El 9 de octubre es el día elegido para celebrar a los y las guardaparques nacionales, una fecha que se forjó en base a la sanción de la Ley N° 12.103, la cual creó en 1934, la actual Administración de Parques Nacionales, así como también las primeras dos áreas naturales protegidas de Argentina: Nahuel Huapi e Iguazú.
La diversidad y extensión del país es una de las razones de que en la actualidad sean 39 los Parques Nacionales, espacios protegidos con el fin de resguardar el patrimonio natural y cultural del territorio. Esa conservación y protección es llevada adelante por más de 600 guardaparques distribuidos en cada uno de los sitios. Ellos son quienes hoy celebran su día.
Un camino hacia Los Cardones
Dentro de este gran marco general, aparece la provincia de Salta. En ella se contienen dos reservas naturales, Pizarro y El Nogalar, en Los Toldos, y tres Parques Nacionales: Baritú, El Rey y Los Cardones.
Este último sitio, fundado el 13 de diciembre de 1996, cuenta con 64.117 hectáreas donde se puede apreciar la mayor diversidad de cardones (o cactus) del país, ejemplares naturales que pueden alcanzar hasta 15 metros de altura, siendo a la vez una planta de especial importancia para las distintas culturas que habitaron y habitan la región. Toda esta conjunción, sumada a la fauna autóctona representada por el carpintero andino, hace que el paisaje del Parque sea maravillosamente único.
Rosaura Garro hoy es guardaparque, pero transita Los Cardones desde hace cerca de 20 años, cuando comenzó allí su tarea como voluntaria. Nacida en Metán, al sur del territorio salteño, decidió al finalizar la escuela secundaria y trasladarse a la ciudad capital de la provincia, con la intención de estudiar en la universidad alguna carrera vinculada a la biología o la geología, siendo esta ultima la que eligió para comenzar su tránsito universitario.
Paralelamente, comenzó el voluntariado como guardaparque, haciendo sus primeras incursiones en el Parque Nacional Los Cardones, su primer territorio protegido a recorrer. “En aquel momento hacía todo lo que forma parte del voluntariado, que sería la parte que no llega a hacer el guardaparque: papelería, mantenimiento, limpieza, atención al turista, se puede decir que era bastante variado”, comenta Rosaura y agrega con certeza, “Me dí cuenta que quería ser guardaparque cuando entendí que la geología no iba a ser compatible con lo que yo quería para mi vida, que era una vida vinculada a la conservación, de tipo ambientalista, viviendo en el lugar. Además, me dí cuenta que ser geóloga era trabajar en una mina, o en una petrolera, y no era lo que quería. Así es que me fui enamorando del Parque, y me enamoré del laburo que hace el guardaparque”.
El 2007 encontró a Rosaura comenzando el curso para sumarse de lleno a las filas de Parques Nacionales, “me tocó hacerlo en San Martín de los Andes, en ese momento Parques te pedía tener cinco o seis años de voluntario para acceder a la carrera, y como ya los tenía, pude hacer el curso. De pronto, el primero de enero de 2009 me nombraron, y como en ese momento nos daban la oportunidad de poder volver al lugar de origen, decidí regresar a Los Cardones, pero ya no como voluntaria”.
Con título en mano
El comienzo de 2009 será un momento bisagra en la vida de Rosaura. A partir de su nombramiento, las responsabilidades se acrecentaron y la vida en Los Cardones comenzará a tener nuevas aristas y experiencias. “Viví durante mucho tiempo con dos compañeros en una casa de la Unidad Operativa ‘Piedra del Molino’, que es donde me encuentro en este momento. No había casas para cada uno, era todo muy precario. Teníamos una garrafa, la luz era a 12 volts (de focos de autos), el agua había que buscarla a 20 kilómetros, no teníamos vehículos y nos manejábamos en una moto o caminando. Esa parte fue muy dura”.
Rosaura hoy tiene su casa individual, logro que generó un cambio sustantivo en su vida. “Cuando nos entregaron una casa a cada uno, fue una emoción inmensa, pasé de vivir 8 años en una casa muy precaria y compartida, a tener un lugar donde dormir en la misma cama, tener gas, agua corriente y poder bañarnos todos los días. Fue mágico también poder tener algo de intimidad, y compartir con familia y amigos entre tanta soledad que a veces vivimos”.
La guardaparque se levanta cada mañana a 100 kilómetros de la capital salteña, a 3.348 metros sobre el nivel del mar, y a escasos metros del punto más alto de la Cuesta del Obispo, mas específicamente en Piedra del Molino, sitio que da nombre a la Unidad Operativa de Parques Nacionales. En aquel lugar, hoy son cinco las casas para guardaparques, mientras que en el total del territorio de Los Cardones trabajan 19 personas pertenecientes al organismo nacional, siendo Rosaura la única mujer en las casi 65.000 hectáreas del sitio protegido.
El día a día
Los trabajadores del Parque tienen tareas muy diversas según su ubicación y territorio. En este caso, Rosaura relata algo de su rutina diaria. “Tenemos una planificación semanal, cada uno tiene siempre algo específico por hacer. Normalmente comenzamos muy temprano, entre las 5 y media y 6 de la mañana, agarro mi mochila, el mate, y salgo. Si me toca un día de recorrida, nos asignan una camioneta, y como tenemos varias rutas que atraviesan el Parque, vamos haciendo una especie de control. Siempre aparece algo que hacer: auxiliar gente, ver caminos, caminar los límites del Parque”, comenta la metanense y agrega: “En mi caso estoy mayormente encargada de la parte de pobladores, trabajando específicamente en el reconocimiento de ellos, un proceso histórico que se está dando hace unos años”.
Desde sus primeras incursiones, Rosaura comenzó a enfocar su trabajo con los habitantes originarios del lugar, algo que le resultó singular e interesante, con el fin de acompañar las trayectorias de vida. “Durante los seis años de voluntaria me gustó la parte social, trabajar con los pobladores. Hay que decir que el Parque Nacional Los Cardones tiene familias que viven dentro, que en este momento son 22. Entonces con ellos trabajo en proyectos, hacemos relevamientos, trabajamos con los censos y tantas otras cosas más”.
De las 40 familias que habitaban Los Cardones al momento de su conformación en 1996, hoy están reducidas a la mitad. “Las familias están constituidas en un 70% por personas mayores de 50 años. Hay muy pocos jóvenes por una cuestión de migración a la ciudad, normalmente por cuestiones laborales o por cuestiones de estudios, o también porque forman familia y terminan migrando a la ciudad de Salta, a Buenos Aires o al sur del del país por trabajo”, explica Rosaura.
En este sentido, pone énfasis en la importancia de la tarea que realiza para poder “emprender la odisea del reconocimiento de los pobladores que viven hace por lo menos tres generaciones en el Parque. Es un reconocimiento al uso histórico y actual que ellos hacen del lugar donde viven, de estos 22 puestos o casas. Ellos tiene derecho al reconocimiento del uso histórico y a la permanencia en el lugar”.
Tal como lo relata Rosaura, con los pobladores preexistentes al Parque Nacional desarrollan diferentes proyectos. “Una parte recibe el Programa Potenciar Trabajo, entonces con esas personas trabajamos en diferentes cuestiones. Por ejemplo, mañana me levanto temprano, busco a los pobladores y nos vamos a reparar el camino de Valle Encantado. Como aquí no hay máquinas, hacemos todo con pico y pala para mejorarlo y que esté en condiciones sobre todo para el turismo. Con ellos también hacemos trabajos de huerta, alambrado, de todo. Tenemos un vínculo diario y es muy importante destacar su trabajo”.
Siendo la única guardaparque mujer en la inmensidad de Los Cardones, Rosaura reflexiona en este sentido: “No sé cuanto más me costó esta tarea por ser mujer, en general, sí se nota una diferencia pero también depende mucho de la personalidad y la actitud que uno toma ante las situaciones difíciles que nos tocan vivir a diario”.
La personalidad y la actitud en la inmensidad y soledad del trabajo, se convierte muchas veces en parte de un cotidiano. “Cumplo años el 7 de mayo, y en esa época todos los años nosotros hacemos censos de camélidos, entonces siempre me toca censar para mi cumpleaños. Lo empiezo caminando por lo menos 22 kilómetros, vuelvo a casa para soplar las velitas y compartir con mis compañeros, y al otro día seguimos caminando por todo el Parque. Ese es mi cumpleaños de todos los años”.
Son más de las 10 de la noche y Rosaura sigue con el uniforme puesto terminando proyectos, “Estar en Parques es una elección de vida, acá no tenemos cumpleaños, día de la madre, ni día del padre, o sea, no hay fechas para nosotros... si podés coincidir, fantástico, si no, una llamada por teléfono y seguís. Esta vida elegimos y yo soy muy feliz”.
En los sueños y anhelos de Rosaura están contenidos los más de 600 guardaparques que a lo largo y a lo ancho del país, dedican su vida a un trabajo muchas veces invisible, dentro de las grandes extensiones del territorio argentino.