La próxima semana nuestra Ciudad de Buenos Aires será sede del denominado C40, una cumbre internacional de alcaldes con la presencia de más de 100 ciudades del mundo y 150 intendentes locales para discutir el “cambio climático”. El jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, desplegará todo su dispositivo de marketing y mediático con el fin de proyectarse internacionalmente utilizando el tema ecológico como su gesta personal. Definiendo su mirada ideológica declaró que se trata de “abrirse al mundo”, afirmando su paradigma ortodoxo neoliberal de “apertura”, como en el caso de la economía y el comercio, soslayando la existencia de potencias capitalistas mundiales y de grandes corporaciones monopólicas globales. En este tema tan crítico como el cambio climático y su consecuente daño ecológico, ya nadie duda que hay países y corporaciones que son las verdaderas causantes y culpables del envenenamiento del planeta, de allí que resulta incompresible que Rodríguez Larreta proponga una visión igualadora mediante la cual “abriéndonos” todos los países “hermanados” afrontaremos esta problemática por igual.
La apuesta del jefe de gobierno es temeraria; ejecutará un dispositivo mediático abrumador con el propósito de instalarse como paradigma de la lucha por la ecología, cuando tanto su gestión como la de su inspirador y antecesor Mauricio Macri se caracterizaron por lo contario: privilegiar un diseño de ciudad que favorece el desarrollo del negocio inmobiliario invadiendo el espacio público con sus inevitables poluciones, con lo cual niega en la práctica la más básica condición ambiental y social para el conjunto de los habitantes. Incluso con esta política se compromete la perspectiva intergeneracional con vistas a una ciudad futura vivible en términos climáticos, ecológicos y convivenciales entre los que la habitamos y su entorno. El fin de fiesta será con pomposos fastos y todo tipo de fuegos de artificios y se exhibirá como gran símbolo histórico del progreso ecológico larretista el cambio de las 552 luminarias de la araña del Teatro Colón.
Rodríguez Larreta lleva dos mandatos como intendente porteño y otros dos como jefe de Gabinete del entonces alcalde Macri. Sin embargo, la CABA tiene muchos menos metros cuadrados de verde de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud. La distancia para cumplirla es enorme y todo indica que estamos cada vez más lejos. La OMS señala que debe haber entre 10 y 15 metros cuadrados de verde por habitante, y nuestra ciudad cuenta con apenas 5,13 metros cuadrados por habitante, pese a que la contabilidad creativa que el jefe de gobierno intenta desplegar sumando macetas, jardines verticales, adornos colgantes en las plazas y todo tipo de artificios para levantar tan paupérrimo promedio. La situación ambiental porteña desmejora a pesar de los crecientes reclamos ciudadanos. Durante las gestiones del PRO en la ciudad se han perdido innumerables posibilidades de ampliar los espacios verdes, dado que los lugares potenciales que se generaban fueron cedidos o vendidos a empresas constructoras para grandes emprendimientos inmobiliarios. Se calcula que, en el transcurso de las administraciones de Macri y Larreta, 400 hectáreas fueron transferidas al sector privado. Mientras el verde retrocede, el cemento avanza: 9.142.970 metros de torres y edificios. Nadie duda de que estas moles de cemento deterioran la calidad de vida del pueblo porteño.
Resulta imprescindible mencionar el caso paradigmático de los terrenos de Costa Salguero, Punta Carrasco y la Costanera Sur, donde a pesar del rechazo ciudadano mediante protestas y audiencias públicas, y la existencia de un proyecto presentado en la Legislatura con más de 50 mil firmas para hacer un parque público que permitiría recuperar el río para el disfrute y la conservación del medio ambiente, el gobierno “ecológico” porteño insiste con su plan de levantar allí megatorres de élite para beneficio exclusivo de constructoras y de un pequeño número de millonarios que gozarán del privilegio de vivir frente al río.
Continuando con las sagradas leyes del marketing, la cumbre cerraría con un festival de “sustentabilidad” denominado “Pies en el pasto”. Resulta obvio que tal festejo no se desarrollará en Almagro, San Cristóbal u Once, donde los vecinos y vecinas tienen que conformarse sólo con 0,02 y 0,04 metros cuadrados de verde respectivamente para posar sus pies en el pasto de una plaza. La ideología del alcalde Rodríguez Larreta no contempla una estrategia que responda a los desafíos de la época asumiendo que el crecimiento económico debe incluir necesariamente las variantes ecológicas, sociales y culturales. Desde esa conceptualización se debe planear el desarrollo asumiendo en plenitud los límites del planeta, del vasto conjunto de la naturaleza, aplicado a las características del entorno de nuestra ciudad y de todas las expresiones de la vida que habitaron el arca bíblica. El crecimiento económico no puede ni debe ser infinito. Para el PRO porteño y sus representantes, la expansión económica no debe tener fin, lo cual significa ganancias sin fin. Se trata de una ideología propia de su naturaleza. Como consecuencia de esta concepción, la tierra de nuestra ciudad se ha ido transformado en un bien transable y la cultura ha sido subordinada a la creación de bienes mercantilizados. Estos fundamentos explican la irrupción en los últimos años de enormes criaturas de cemento por toda la ciudad que impedirán por décadas o siglos que accedamos a la luz, al sol, al aire puro y espacios verdes y sanos.
Párrafo aparte merece mencionar que el gobierno porteño incumplió las metas de reducción de generación de basura establecidas en la Ley Basura Cero, a pesar de haber modificado la normativa en 2018 para bajar las pretensiones ambientales originales.
Como corolario de la majestuosa reunión universal por el cambio climático, se realizará un gran cierre en el Planetario, evitando el traslado de los árboles de metal que dispuso en la Plaza Echeverría de Villa Urquiza.
El pueblo porteño necesita y se merece otro proyecto de ciudad que integre sus diversidades e incorpore la noción ecológica, la justicia social y la participación de la comunidad en la gestión.
* Juan Carlos Junio es secretario general del Partido Solidario y presidente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.