Y hay posibilidad de organizarse en grupos. Porque uno solo no puede salir adelante” reflexiona Sonia. Gabriela coincide: “empezamos hace poco, tirando, primero fuimos a una feria, y vimos que en conjunto es mejor, porque a veces solo no tenés todas las ideas y la escuela sí”. En la feria, el queso “que es un producto fresco, sale más” explica. Y detalla: “Con 10 litros de leche sale un kilo de queso. Tiene que ser leche gorda. Y para vos no perder tenés que vender muchos quesos” razona.

Gabriela ordeña cada mañana. “Después a colar y a preparar. Sale de la olla, va a la exprimidora, en bolsitas. Hago y pongo a secar al sol. Después va a la heladera”. César explica que “la vaca, si vos la tratás bien, con buen alimento, maíz, caña, mandioca, avena, te da 10 litros por día”. Apuestan a eso. “Decidí tener unas lecheras y traje un toro de Brasil, de buena genética. Un ternerito, ya está grande. Era guacho, tres días tenía --cuenta César--, y ya tuvo dos novillos". Ahora pastan cerca del arroyo donde los chicos juegan, cuando no van a la escuela.

Gabriela y César plantan mandioca, batata, verdeo, lechuga, acelga, variedad de limones. En el invernadero cubren los brotes con pasto para mantener los nutrientes y la humedad. “El año pasado se perdió por la helada, todo el pepino y los zapallitos” cuenta Gabriela. ¿Y entonces? “¡Esperamos que salga la nueva cosecha! Acá no vale llorar” se ríe, se para y estira su pollera, antes de caminar hacia el tajamar.

“La chacra con la que soñamos es un lugar al que los chicos cuando terminan el colegio, quieran volver” concluye Fabián Martínez, profe coordinador del IEA que también integra la cooperativa de producción. Y agrega: “buscamos que quieran quedarse a vivir en la chacra, y puedan tener una vida más digna en toda dimensión”.