En una de sus primeras sesiones del tratamiento, una vez un paciente, con cierto aire socarrón, abandonó la posición de recostado, se sentó en el diván, me encaró y dijo:
--No quiero perder el tiempo ni dinero hablando del pasado, para mí el
pasado-pisado, ya pasó.
Y agregó:
--¿O acaso el psicoanálisis inventó el viaje en el túnel tiempo?
Yo me sorprendí, y me surgió contestar:
--Y... algo de túnel del tiempo sí...
Me miró pensando que yo también estaba contestándole con el mismo tono sarcástico, a modo de espejo burlón.
Ante su sorpresa (y la mía) le agregué:
--Cuando usted era chico, "festejaban" el día de la raza. Como dijo Galeano, "esa mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo". Recordemos esas deplorables obritas de teatro que en que nos hacían actuar en la primaria ensalzando el "Descubrimiento de América". ¡Pero sus hijos no! Ellos van a conmemorar el 12 de octubre como el "Día del Respeto a la Diversidad". Fijese, se acabó el fachistoide enfoque ese de las razas.
Esto no acaba aquí; con suerte, sus nietos vean el 12 de octubre con otro título más afín al inicio del genocidio más grande de la historia. Y ahora digame: ¿Cambió el pasado? O mejor dicho: ¿Cambió la mirada que tenemos de ese pasado? No se olvide que según usted mire, o mejor dicho tenga pautado, su pasado tendrá consecuencias a flor de piel, es decir, ahora, en su vida cotidiana.
Yo estaba un poco locuaz, recuerdo que no paré ahí, sino que estaba convocado:
--Si usted me pregunta por Colón, las tres carabelas o el Puerto de Palos, yo entonces le respondería: "...sí, eso no cambia para nada, pero ¡todo lo demás sí que cambió!"
Es que rearmar el pasado (gracias Alejandra Pizarnik) es reparar heridas, enfrentar desgarraduras. Me encontré pensando con cierta pena en que, con todas mis respuestas, esa sería la última sesión. Pero bueno, se había metido con el psicoanálisis y con el túnel del tiempo, mi serie favorita en la adolescencia, y era mucho...
Me miró y me dijo:
--Acabo de entender una frase con que machacaba mi hermano, me resultaba banal y también me irritaba escucharla, era algo así como que "el lobo siempre va a ser el malo si solamente escuchamos el relato de Caperucita". Me imagino que algo de eso me quiso decir usted.
Se volvió a recostar en el diván y yo, que estaba un poco embalado con mi reivindicación de la serie de TV, le agregué ahora, a modo de protesta, por la mención que hizo al psicoanálisis:
--Hay un prejuicio con la terapia muy común: se machaca nuestro interés en el pasado y esto no es así, solo nos interesa ese pasado que se hace presente como repetición, instalando el relato de Caperucita como única verdad...
Mi aporte al 12 de octubre, al "Día de la Diversidad".
Entiendo como "diversidad" también la libertad de encarar múltiples relatos versus el "Único Relato" con mayúsculas, congelado y única verdad, administrada obviamente por los que tienen "línea directa" con los autores.
Son los escribas de Caperucita, con el ADN del fascismo en lo social y subjetividades congeladas de tantos síntomas que se ven en el consultorio.
Natan Sonis es psicoanalista.