Anteayer terminó la feria arteba, que resultó una muy buena edición en todo sentido.
El domingo a la tarde se presentó allí, en el auditorio, el libro sobre la obra de Magdalena Jitrik, quien no pudo asistir porque estaba en Colombia junto a su madre y su hermano, dado que acompañó los días finales de su papá, el querido Noé Jitrik.
El libro fue publicado en la editorial Adriana Hidalgo editora -de la que formé parte de su planificación y creación en 1999 y fui su director editorial, desde entonces, hasta comienzos de 2022. El libro Jitrik forma parte de la colección “libros sobre artistas”, con idea y dirección de quien firma estas líneas. Participé de la presentación del libro junto a Florencia Qualina y Eduardo Stupía. Aquí se vuelca en parte el contenido de la presentación.
F.L.: -Todos tenemos una genealogía, una trama, una red que nos precede. Antes de conocer a Magdalena conocí a sus padres. Noé Jitrik, era un sabio en estado de gracia, que ha aportado a la literatura desde todos los ángulos, como escritor de ensayos, narrativa y poesía; como profesor en varias universidades aquí y en otros países; como director de la portentosa Historia crítica de la literatura argentina; como columnista de Página 12. Fue mi profesor de literatura latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Estudié de sus libros, entre otros, El fuego de la especie, en el que analiza a escritores como Esteban Echeverría, José Hernández, Payró, Macedonio, Borges y Cortázar. Lo he tratado a lo largo de casi cuarenta años.
A fines de los ochenta leí el deslumbrante libro de cuentos Canon de alcoba, de la mamá de Magdalena, Tununa Mercado. La hija venía precedida de una genealogía especialísima.
Conocí a Magdalena en 1990, a sus veintipocos años, cuando era cocuradora, junto a Jorge Gumier Maier, de la galería del Centro Cultural Rojas. En aquel año presentó allí una exposición de sus pinturas. Publiqué en ese momento una breve reseña en Página 12, con el seudónimo de Pablo Aldazábal, en la que hablaba de sus abstracciones, sus arquitecturas, sus colores y, como al pasar, para mencionar lo que en las pinturas parecía evocar el fuego, usé la frase “el fuego de la especie”. Magdalena me dijo unos días después, “qué casualidad, usaste una frase que es el título de uno de los libros de mi papá”. Le respondí que no era casualidad.
El libro dedicado a su obra comienza con un largo ensayo del crítico y curador francés Philippe Cyroulnik, el crítico extranjero que mejor conoce el arte contemporáneo argentino. Nos conocimos con Cyroulnik en 1989, en Buenos Aires, en que ambos fuimos jurados del Premio Gunther, organizado por el coleccionista francés Edgar Gunther y por Jorge Glusberg, en el CAyC. Desde entonces Philippe ha venido muchas veces a la Argentina y trabajé con él en varias exposiciones de argentinos en Francia, como por ejemplo la exhibición internacional de gran escala L’abstraction & ses territoires, en 1998, en la que participaron Tulio de Sagastizábal, Graciela Hasper y Magdalena Jitrik.
En el texto para el libro de Magdalena, Cyroulnik analiza, entre otros temas, las relaciones entre vanguardia política y vanguardias históricas -tradición en la que se inscribe buena parte de la obra de la artista- y de la creación del Taller Popular de Serigrafía (TPS).
El ensayo de Agustín Diez Fischer aborda, entre otras cuestiones, el aparente anacronismo de las elecciones estéticas de la artista; las temporalidades de su obra, y hace un análisis minucioso de cada una de las etapas y exposiciones de Magdalena.
Aquí me gustaría introducir lo que dice Giorgio Agamben en su ensayo “¿Qué es lo contemporáneo?”, incluido en el libro Desnudez. Allí, el filósofo dice que no es contemporáneo quien está en completa sincronía con su tiempo, porque eso le impide tomar distancia y ver su presente. De modo que un rasgo de lo contemporáneo es el desajuste con la época. Tampoco es contemporáneo quien mira de frente las luces de su tiempo, porque eso lo ciega. Para ver la época hay que entrecerrar los ojos y ver los contornos, poder ver las sombras y oscuridades. Ambas condiciones son aplicables a la obra de Magdalena Jitrik. Del texto de Florencia Qualina no voy a hablar porque por suerte la tenemos aquí.
Finalmente, una curiosidad. Vemos que la feria arteba está muy bien. Y tiene el sector “Utopía”, con lo cual la utopía llegó a una feria de arte. Si uno piensa en términos históricos y conceptuales, la utopía no puede ser un conjunto de deseos privados. Sino que, como lo pensó por primera vez Tomas Moro, se trata de un deseo colectivo, social, comunitario, tal como Magdalena ha venido pensando y realizando su obra a la par de su activismo político. Y con esto vuelvo al principio, respecto de la genealogía de una ética, una estética y una política que derivan del legado familiar.
Eduardo Stupía: - La presentación del libro está teñida por la muerte tan cercana de Noé Jitrik, y entonces resulta pertinente que el libro tenga por título el apellido de la artista y no su nombre: “Jitrik”: así se llama el libro. Y es como si estuviéramos hablando de un linaje y no solo del libro dedicado a Magdalena. El apellido Jitrik, el linaje, la estirpe, los Jitrik. Como si se tratara del universo Jitrik, marcado por esta peculiarísima y muy difícil, perfecta concatenación, entre nociones, trabajo con, y emparentamiento de las vanguardias políticas y las vanguardias artísticas. Tanto en el campo de la literatura como en de la visualidad.
Los tres textos del libro, cada uno a su manera, dan perfectamente cuenta de esta imbricación extraordinaria. Como se trata de un libro, puedo decir que soy bibliómano o un bibliópata (nueva categoría), trato de subrayar, de rescatar qué pasa con un libro. Este libro especialmente permite ver el corpus claro de cada pieza, de muchas obras, además de las instalaciones. Lo cual es una decisión editorial y de diseño que no siempre se cumple del modo en que se debe hacer: Ver la pieza completa. Porque a veces, en el diseño de libros de arte se establece una hiperdecisión de diseño, que sofoca cierta claridad expositiva. Por eso en el libro de Magdalena, cuya obra es instalativa, pictórica y también, uno diría, fenoménica, este aspecto está perfectamente cuidado. Gracias a este libro se puede conocer muy bien la obra de la artista, y eso pasa también porque los libros quedan. El libro, más allá de todas las plataformas de almacenamiento, es una temporalidad hecha estatuto físico: todo el tiempo en el mismo momento. La contemporaneidad del libro es el suceso y toda la cronología del artista, apenas uno lo abre y lo recorre. La cronología, en este libro, es no solamente una noción de orden sino un emparentamiento de la obra de Magdalena con la historia política. (Luego Stupía leyó algunas apreciaciones sobre la obra de la artista).
Florencia Qualina: - Continuando algunas de las cuestiones que plantearon ambos quería referirme a la impecable resolución que tiene el libro, en términos conceptuales, en relación con el modo en que Magdalena piensa su trabajo. Ella plantea sus proyectos en torno de las exposiciones y esta coherencia con el libro es fundamental cuando se aborda su trabajo. Entonces voy a hacer un repaso de esto que es mucho más que una cronología. Porque es pensar in extenso su trabajo. Por otra parte, al pensar las fechas siempre hay un indicio sobre en qué condiciones concretas estaba desarrollándose la vida política y cultural en la Argentina. Cada una de estas fechas es una clave de acceso y, muchas veces, de su condición -me atrevería a decir- visionaria. Por cómo puede anticiparse algo de lo que va a sobrevenir. La primera exposición que figura en el libro es “Revueltas”, en el año 1997. La segunda es “Desobediencia”, del año 99. Luego: “Ensayo de un museo libertario”, en el 2000. Ahí hago un paréntesis. No quería dejar de traer a esta conversación la noción de disputa que abre Magdalena. Esta cuestión trágica de cómo lo “libertario” en los últimos tiempos empezó a tener un sentido nefasto. Y también se puede pensar la obra en ese contexto en el que surgió. Cuando ella trabaja en el archivo de la Federación Libertaria Argentina, nos invita a poner en disputa ese término, para no entregarlo de manera acrítica a lo más oscuro de nuestro tiempo. Para seguir con los capítulos del libro y la obra de Magdalena: En el 2001 presenta su muestra “Socialista”. “Fondo de huelga”, en 2007. “Vida revolucionaria” en el 2012; “América” en 2016. Y la última exposición hasta el momento, “La superación de la guerra”, en 2019. Todo esto nos habla de una inteligencia y una sensibilidad muy notables. (Luego Qualina leyó fragmentos de los tres ensayos del libro).