Aunque nacieron como marca registrada de las libertades y libertinajes que ofrece el under, los ciclos musicales se transformaron en los últimos años en uno de los principales amplificadores de la escena musical que actualmente revoluciona a la Argentina. Su efecto ha sido tan contundente que una vez que un artista nuevo pasa por alguna de estas vitrinas, su llegada al mainstream es prácticamente instantánea. Esto en parte tiene que ver con una curaduría quirúrgica, a cargo en un sinnúmero de ocasiones de periodistas especializados en el tema. Por lo que la noticia ya no pasa sólo por los medios tradicionales o el soporte digital, sino que también se empezó a poner a prueba sobre el escenario. Con fechas cuya selección artística es de autor. Pero esto no es nada novedoso. En un pasado no tan remoto, varias redacciones pusieron a circular sus propios showcases.

Invocando esa tradición, pero adaptándola a los tiempos que corren, Cultura y Espectáculos y el Suplemento NO de Página/12 unen fuerzas para mostrar un compendio de la cosmogonía musical argentina de esta época. Mientras que la publicación dedicada a la cultura joven de este diario protagonizará su primer round el 18 de noviembre, su contraparte levantará el telón del evento este jueves 13 de octubre. Y lo hará en Centro Cultural Caras y Caretas de Venezuela 330, cuando reciba, a partir de las 20.30, a dos formas de entender el rock: Acorazado Potemkin y Las Bodas Químicas. “Me encanta ese lugar. Tenés a la gente encima”, dice Juan Pablo Fernández, cantante y guitarrista de los Potemkin, sobre la sala que volverá a reunir a ambos grupos, luego de que en 2018 compartieran fecha como parte del ciclo del programa de AM 750 Rebeldes, Soñadores y Fugitivos. “Es una alegría y un honor acompañar en ese escenario tan precioso”.

-Este año estuvieron celebrando la primera década de Mugre, su disco debut. ¿Esta vez seguirán con ese plan conmemorativo o harán un picadito con canciones de todos sus álbumes?

Juan Pablo Fernández: -Hicimos un show en en Parque Centenario en el que homenajeamos los 10 años de Mugre. Lo tocamos completo, y lo intercalamos con canciones nuevas. Nos alegra que ese material siga vigente, y que dialogue con lo que hacemos ahora. Sin embargo, la pandemia nos interrumpió las presentaciones de Piel, disco que sacamos en noviembre de 2019 y que estrenamos en vivo en 2020. Sentimos que tenemos que tocarlo, a lo que sumaremos dos temas nuevos en los que trabajamos en la cuarentena. Mucha gente te dice que el mejor disco es el último, pero hay otra que dice que el mejor disco es el primero. Y en algunos casos son las mismas personas. Algo de Mugre haremos.

Al tiempo que el cantante de la banda que completan Federico Ghazarossian (bajo) y Luciano "Lulo" Esain (batería y coros) adelanta su actuación en el flamante ciclo de recitales de Página/12, Nicolás Daniluk (batería y voces), de Las Bodas Químicas, escucha atentamente. Al igual que el trío, el cuarteto también se encontraba promocionando su nuevo álbum, Ley de gravedad, antes de que decretaran el encierro. “Las canciones de ese disco son relativamente nuevas. En el sentido de poder llevarlas al escenario, tuvieron pocas instancias para ser mostradas. Así que esto es algo que vamos a seguir defendiendo”, advierte el músico de la banda que integran José Lavallén (guitarra y voz), Andrés Tersoni (bajo y coros) y DJ Roco Collado (programaciones y percusión). “Más allá de esta voluntad de estar siempre componiendo, revisitamos el set de Ley de gravedad. Vamos a sacar un disco gemelo, oculto o perdido al que llamaremos Gravedad de ley, que tendrá cuatro canciones en vivo, una acústica y seis remixes. Algo de esos nuevos condimentos va a estar presente en este show”.

-¿Cómo ha sido su vuelta al ruedo luego de la pandemia?

J. P. F.: -Estamos retomando el ritmo prepandemia habitual. Nos guardamos mucho. Aprovechamos el parate sanitario para ordenarnos un poco nosotros también, porque tuvimos un 2019 muy fuerte. De grabaciones, de tocar, de todo. Y en la medida que podíamos, hacíamos los shows que nos gustaban como el streaming de Niceto Club, el recital del Mandarine Park con burbuja o la presentación de Parque Centenario. Era lo que permitía la pandemia. Cuando se pudo, arrancamos normal. Hay algo de estar tocando que necesitamos, y que nos define. Era vital para nosotros. Supongo que también lo era para Las Bodas Químicas…

N. D.: -No hay comparación. Lo que se pudo hacer es lo que dice Juan. Tocamos cuando hubo la posibilidad, y en ese contexto hicimos la presentación de Ley de gravedad en el CAFF, en un estado de burbuja. También adaptamos nuestra vida cotidiana a esa situación, así como la creativa. Aunque aprovechamos para componer, que es una matriz que tenemos instalada. Estamos generando material constantemente, por más que los tiempos para llevarlo a un disco o a un escenario son otros. En ese sentido fuimos muy asertivos. Sacamos un material llamado Ley de gravedad que, al igual que pasó con el trabajo anterior, se adelantó a situaciones complejas. Ese es un rasgo de la lírica de las Bodas, a pesar de que las encaramos desde la metáfora.

-¿Qué opinión les merece la sobreoferta de recitales y festivales que desbordarán a Buenos Aires en estos tres últimos meses del año? Al promedio de la gente, su economía no le da para ir a todo.

J. P. F.: -Nosotros somos grandes, y ya pasamos por varias situaciones similares. Así que vamos a pasar esta también. En algunos momentos lo veremos como una oportunidad, y en otros como una crisis. Y si es por el Primavera Sound, la gente ya sacó la entrada hace mucho. Eso no nos quitará público. Si en el medio de la crisis económica, de la inflación o de la incertidumbre de que no te alcance el sueldo, la gente igual quiere seguir haciendo cosas, creo que hay que aprovecharlo, disfrutarlo y sostenerlo. Hay una pulsión de salir a tocar, de encontrarse con el público. Buenos Aires es así, es un poco caníbal. Tiene mucho, y se fagocita todo. Pero es linda esa diversidad, esa sensación de movimiento. Atribuyámoslo a que es la primera primavera post pandemia.

N. D.: -A la crisis hay que sumarle las guerras y esa cuestión endeble del sistema económico y social. Eso hace que la gente necesite encontrarse con sus pares, escuchar música, sudar y festejar el hoy. No estamos con una sensación de proyección saludable. Al igual que sucedió en el pasado, las crisis siempre son un buen abono para que salgan cosas buenas.

-Santigold canceló su gira por América del Norte debido a los cambios que se produjeron en la industria y el bienestar de los artistas, a partir de la pandemia. Cuando la cantante y productora estadounidense compartió en las redes la carta en la que expresaba sus razones, varios artistas top salieron a respaldar su contenido y a confirmar que no se salió bien parado psiquica y económicamente de la coronacrisis. ¿Esa realidad se traslada a la Argentina?

J. P. F.: -Es verdad. Ese fenómeno social lo veo más en los colegios secundarios. Me parece un rasgo a tomar en cuenta cómo la sociedad se va a reponer de esas situaciones de vulnerabilidad, de encierro, fobia y de aislamiento. Incluso al revés: de comodidad en el aislamiento. En general, y en lo particular, siempre preferimos ser una banda que no se aísla de los problemas sociales que vivimos. Como los cambios de gobierno en los que echó gente, donde militamos en su reincorporación. Una de las cosas que nos ayudó mucho fue cerrar la persiana. No teníamos nada que decir ni que hacer. Al punto de que tuvimos que salir a buscar trabajo, porque tuvimos una gira que se nos cayó. Está bueno no lamentarse ni ocupar un lugar de víctima en la sociedad, cuando hubo miles de muertos y familias destruidas por el coronavirus. Hubo gente que, pese a eso, tuvo que salir a laburar igual. Vos decís: “Se vive mal, se vive enquilombadamente”. Y a veces ese es un rasgo sano. Hay que mirar a la sociedad con los ojos abiertos, y el artista es parte de la sociedad. Si no tenés esos problemas es porque estás en tu torre de marfil.

-¿Y qué opinan Las Bodas Químicas?

N. D.: -Coincido con eso de que uno, desde su lugar como artista, trata siempre de salir del aislamiento. La música es un alimento para el alma, pero para los demás. Uno lo hace como una forma de expresión, para humildemente brindar algún tipo de herramienta. Siempre nos ponemos a disposición para ayudar. El artista per se no tiene que ser tan importante. El músico que se preocupa por los charts o hasta dónde llega su mensaje, y es probable que con la pandemia haya detonado más aún.

-Nicolás, en tu rol de coordinador de Clumvi (Cámara de clubes de música en vivo), ayudaste a que muchas salas no se fundieran en la pandemia. ¿Cómo sigue esa veta filántrópica?

N. D.: -Ahora ayudo también a los músicos y músicas desde el Inamu a que no se corten las asignaciones directas para que no sólo esa institución, sino también el INCAA o el INT puedan tener esa autarquía para que den una mano como se dio. Pensemos que la mayoría de los músicos o las músicas independientes no tenían en la pandemia un salario que les permitiera sobrevivir. Muchos salieron a buscar lo que sea para resolver su cotidianidad, en un estado de sequía tremendo. Esos organismos, que son estatales pero no gubernamentales, salieron a bancar un poco. Se tuvo que poner el foco en la supervivencia de los y las artistas.

J. P. F.: Hay que correrse del foco de atención. El artista no es tan importante. En este momento hay otros problemas todavía más relevantes.

-El músico antes necesitaba la contención de un manager y el apoyo de un sello, pero hoy apela a la autogestión o una manera de trabajar híbrida. En la Argentina, ¿el empoderamiento del artista es una opción o la única alternativa?

J. P. F.: -Siempre tuve la idea de que la independencia tiene un empoderamiento, pero también una precarización. Tenés que volverte productor, sos el responsable de las cosas. O sea: sos el dueño de la pelota. ¿Viste el caso de los superhéroes? Su principal virtud es su principal defecto. Para nosotros también. El músico independiente es la persona más dependiente que hay. Me parece que hay que recuperar la idea de compartir los riesgos. Hay un riesgo artístico, uno de producción y otro organizativo. Muchas veces el músico asume riesgos a los que no puede responder. Por eso aprovechamos todo lo que podemos como los subsidios, los préstamos, las cosas que el Estado da, y los shows en las distintas secretarías de Cultura de los municipios o gobiernos provinciales. Pero nos cuesta asumir el rol de la producción. Es muy difícil. Otros artistas como los cineastas tienen más gimnasia en esto. Tenemos mucho para aprender, si es que queremos aprender. Cuando éramos chicos, decíamos que los Redondos no daban notas y que los otros eran más comerciales. Me parece que hay unos mecanismos de legitimación que no existen más, y que lo único que te hace independiente es producir obra todo el tiempo. Empezás a entender que la producción de una estética propia es lo que te empodera.

-En el top 10 de Spotify en Argentina ya no hay artistas de rock, lo que últimamente se plantea como un problema. ¿Lo es para ustedes?

N. D.: -Ponerse a analizar las coyunturas es traicionero. Todo el tiempo se va cambiando, aparecen cosas nuevas. Nada del todo es viejo, nada del todo es nuevo. A fin de cuentas es música. Esto nos lleva al tema de la autogestión. Si uno tiene su pyme, y se debe encargar de todos los factores, incluidas las estadísticas en Spotify, no es saludable para nosotros. Y menos para el rock, porque tenés que adecuar tu creación. El arte no es eso. Eso y la industria son cosas diferentes, Si el rock es demodé, se acomodó o volverá, no lo sé. Lo importante es ir a una instancia de creatividad honesta. La independencia necesita apoyo porque la industria ya lo tiene. La música independiente necesita de otro tipo de contexto de contención. La industria es dueña de los artistas que están impulsados en esas listas. Juan Pablo hablaba de que los cineastas tienen gimnasia. Y es que el INCAA se lleva el veintipico por ciento de las asignaciones directas, y el INAMU el 2 por ciento.

-Por más que la música urbana pareciera haber copado todos los espacios de la música, el recital de Guns ‘n Roses en River o el de La Renga en Maldonado dan fe de que los chicos todavía quieren rock. ¿O serán más bien los adultos?

 

J. P. F.: -Me parece que los adultos. Eso tiene para nosotros un valor identitario o de actitud. Nos hace falta, y lo buscamos. Es lo que uno busca cuando va al recital. Por eso me gustan los chicos que compiten en las batallas de rap. Eso me recuerda a mi época de chico. Preferíamos ir al recital que al boliche. Esa era la salida. Sigue siendo noticia que un artista saque un disco, la gente sigue necesitando la música. Te enseña a entender el momento que te toca vivir, el lugar en el que estás. La música no se va a perder, mutará. Y la industria con ella. Unos se anticiparán, otros se acomodarán. En definitiva, necesitamos eso que nos ayude a tararear o a entender lo que nos pasa en la cabeza. Y que le dé a lo que hacemos una forma parecida a la trascendencia. Algo que nos ponga en otro lugar, que nos saque de lo cotidiano, de la lista de lo que debemos, de las cosas que tenemos que hacer. De ilusiones, frustraciones, desengaños amorosos, tristezas y ansiedad. Sobre todo ansiedad. 

* Las entradas se encuentran disponibles en Alternativa Teatral.