“Tuvieron que cantarle para que quisiera abrir las manos. Ellos, especialistas en recoger a los hombres caídos, sabían que solo ante la muerte valía la pena rendirse. Por eso a él, para que se rindiera, le cantaron una canción de cuna. El niño dejó de fruncir el ceño y entonces pudieron sacar la bala. El niño abrió las manos, el niño dejó de apretar los dientes y, cuando al fin relajó el esqueleto, pudieron meterlo en la camisa blanca. Luego se lo llevaron. Uno de los hombres dijo que aquel niño era tan conmovedor que de no haber habido un hueco le habría besado la frente”. Se lee en Furia (Editorial Sigilo), la primera novela de la escritora mexicana Clyo Mendoza. En su paso por Buenos Aires para participar de la Filba, la poeta oaxaqueña charló con Las12 sobre sus lecturas de la infancia, sus universos ficcionales y su visión política sobre un país que no puede salir de la violencia.
Voy a empezar por algo muy simple, ¿qué leías cuando eras niña?
--Me gusta esa pregunta. Mi mamá nos llevaba a una biblioteca para ir a hacer sus asuntos. El otro día estaba hablando de Carlos, que era un bibliotecario que queríamos mucho mi hermana y yo porque nos empezó a entretener con libros. Aunque había una sección para niños, él la desafiaba un poco colando libros para gente más grande con cuentos o lecturas que fueran un poco más accesibles, y otras no tanto, porque de pronto metía unas cosas que terminé leyendo y me terminaron transformando y construyendo en muchos sentidos para poder escribir. Leí muchos autores latinoamericanos, obviamente, pero sobre todo, más que leerlos de niña, mi mamá me los contaba, porque de niña tenía problemas para dormir, como insomnio. Simplemente no podía dormir, y luego por eso empecé a desarrollar una vida nocturna. Leía una colección que se llama La orilla del vientodonde publicaban libros muy chidos, muy raros también, una selección de los editores muy afortunada, por lo menos en los años 90 y con temáticas muy complejas, como el abuso infantil y otras cosas… Y clásicos, como Colmillo Blanco y cosas así, ¿no? Mi libro favorito era un libro de los hermanos Grimm que encontré en esa biblioteca que se llama Querida Mili.
¿De qué trataba?
--Es un cuento de una niña que se va al bosque porque empieza una guerra y su mamá le pide que huya, que ella la va a esperar cuando termine la guerra, y Mili tiene una serie de vicisitudes en el bosque con diferentes personajes. Uno de ellos le dice: vuelve Mili, porque tu madre te está esperando, y cuando ella vuelve, encuentra en la puerta de su casa a una mujer muy pero muy ancianita y se da cuenta de que ella, aunque siga siendo una niña, entró en un bucle temporal extrañísimo. Platican toda la noche y al otro día, los pobladores encuentran a dos ancianas muertas. Es de esos cuentos de los hermanos Grimm todavía sin censura, que definitivamente también fueron muy importantes porque no subestiman tanto la inteligencia infantil.
Y vos empezaste a escribir poesía primero, Furia es tu primera novela, ¿cómo fue ese paso?
--Furia no iba a ser originalmente una novela sino un libro de poesía pero con una estructura distinta. Quería incluir trayectorias de lectura, quizás también por las lecturas infantiles. Estaban estos libros de Elige tu propia aventura, entonces yo quería complejizar un poco la estructura del potencialmente libro de poesía, y me di cuenta de que era imposible hacer una historia compleja con una estructura tan compleja, así que decidí simplificar, y esa simplificación también implicó un tipo de complejidad que fue escribir una novela que estructuralmente no fuera tan desafiante, dado que la historia ya era bastante compleja.
¿Por qué los personajes principales son varones?
--Porque yo había escrito libros desde el punto de vista de las mujeres, mis dos libros anteriores tenían como sujeto lírico predominante a mujeres. Y luego, era la parte predominantemente más sencilla ponerme en el lugar de una mujer, y quería dificultarme un poco la existencia con eso. Todos mis libros tienen como temática el abuso, el cuerpo, lo onírico y demás, pero de pronto, en este libro lo que yo quería era usar la voz de las personas o imponer yo la mía en personajes, en sujetos que yo jamás admitiría en mi vida consciente, ocupar la voz del oponente, y eso fue lo que hice. Empecé a leer muchos libros sobre hombres por los que yo tenía una atracción intelectual pero me repelían éticamente, para poder entender cómo construir una identidad que me desafiara, en ese sentido. Y poder, además, ponerle carne y corazón a los personajes sin necesidad de que limpiara sus defectos. Entender también la causa, como es un proceso de purga también la escritura, entender también la posición de ciertos hombres violentos que yo había conocido o que habían estado en mi árbol genealógico.
El tema de la violencia, en este mes se cumplen 8 años de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa y vos sos de Oaxaca, en donde en 2006 hubo una enorme movilización popular, ¿te acordás algo de esos momentos?
--Sí, mi mamá participó de la movilización como muchos civiles. Fue la primera, quizás la única vez que yo he visto movilizaciones de mujeres que, además, fue muy simbólico: ocupaban las cacerolas, las ollas y con eso hacían una percusión exigente en las calles. Eso fue muy definitorio para mí. Mi mamá me llevaba con ella a las marchas, para ella era muy importante formarnos políticamente, siempre lo fue en mi familia. Sobre todo por parte de mi mamá, de mi papá también, para ella era como ¡siempre defiende tus derechos!, persiste en esto porque hay una razón de ser que al final, probablemente tenga una respuesta en el futuro. Creo que es algo muy de madre hacer eso. Y el 2006 para mí fue ese momento en el que yo vi una cohesión social comunitaria como jamás había visto en mi vida en la ciudad. Donde, además, todo el mundo estaba protegiéndose de la fuerza del Estado o del gobierno a partir del ejército, porque ya se sabe ahora que los normalistas de Ayotzinapa fueron asesinados por el Estado, aunque se lo atribuyó a los narcos pero quien los asesinó fue el ejército mismo. Y Oaxaca, también por toda la fuerza de los pueblos originarios, creo yo, se han llevado adelante muchas luchas por la defensa de sus territorios.
¿Encuentra más voz respuestas el movimiento feminista de allá desde que está el nuevo gobierno?
--Cuando una lucha se hegemoniza, se institucionaliza, pierde un montón de fuerza, y eso es lo que ha pasado en México y en muchos lugares del mundo con la lucha feminista y con la lucha de los pueblos originarios. Lo que queremos no es ver los textiles en las tiendas, lo que queremos es que se reconozca a las personas de los pueblos originarios como sujetos con derechos y con una identidad definida que debe ser protegida por el Estado también. No queremos que haya una cuota de género, queremos que sean sujetos con derechos. El feminismo ha ayudado mucho a visibilizar todo lo que son los feminicidios y un montón de otras luchas muy persistentes, pero creo que no es que una ideología pueda simplemente por ser ideología salvar al mundo de la violencia, necesita tener una capacidad de acción, algún tipo de organización social, tener un cobijo en el lugar en el que se lleva a cabo, tener repercusiones de otro tipo que vengan desde la familia, la educación institucional, o sea, es una serie de complejidades que todavía quedan por resolver.
Cuando ganaste el premio Sor Juana Inés de la Cruz, todo el mundo estaba re sorprendido porque eras la primera escritora tan joven en ganar ese premio y te noté medio molesta con que te digan que eras la primera escritora joven, ¿podrías explicarnos por qué esa molestia?
--Sí, porque se estigmatiza mucho, osea, eres mujer, eres joven, como que se pone la atención solo en una cosa específica. Además de qué depende; en los pueblos huicholes o wixárikas en México, los abuelos no son las personas más viejas, los abuelos son los que han tenido algún tipo de compromiso y manera de aprender y de asirse a la sabiduría de maneras distintas que no tienen que ver con la línea temporal de la vida, con las edades. Son sistemas de pensamiento que no comparto mucho, pero entiendo que son los sistemas establecidos y que a la gente le va a sorprender esto y yo me tengo que hacer a la idea.
No solo hablás en tu escritura de la violencia contra el cuerpo de las mujeres, sino también contra los territorios.
--La aspiración a tener un espacio natural que te cobije o te materne, es donde se encuentra la verdadera justicia reparativa. La vinculación que hay con el territorio o con la tierra, cómo se vive a través de ella, es una relación que define mucho cómo nos relacionamos con las mujeres. Y así como el cuerpo de las mujeres es violentado, es violentado el territorio, saqueado, violado, y ultrajado.
¿Qué otras escritoras contemporáneas mujeres te gustan?
--Pues, de aquí de Argentina para mí fue un muy bello descubrimiento Camila Sosa Villada, o sea, encontrar una voz tan sensible y tan múltiple. Su libro El viaje inútil, este ensayito que tiene sobre la escritura, a mí me parece increíble. Dolores Reyes, que además se ha vuelto una querida amiga, también. Este diálogo que se sostiene con otras mujeres para mí ha sido vital para poder escribir. Y en México tenemos muy buenas escritoras, y pensaría en poesía, por ejemplo Xel Ha López, que también ha sido invitada a un FILBA hace unos años y que ella enuncia desde un lugar de mucha ternura todos los procesos históricos que han repercutido en sus abuelas, por ejemplo, y tiene una manera muy tierna de enunciarlo, y creo que esa capacidad de retomar la ternura cuando se enuncian cosas tan atroces es también fundamental.