La escuela Indalecio Gómez tiene un edificio peculiar. A simple vista, sobre su puerta principal por Avenida del Bicentenario 160, un conjunto de letras alargadas sin detalles estéticos informan el número del establecimiento y el nombre del jurista y político católico salteño que hoy la identifica. La denominación fue asignada bajo la gobernación de Ernesto Aráoz (1941-1943). Sin embargo, abajo, en letras moldeadas sobre la pared, como si fuesen parte de una placa, también se lee claramente: “Donación José Roger Balet, edificio número 5”.
“¿Usted sabía que la escuela tiene dos nombres?”, consultó Salta/12 a la directora del establecimiento a fines de setiembre. En ese momento Miriam Mejía contestó: “la escuela tiene un solo nombre: Indalecio Gómez. Hasta donde tengo entendido, José Roger Balet donó el terreno donde se construyó el edificio”. Tuvo dudas, buscó en los libros de actas y cuando la cronista llegó al establecimiento la semana pasada, su respuesta fue más concreta. “Por favor, lea aquí”, invitó. “La creación de la Escuela 4563 se debe a la visión progresista y a la generosidad de un prestigioso comerciante, el Sr. Roger Balet, quien fue donando edificios escolares en cada capital de provincia, como gesto de gratitud hacia la República Argentina”. Esa hoja impresa pegada en el libro de actas aclaró la duda inicial: “en cuanto al terreno, fue donado por los hermanos Carlos, Jorge, Eduardo y Roberto Fleming, y Manuela Fleming de Aráoz”.
Al recorrer la escuela donada por Roger Balet, Salta/12 ya había localizado a uno de sus nietos. Además, ese familiar había enviado por correo postal dos ejemplares de un mismo libro: “José Roger Balet. Sembrador de escuelas. Su vida y obra. De Yderla Anzoátegui”. La feminista bonaerense y militante radical, imprimió esa investigación en Industrias Gráficas Rosso de la calle Doblas 955 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Sus hojas huelen hoy a libro entrado en años: data de 1961. La biblioteca de la escuela no contaba con un ejemplar de Anzoátegui con la historia del donante del edificio escolar. Al hojearlo, la directora advirtió que la foto en blanco y negro que atesoraba adentro era la misma que cuelga todavía en lo alto de su oficina.
La foto enmarcada del hombre de la incógnita, José Roger Balet, está colgada fuera del alcance de cualquier ser humano, en una de las altas paredes de la oficina de dirección. Asoma un hombre calvo, de bigotes, que pinta cuidadas canas. Es una toma clásica, de época, compuesta por esos fotógrafos que conocían el oficio de la trascendencia en la imagen. En otra pared contigua dentro de la misma oficina (y a la misma altura de la de Roger Balet), un marco y un vidrio resguardan la copia del documento fundacional. Es el “acta de colocación de la piedra fundamental del edificio número 5” con la estampa en puño y letra del comerciante. Está fechada el 29 de noviembre de 1942. Más abajo el escribano aclaró: “el original de esta Acta con la firma de los asistentes al acto se encuentra en el basamento del mástil de la escuela”.
Camino a la biblioteca, la directora con el libro en sus mano despertó la curiosidad de un grupo de maestras que vigilaban el ingreso de material de obra que enviaba la provincia para reparar un sector con filtraciones en los techos. La escuela fue construída entre noviembre 1942 y abril de 1943 con fondos del donante. Es decir: José Roger Balet financió íntegramente la construcción del establecimiento que hoy forma parte del patrimonio provincial. Con sorpresa, las maestras miraron a la cronista y aseguraron desconocer esos datos. No habían realizado el ejercicio de imaginar el establecimiento al momento de su construcción. Permaneció alejado de las manzanas principales de la ciudad, marginal y solitario durante un buen tiempo. El coqueto barrio del Monumento a Güemes que hoy la rodea, data de fines de los años 50 del siglo pasado. De hecho, a una cuadra del establecimiento, en la intersección de Bicentenario y Paseo Güemes, una placa en bronce menciona “1950”.
Hasta esa fecha la ciudad, sus principales casas y el comercio, se desarrollaban únicamente alrededor del damero de su fundación. No se había extendido más allá del los ríos circundantes, ni se habían drenado las lagunas que la rodeaban. Por la zona donde Roger Balet construyó la Indalecio Gómez, se tejían historias del barrio chino y los caseríos marginales que existieron a principios de siglo XX por las cercanías de la actual Usina Cultural y el edificio de la ex-Palúdica. El catalán eligió ese lugar y viajó a Salta para colocar él mismo la piedra fundacional ¿Por qué tanta atención a los detalles y esmero en alcanzar una meta?
El bazar de un generoso catalán
En la ciudad de Buenos Aires nombrar “Dos Mundos” evoca recuerdos que atesoran quienes lo conocieron. En el derrotero de la investigación, la sorpresa fue encontrar hoy en la web la mención “José Roger Balet SA”, con domicilio en la calle Salta dentro del tradicional barrio de Monserrat en la CABA. Por si fuera poco, un número de teléfono. Respondió una voz amable que allanó toda búsqueda: “por supuesto, el nieto de don José (por Roger Balet) la atenderá con mucho gusto. Le paso su teléfono”, sin mediar mayores explicaciones.
Roger Balet tuvo cuatro hijos, tres varones y una mujer. Elena Roger Balet, con más de 90 años, es la madre de Luis Carlos Texeira. Con orgullo, comenzó a pincelar a su abuelo migrante. “Donó 48 escuelas, 24 en las capitales de las provincias y otras en ciudades del interior. En Salta deberían existir dos: una en la capital y otra en el interior. De la segunda no tenemos información, lamentablemente”. Texeira dejó abierta una incógnita. No pudo ser develada porque en la lista de establecimientos educativos de Salta no figuran por donación, sino por el nombre asignado. Como curiosidad, el libro menciona que a la inauguración de la escuela de Salta capital, además de José Roger Balet asistió su hija Elena.
Texeira contó que todos los edificios escolares son iguales, porque su abuelo encargó el diseño a un arquitecto muy famoso en la Buenos Aires de los años 40 y 50: Arturo Dubourg. Diseñó, entre otras obras, la actual sede actual del INDEC (ex-Ministerio de Trabajo) y tuvo un curioso seudónimo: Grey Rock. “La donación del terreno la hacía alguien a través del gobierno y él financiaba toda la construcción”, aclaró el nieto. Sobre el lugar que eligió en la ciudad de Salta, “generalmente buscaba aquellos sitios alejados del centro. Quería que la educación llegara a los chicos que más necesitaban, y ellos vivían lejos del centro de las ciudades”.
Un tramo del libro de Anzoátegui reproduce una entrevista en la que el dueño del bazar decía que al “proletariado rural, los niños, las mujeres, ese campesinado que vive en medio de dificultades terribles (…) hay que procurarle viviendas sanas, escuelas limpias y luminosas, pan y alegría”. Una reflexión nacida de esa sensibilidad social que aprendió haciendo corretaje (vendiendo a porcentaje) en los “Grandes Almacenes de papeles para embalaje y artículos de imprenta”, en España. De ahí la comparación con José Ber Gelbard, que antes de ser el último ministro de Economía de Perón vendió corbatas en las calles de Tucumán y Catamarca.
“¿Por qué construyó tantos edificios escolares?”, indagó este medio. “Él no llegó a terminar ni la primaria cuando vivió en España. De ahí su obsesión. Cuando llegó a Argentina y vió como era todo, observó que faltaban escuelas”, contó Texeira. El año de la inauguración de la Indalecio Gómez (8 de abril de 1943) corresponde a un oscuro período para la política progresista nacional, abierto por el salteño José Félix Uriburu en 1930. Concluyó en 1946 con la llegada al poder de Juan Domingo Perón. Las escuelas de Roger Balet aparecieron antes del primer peronismo. Por el libro de Yderla o en los recuerdos de su nieto, es difícil asociarlo a un partido político. Historiadores curiosos que escriben en sitios digitales, como Wilson Mesa, mencionan que alguna vez Roger Balet dijo: “los gobiernos pasan, cambian, se renuevan, y la Nación sigue en marcha, es siempre una sola”.
Los cinco nietos de José Roger Balet son primera generación de universitarios. “Soy arquitecto y docente hace años. Se ve que algo me dejó su legado, porque me gusta enseñar. Estuve diez años en la UBA y ahora doy clases en la Universidad de Belgrano”. La figura del catalán que donó el edificio de la Indalecio Gómez continuó sobrevolando en la entrevista hasta que los recuerdos recalaron en el mítico bazar. “Yo era muy chico, pero me contaron que le costó mucho entender lo que era la inflación. En un momento fue muy difícil competir. Era un negocio grande contra bazares chicos, que comenzaban a aparecer por los barrios. En los 80 cerramos”. La dirección en la calle Salta que permitió encontrar al nieto de Roger Balet “fue su edificio principal, su sede administrativa”, contó Texeira, “y el galpón mayorista desde dónde después distribuía a todas las sucursales del bazar”. Uno de los emblemáticos edificios del Bazar Dos Mundos en CABA se encontraba en la esquina de Sarmiento y Callao. Hay otra sucursal por la calle Florida.
José Roger Balet, que nació en Barcelona en 1889, murió en Buenos Aires en 1973. No sólo donó edificios escolares desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego. Por 1930 ayudó a compatriotas que no tuvieron suerte en Argentina y buscaban regresar a España. Les pagó el pasaje de su bolsillo. Regaló pulmotores importados de Inglaterra a la Municipalidad de Buenos Aires de 1940. También camillas, mesas de operaciones, material ortopédico, radios y televisores a todos los hospitales en la actual CABA. En 1960, un corazón artificial llegó a la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA.
Compró la casa donde murió Bernardino Rivadavia en Cádiz (España) y la donó a la Nación Argentina. Prefirió no imponer su nombre en las escuelas que construyó. Todas contaron con material didáctico al momento de su inauguración. Faltaba un libro con su historia en la biblioteca de la Indalecio Gómez de Salta. Lo envió su nieto, lo acercó este diario. Seguramente algún estudiante encontrará en sus páginas la historia de una generosidad increíble.