Era inevitable que la definición del campeonato 2022 de Fórmula 1 dejara sabor a poco en boca de quienes hace diez meses se dieron una panzada de emotividad y adrenalina inédita en la historia de la Máxima categoría del automovilismo gracias al mano a mano, sostenido hasta la última vuelta de la última carrera del año, entre el Mercedes de Lewis Hamilton y el Red Bull de Max Verstappen. Si entonces llegaron, con sus estilos conductivos opuestos y una relación humana quebrada, a Emiratos Árabes empatados en puntos luego de una temporada barrosa, cambiante al punto de la bipolaridad, estresante y peleada dentro y fuera de las pistas, este año el asunto parecía definitivamente inclinado hacia el neerlandés, que con el triunfo conseguido durante esta madrugada en el Gran Premio de Japón sumó su segunda corona consecutiva.
Este presente de dominio absoluto, sin embargo, es muy distinto a un inicio que tuvo a Verstappen sufriendo, al igual que su coequipero Sergio “Checo” Pérez, los problemas de confiabilidad en los flamantes motores Red Bull Powertrains, construidos por Honda pero puestos a punto por la escudería de las bebidas energéticas ante el alejamiento de la F1 de la empresa japonesa. “No tengo razones para pensar en el campeonato ahora mismo. Estoy demasiado atrás, creo que necesitaría 45 carreras para tener otra oportunidad”, había dicho el 12 abril, poco después de bajar de su auto humeante por segunda vez en tres grandes premios. Imposible saber si fue una declaración genuina o una manera de liberarse de la presión por los traspiés iniciales en la defensa del título. Lo cierto que es que, si bien después de aquella visita a Australia quedaban 20 fechas, el monegasco Charles Leclerc, a bordo de una Ferrari, tenía 46 puntos de ventaja gracias a dos triunfos y un segundo puesto.
Había olor a regreso con gloria de Ferrari luego de dos años sin que sus pilotos subieran a lo más alto del podio y quince sin títulos. Más aún cuando los autos rojos parecían ser los que mejor habían sintonizado con un nuevo reglamento que implicaba, entre otras cosas, el cambio más radical en términos aerodinámicos en varias décadas. Pero a medida que avanzó el torneo, la escudería italiana –cuyas decisiones se discuten en el país con forma de bota con la misma pasión que aquí las alineaciones y tácticas de los equipos de fútbol– se enredó en una telaraña de malas estrategias, fallas mecánicas y errores de pilotaje, cuando no las tres, que hicieron que Leclerc tradujera sus nueve pole positions en solo tres triunfos. Basta con recordar lo ocurrido en España, Azerbaiyán y Francia, donde el monegasco marchaba primero con comodidad, hasta que abandonó: en los dos primeros, por la voladura del motor; en el otro, por un despiste.
Verstappen materializó aquello de que no debe interrumpirse al enemigo cuando está cometiendo errores, y aprovechó cada paso en falso de Ferrari para, primero, achicar la ventaja y, luego, ampliarla a más de 100 puntos, el equivalente a cuatro triunfos. Red Bull, además de una capacidad notable para adaptar sus estrategias a los imprevistos de cada carrera, fue afinando sus plantas motrices y ajustando un vehículo que, luego del parate del verano europeo, fue sencillamente imbatible. En Bélgica, por ejemplo, Verstappen largó 14º y, en apenas siete vueltas, ya estaba cuarto, para terminar ganando con 18 segundos de ventaja sobre la Ferrari de Carlos Sainz.
No fueron menos estremecedoras las del susto que se llevó Gasly –que el año que viene ocupará el puesto que dejará vacante Alonso en Alpine– cuando se encontró con una grúa entrando en pista, recuperando el fantasma del trágico deceso de otro galo, Jules Bianchi, como consecuencia del accidente que sufrió en este circuito en el Gran Premio de hace ocho años, al chocar contra otro tractor extractor. Inicialmente se decretó coche de seguridad, pero rápidamente se transformó en bandera roja y la prueba quedó interrumpida, después de un arranque tortuoso en el que también abandonó Albon y se llevaron otros buenos sustos el chino Guanyu Zhou (Alfa Romeo) y Vettel (Aston Martin), que en la salida se había tocado con Alonso, y que acabó sexto este domingo, un puesto por delante del genial piloto asturiano. Que volvió a sacar petróleo y puso fin a dos carreras cargadas de mala suerte en las que abandonó por los problemas de fiabilidad de su Alpine.
Seguía lloviendo en el circuito de la prefectura de Mie y la larga interrupción dio pie a numerosos mensajes de repulsa, en redes sociales, a causa del triste episodio de la grúa, entre los que destacaron los del inglés Lando Norris (McLaren), décimo este domingo ("Perdimos una vida hace años. Esto es inaceptable"), y el de 'Checo' ("Perdimos a Jules por ese error. Espero que ésta sea la última vez que veo una grúa en pista"). Pero, por encima de todos, llamó la atención el llamamiento del padre del fallecido, Philippe Bianchi, que fue contundente en su misiva. "No hay respeto por la vida del piloto, no hay respeto por la memoria de Jules. Increíble", escribió.
¿Y Hamilton? El inglés venía ganando al menos una carrera por año desde su debut, en 2007, pero esta temporada pagó caro la apuesta de Mercedes por un diseño aerodinámico que hizo que los autos plateados padecieran como ningún otro de la parrilla los avatares generados por un viejo conocido de la F1: el “efecto porpoising”, tal como se conoce al rebote de los monoplazas por la manera en que circula el aire por los canales internos del piso cuando alcanzan altas velocidades. Un fenómeno que no solo implica pérdida de rendimiento y un esfuerzo mecánico extra, sino también un desgaste físico enorme para los pilotos, el mismo que sintió Hamilton en los circuitos más veloces. Los ingenieros de Mercedes ensayaron decenas de variantes en la primera etapa del año, hasta que el cóctel de las quejas públicas del séptuple campeón y la negativa de la FIA a modificar el reglamento los obligaron a un borrón y cuenta nueva que, efectivamente, significó un nuevo diseño que redujo considerablemente el rebote. Pero ya era tarde para pelear el campeonato: hace varias carreras que el horizonte está puesto en 2023.
Con cuatro carreras para culminar el calendario y doce triunfos para Verstappen, quedan tres incógnitas por resolverse. La primera es si el holandés quebrará el récord de trece victorias en un año que comparten los alemanes Michael Schumacher y Sebastian Vettel. La segunda, si el mexicano Pérez podrá birlarle el subcampeonato a Leclerc, una pelea que de tan cerrada promete definirse en Abu Dabi. La tercera no se revolverá en la pista, y tiene que ver con la confirmación de que la FIA está investigando si Red Bull superó el límite presupuestario de 145 millones de euros en 2021. De comprobarse la falta, el equipo se expone a una sanción importante. Se esperaban novedades para este fin de semana, pero el ente regulador avisó que, de haberlas, llegarán después de Japón. No sea cuestión de escupirle el asado a Red Bull justo cuando Súper Max se prueba su segunda corona…y en casa de Honda.