“Quizás yo sé bien por qué el humano es el único animal que ríe: sólo él sufre tan profundamente que tuvo que inventar la risa”, sentencia Friedrich Nietzsche, para quien la risa representa una actitud frente al mundo y frente a nuestra propia subjetividad. Reír libera y puede trasformar el sufrimiento. Ante cualquier pretensión rimbombante, solemne o edificante no hay nada mejor que reírse. El filósofo siente biológica y filosóficamente una imperiosa necesidad de risa. Desea compartirla con espíritu expansivo. Entiende que ese mismo sentimiento alentaba en los comienzos de la filosofía. Se pregunta cómo hubiese podido soportar la vida Platón sin Aristófanes, lo grave sin lo agudo, lo trágico con lo cómico.
Cuenta la leyenda que Platón murió con un libro de Aristófanes debajo de la almohada. La figura de una comedia sosteniendo la cabeza agónica del filósofo de la verdad conlleva un sabio sentido del humor. Apelar a la ironía festiva es decirle sí a la vida, al goce, al delicado placer de darle un giro risueño a lo inapelable.
La risa es música existencial que expresa alegría o estupor o incredulidad o sarcasmo, pero sobre todas las cosas representa una toma de distancia no discursiva para expresar algo intraducible en palabras.
¿Ante qué reímos? Fundamentalmente ante lo inesperado. Nos produce risa lo que desentona con el entorno, lo contrario a la regularidad. Es risible lo que se sale del lugar preasignado, lo que altera lo esperable, lo incompleto, lo desarmónico. También resulta gracioso una obsesión puntillosa o un descuido inesperado. Alguien que sale con prisa de su casa cerrándose el saco del traje sin advertir que no se puso los pantalones.
Reírse es una manera de conexión con el afuera y una catarsis. Como la de aquel hombre desnudo que bailaba y reía solo en su cuarto, pero comunicándose con algo que lo trascendía. La casera lo espiaba por el ojo de la cerradura. Era Nietzsche festejando la vida, riendo con todo su cuerpo. Feliz por haber logrado su obra cumbre, Así habló Zaratustra.
Existe una relación directa entre quien ríe y quien da risa, algo que irrumpe ante ciertas circunstancias. También los contrastes nos hacen reír: un señor voluminoso hablando con voz de soprano, otro que pierde el equilibrio y cae torpemente, esta es la cruel faceta de la risa. Surge de la percepción de lo bizarro. Se desentiende de la ética y suele acontecer ante situaciones penosas para quien es objeto de risa. He aquí la ambivalencia de este modo singular de expresarnos que sobreviene independiente de la voluntad. No somos responsables de que una situación nos provoque risa, pero somos responsable de cómo manejemos la hilaridad.
Según Diógenes Laercio, hubo un filósofo, Crisipo, que se murió de risa (parece que una borrachera extrema ayudó). Existen estimulantes que producen el multidimensional sentido de la risa. Diferentes clases de risa: alegre, irónica, cínica, histérica, sincera, solidaria, hostil o amigable. Ahora bien, ¿por qué solemos excluir la risa de las relaciones sexuales? Lo sabemos por experiencia propia, lo corroboramos en el arte en general y en el cine porno en especial. Se supone que se está disfrutando intensamente, pero con seriedad digna de una ceremonia mortuoria. Hay placeres sin risa.
Charles Baudelaire, en Las flores del mal, considera que la risa es satánica, por lo tanto, profundamente humana y contradictoria. Signo de una grandeza infinita y de una miseria infinita. Lo cómico, como potencia de la risa está en quien ríe y no en el objeto risible. Por su parte, Enri Bergson en La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad, destaca la insensibilidad que frecuentemente acompaña a la risa. Su medio natural es la indiferencia y su enemiga la emoción.
En una comunidad de inteligencias puras podría no llorarse, pero seguramente podría reírse. En cambio, entre gente sensible en la que todo acontecimiento produjese una resonancia sentimental, no se conocería ni se comprendería la risa. Lo cómico para producir efecto exige una anestesia momentánea de los sentimientos. Bergson considera que la condición de posibilidad de la risa es “no sentir”, pues las convulsiones festivas concentran su intensidad en sí mismas. Quien ríe no se conmueve por los sentimientos de quien provocó la risa, se deja llevar por el singular estremecimiento (aunque después se excuse o arrepienta).
Para que algo nos resulte cómico tiene que tener relación con imaginarios humanos. Incluso cuando una mascota hace algo que nos produce risa es por asimilación a lo humano. No todas las culturas se ríen de las mismas cosas, ni todas las personas se ríe de los mismos sucesos. Pero reír es del orden de la alegría y el disfrute. La risa reinstaura un equilibrio alterado y es fugaz. Es casi imposible reír continuamente durante una hora por el mismo motivo. Sin embargo, podemos llorar mucho más de una hora por el mismo motivo. Y podemos llorar en soledad, pero la risa necesita el eco social. Se ríe en grupo. La risa querría proyectarse al infinito y estallar, pero después de un gran aspaviento va desapareciendo ahí, donde se apagan las carcajadas.
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Reírse y hacer reír se le prohibió durante demasiado tiempo a la mujer. Pero desde principios de siglo XX hubo mujeres que decidieron reírse y hacer reír en público. Pierina Dalessi, Pepita Muñoz, Olinda Bozán, Tita Merello y, entre otras, Niní Marshall que hacía tartamudear al lenguaje con palabras alterada o imitando grotescamente estereotipos populares. Actualmente las mujeres van ocupando espacios en todos los géneros aptos para evocar la risa. Carla Pravisani poetiza así su relación con la risa: “Me gusta el público que ríe. / Reír entre desconocidos es una hermandad hecha de fuego. / No hay manera de odiar a quien comparte la risa. Me gustan las amigas cuando ríen. Las mujeres que sueltan sus demonios y se vuelven una legión indestructible. / ¡Pero no sé por qué no me gustan los payasos! / Quizás porque a la risa la prefiero siempre autónoma, libre y empoderada”. En La risa de las mujeres, Sabine Melchior-Bonnet considera que la risa aligera el lenguaje, lo hace más flexible, menos dogmático, más bailarín y lo abre a un mundo de múltiples interpretaciones que constituye un nuevo arte de pensar, de relacionarse y de amar.