Tras varios intentos, Antonio Sánchez finalmente actuó en vivo en Buenos Aires. Y lo hizo como parte del grupo de Pat Metheny, del que es integrante desde 2002. Para los que asistieron a los shows que ofreció el guitarrista el sábado y domingo pasados en el Gran Rex, el nacido en el DF mexicano en 1971 era el músico versátil sentado en la batería. Sin embargo, para los fans del cineasta Alejandro González Iñárritu fue el autor de la banda de sonido de la película Birdman. El mismo que hizo del ritmo la marca registrada de las escenas del actor atormentado por las voces del superhéroe que bien supo encarnar en su glorioso pasado.

Si bien se lo considera el mejor baterista de México, limitarlo a un ranking basado en criterios pirotécnicos, aleatorios, condecoratorios o de popularidad sería injusto. Su mayor logro radica en ampliar a niveles casi narrativos y expresivos las posibilidades de un instrumento cuyo rol es báscamente el de acompañamiento. “Siempre me llamó la atención cómo contar una historia cuando estoy tocando o improvisando”, comparte Sánchez en el lobby de un hotel de microcentro porteño. “Estudié varios géneros por separado, sobre todo la musica clásica, y traté de aplicar en la batería lo que iba aprendiendo. Mi idea era convertirla en un instrumento que realmente pudiera hablar”.

-¿Cómo fuiste ahondando en esa técnica?

-Fue un proceso lento. Me ayudó también el tocar con gente talentosa y que sabía mucho más que yo el arte de contar historias a través de su instrumento. Como es el caso de Chick Corea o Pat Metheny. Inspiran mucho más al predicar con el ejemplo.

-Tomando en cuenta que la música popular mexicana y el rock de tu país suelen invisibilizar a la escena jazzera, ¿cómo decidiste dedicarte a ese género?

-Estaba muy frustrado con el rock mexicano. En ese entonces había una especie de censura del gobierno al rock. Se podía tocar, pero era imposible que vinieran artistas internacionales luego de un altercado que hubo en un concierto de Queen en Puebla. Recién en los años noventa se flexibilizaron esas restricciones. Poco a poco quise aprender más de la batería, y eso inevitablemente me llevó al jazz, porque es donde empiezas a experimentar más con las posibilidades del instrumento.

-Pat Metheny tiene gran tino al momento de sumar músicos a su banda. Ya lo demostró con Pedro Aznar. ¿Cómo llegaste a tocar con él?

-Me vio tocando con Danilo Pérez en Italia, y le interesó lo que podía aportarle. Venía de una onda latina de jazz y fusión, y él no quería a alguien que fuera exclusivamente jazzista. Empezamos a hacer jams en su casa, y poco a poco fue visualizándome para el grupo.

-El clímax de tu carrera lo conseguiste con la banda de sonido de Birdman. ¿Ya conocías a Iñárritu?

-Iñárritu es muy fan de Pat. Al punto de que la primera vez que escuché su música fue en un progframa de radio que él tenía en México. Y me encantó. Años más tarde acabé tocando con Pat, e Iñárritu vino a un concierto. Me lo presentaron, nos pusimos a hablar, y le pregunté a qué se dedicaba. El estaba muy impresionado con que un mexicano tocara con él. Mantuvimos el contacto, y cuando había un estreno de una película nos invitaba a Pat y a mí. Hasta que un día me llamó con la propuesta de hacer una película, una comedia negra. Me dijo que la comedia y el ritmo tienen que andar de la mano.

-Lo que hiciste en esa película no se puede definir como piezas, tampoco como tracks y mucho menos como canciones. ¿Cómo lo llamarías?

-No lo sé. Tampoco lo llamaría temas. Llamémosle exploraciones, porque eso fue lo que hice. La primera vez que nos juntamos hicimos todo el guión sin ver la película, pues todavía no había sido filmada. El me explicaba las escenas, y yo improvisaba. Fue todo muy experimental. Pero tuvo un buen resultado porque me dejó hacer lo que yo quería. Digamos que fui su herramienta.

-¿La banda de sonido estuvo antes que la película?

Los demos. Luego los pusieron encima de la película. Me enseñaron lo que hicieron, y volví a hacer toda la banda de sonido ya viendo las escenas.

-¿Cómo lidiaste con el éxito a partir de ese momento?

-Hice más bandas sonoras a partir de eso. Algunas eran exclusivamente con la batería, lo que generó un estigma que me traté de quitar porque todo el mundo piensa: “El es el de la batería”. Salirme de eso ha sido un poco difícil, aunque es un regalo. Hice shows en vivo tocando la banda de sonido, y eso me permitió ir a lugares que de otra forma no hubiera conocido.

-Si bien ese estilo resulta de la improvisación, ¿cómo fue dominar y formalizar ese método?

-Lo curioso de estos shows es que yo me paro en el escenario, explico el proceso de la película y digo que cada concierto que hacemos es diferente porque se basa en la improvisación. Me parecía absurdo reproducir nota por nota lo que hice. Improviso otra vez tratando de mantener el efecto dramático.

-Birdman fue nominada con Whiplash en el rubro “Mejor banda de sonido original” de los Oscar de 2015, lo que fue llamativo porque ambas tienen al ritmo como eje. Sin embargo, ¿qué tal real es para vos la trama de esa película? ¿Los bateristas de raza son así?

-En lugar de un baterista, podían haber puesto a un atleta. De hecho, hace poco me invitaron a ser parte de un video en el que me pedían que chequeara la veracidad de escenas de películas que tienen bateristas como Sound of Metal o Whiplash. Me daban un rating de cero a 10, y a Whiplash le di un 1. Era una exageración brutal.

Este desembarco porteño de Sánchez se produjo a pocas semanas de la salida de su nuevo álbum, SHIFT (Bad hombre vol. II), que cuenta con participaciones de lujo como las de Trent Reznor y Atticus Ross, al igual que las de Dave Matthews y Pat Metheny. También se sumaron al proyecto Lila Downs, Silvana Estrada, Rodrigo y Gabriela, Meshell Ndegeocello, Ana Tijoux y Kimbra. “Lo interesante del repertorio es que no escogí nada del material”, explica el cuatro veces ganador del Grammy, así como egresado de Berklee College of Music. “A los invitados les di el menor trabajo. Si tuviera que contratar a Dave Matthews para que cante una canción que escribí, no me imagino cuánto me cobraría”.

-¿Pasó lo mismo con Trent Reznor?

-El sí grabó específicamente esa canción. Nos conocimos en una entrega de los Golden Globe en la que ambos estuvimos nominados. Me dijo que básicamente había inventado un lenguaje nuevo. Le encantó Birdman, y pensó que iba a hacer algo muy parecido. Supongo que por eso me mandó algo atmosférico. Nunca les envié lo que iba haciendo. Yo lo acababa, les mezclaba y se los mandaba. Mi meta era soprenderlos.

-La sugestión de que este disco puede ser una banda de sonido está latente tanto en la tapa como ene el título. ¿Cuál fue la intención conceptual en este caso?

-Seguir con mi obsesión de contar historias a través de los textos de otras personas. También mi intención fue tener a la voz y a la batería en el plano principal. Me encantan los discos que tienen mucha producción como So, de Peter Gabriel, y quería hacer lo mismo en este caso. ¿Por qué no poner a sonar 10 baterías? Creo que la gente puede escucharlo por su profundidad sonora. No sé si hay otro disco de un baterista de jazz que tenga una propuesta así.

-¿Y a quién sentís que te faltó tener en este disco?

-A Gustavo Cerati, sin duda,