La sociedades están llenas de contrastes pero existen ciertas invariantes, y una de ellas es la lucha de clases. En efecto, de forma abierta o más solapada el conflicto es el motor de los procesos históricos.

La desigual distribución de los bienes materiales es la raíz de estos conflictos. El capitalismo como tal busca y buscará siempre neutralizar la capacidad operativa y de ofensiva de las clases dominadas y sometidas a la explotación.

La democracia y el régimen delegativo representativo excluye de las decisiones a la mayoría de la población y las propuestas electorales se venden como una mercancía más en épocas electorales.

El conflicto sostenido durante cinco meses por los trabajadores de la industria del neumático puso en evidencia que solo la lucha le permite y le permitirá al proletariado lograr el reconocimiento de sus derechos.

Los trabajadores apelando a la huelga, palmaria demostración de rebeldía contra el capital, obtuvieron una mejora salarial escamoteada por las patronales.

Con casi todo el periodismo radial y televisivo en contra de la lucha obrera, aún así alcanzaron sus objetivos.

El gobierno vía el Ministerio de Trabajo judicializó la protesta e incriminó a los delegados gremiales. La burocracia sindical exhibió una vez más su consabido servilismo al capital y al Estado.

Notable contraste el de los trabajadores anunciando sus resoluciones en asamblea y el crapulesco burgués mostrándose junto a dos neumáticos que nunca fabricó cual Martínez de Hoz, el presidente de la Sociedad Rural, junto a un toro campeón.

Luchadores y miserables. No hay conciliación posible.

Carlos A. Solero