En una libretita, la mamá de Lorena Membrive anotó las vivencias y conversaciones que no pudo tener con Miguel, el padre de esa niña que tenía poco más de dos años cuando él fue secuestrado en Rosario, el 9 de junio de 1977, durante la última dictadura militar. Esas páginas, escritas con dolor y esperanzas, permitieron que desde muy pequeña Lorena fuera armando, como un rompecabezas, su propia historia; y cómo fue la vida y la militancia de su papá. El expediente por el caso Miguel Membrive está en etapa de Instrucción en la Justicia Federal de Rosario y la semana pasada Lorena fue oída por tres camaristas, vía Zoom, en el marco de la audiencia donde el fiscal Adolfo Villatte solicitó que se revierta el beneficio de la prisión domiciliaria otorgada al ex teniente coronel del Ejército Juan Daniel Amelong, imputado en esa causa que próximamente será elevada a juicio. "El único lugar para un genocida es la cárcel común", remarcó Lorena, sobre una de las premisas de los organismos que luchan por verdad, memoria y justicia.
Miguel nació en San Rafael, Mendoza, en 1940. Cuando tenía 26 años ingresó en la Acción Católica Argentina. Se desarrollaba como obrero y agricultor. Integró el Secretariado Nacional del Movimiento Rural Argentino y participó de las ligas agrarias. En el año 1972 ingresó a la Juventud Peronista de Montoneros y en 1975 fue despedido de su trabajo y constituyó el movimiento de obreros despedidos. Ese mismo año nació Lorena. Ante la persecución, en agosto de 1976, la familia se trasladó a Rosario. Fue secuestrado, con 36 años, en la vía pública, resume una publicación del sitio lacalamita.net.ar. Según la reconstrucción del caso, pasó por ese centro clandestino de detención, que funcionó en Granadero Baigorria.
"Yo tenía dos años y medio cuando él desaparece. Mi papá era hijo de campesinos españoles inmigrantes, trabajaba en el campo y vivió en carne propia las injusticias del patrón. Le tocó trabajar desde muy pequeño. Comenzó muy tempranamente en la Acción Católica en Mendoza y luego se comprometió en las Ligas Agrarias, fue representante en un congreso en Roma, y luego fue a una experiencia de familias campesinas en Francia. Siempre muy comprometido y en formación", describió Lorena, actriz, titiritera y militante de Hijos Mendoza. "Él terminó la secundaria con mucho sacrificio; gestionó una escuela técnica en Chacras de Coria. Tenía un compromiso enorme. Hizo un recorrido por el norte argentino. Y en el marco de esa militancia llegó a Montoneros. Se conoció con mi mamá en un congreso en Chile, donde ella también era militante. Luego se mantuvieron en contacto por carta, y cuando fue el golpe en Chile la fue a buscar, en 1973". Dos años después nació Lorena. "A finales de ese año -tras el secuestro de un tío suyo- nos fuimos los tres a Rosario; y al año siguiente fue lo de mi papá", resumió en diálogo con este diario.
A partir del relato de Nadia, su madre, Lorena cuenta su historia. "Las dos nos fuimos un tiempo a San Luis y como mi mamá tenía toda su familia en Chile, en diciembre de 1977 decide que vayamos para allá. Estuve toda mi infancia en Chile y a los 18 me vine a Mendoza", recordó.
Hablar de los relatos, vivencias y esperanzas escritas en la libreta de su mamá, la emociona. "Alrededor de los 10 años empecé a leerla. Para mí siempre fue muy importante y movilizadora porque era encontrarme ahí con parte de mi historia. Eran diálogos que (su madre) tenía con mi viejo, contándole cómo estábamos. Es muy personal pero para mí siempre fue como un armado del rompecabezas que se va reconstruyendo, aunque siempre falta una pieza. Ella siempre me habló de mi papá", cuenta sobre su madre, que vive en Santiago y es quien "pudo aportar mayores datos a la causa". Lorena la describe como "una militante de la vida que supo mantener viva la figura de mi padre".
Desde niña, Lorena supo que quería ser artista, y fue durante la adolescencia que manifestó querer seguir el camino de su padre, pero a su manera. "A los cuatro o cinco años apareció esto, durante los juegos con mi abuela en los que yo le pedía que hiciera 'miaja" (magia), quizás como una instancia de niña de querer hacer aparecer lo que no estaba. Después llega el teatro, el escenario como un espacio de creación y sostén. A los 15, yo ya hacía teatro y estudiaba, y volví por primera vez a Argentina donde me encontré con una tía, hermana de mi papá, y le dije que yo iba a seguir el camino de él, pero con mis herramientas. Había un contenido fuerte y mi militancia fue a partir del teatro", aseguró.
Tanto en su historia de vida como en su militancia advirtió que "la figura del desaparecido te marca para toda la vida. Deja un vacío... te queda trunca la vida. Eso es lo que sigue siendo tan siniestro de estos genocidas", sostuvo. Además de Miguel, su familia también tienen desaparecidos a una tía y un tío (Isabel Membrive y Juan Carlos Charparin), cuyos casos tramitan en la Justicia de Mendoza.
Sobre el caso de su padre, Lorena señaló que "la Fiscalía pudo reconstruir desde que lo capturan, hasta que lo matan y lo desaparecen". Amelong es parte de esa causa. "Fue partícipe del secuestro de mi viejo", señaló. En ese sentido, consideró que "no se puede permitir la domiciliaria" de quien además fue cuatro veces condenado en causas de lesa humanidad.
La militante, artista y titiritera también tiene tres hijes de 22, 10 y 4 años. "La del medio me acompañó fuertemente desde chiquita en las marchas, era la bebé que gateaba en tribunales. En uno de los juicios que se hicieron acá, en Mendoza, estuve (en las movilizaciones) con ella y llegó una foto nuestra a Buenos Aires que está en un mural en la (ex) Esma", contó como algo "inimaginable". En la última marcha del 24 de marzo, esa niña leyó parte del documento por el acto de la memoria de Mendoza.
Para Lorena, la militancia y la búsqueda de justicia tiene un objetivo claro y colectivo: "Que la verdad salga a la luz y que exista la memoria para que un nunca más sea real".