Aunque es imposible precisarlo en cifras, muy probablemente hayan sido millones las personas que han visto al menos una vez en su vida el puente de hierro rojo a la altura del kilómetro 250 de la ruta provincial 11. Una postal inevitable para todo aquel que encara desde hace cien años hacia la costa argentina desde los poblados más importantes del país (el área AMBA, Rosario y también Córdoba). Salvo Mar del Plata, al que se llega por la ruta 2, los demás destinos principales de las playas bonaerenses (Pinamar, Gesell y el propio Partido de La Costa) obligan a pasar de costado esa cobriza construcción centenaria que luce espectral pero imponente sobre el artificial Canal 1, a espaldas de Villa Roch, una de las tres localidades del Partido de Tordillo.

Después de las terribles inundaciones que sufrió en 1890 lo que hoy sería el interior de la provincia de Buenos Aires, se pensó a partir del 1900 un plan de obras y desagües que evitaran ese escenario. Así, de 1902 hasta 1910 se construyeron veinte canales bautizados con un número en torno al Río Ajó, más conocido como Ría de Ajó en su zona, alrededor del Partido de General Lavalle. Eso, naturalmente, obligó a emplazar varios puentes. La estructura del puente rojo fue traída completa desde Europa, desarmada en el puerto de Buenos Aires y vuelta a armar en Villa Roch.

Aunque la construcción fue iniciada en 1910, fue inaugurado recién tres años después. Su primera utilidad fue la de elevar las vías del reciente Ferrocarril Sub (hoy Roca) por encima del canal 1. Participaron de la obra varios ingenieros de Alemania, Inglaterra e Italia, además de centenares de obreros. Fue necesario importar toneladas de hierro y disponer de maquinaria avanzada para la época.

Con el tiempo, la desviación de las vías de ese tren que unía Constitución con Mar del Plata hicieron que el puente sea reutilizado para formar parte de la primera traza vehicular de la ruta 11, aún cuando todavía no habían aparecido todos los pueblos costeros inmediatamente después de la Bahía de Samborombón, límite natural entre el Río de la Plata y el Mar Argentino.

Hacia la década de los 90s, la ruta 11 es sometida a una corrección que, entre otras cosas, obliga a crear un nuevo acueducto por encima del canal 1. Fue cuando se rectificó el camino entre las rotondas de Esquina de Crotto y la de General Conesa, 25 kilómetros de autovía que sirven como empalme entre la ruta 63 (desvío desde la 2 vía Dolores) y los destinos balnearios entre San Clemente y Mar Azul, una franja que ocupa 125 kilómetros de largo.

A partir de entonces, el Puente de Rojo o Puente de Hierro (tiene varias denominaciones, ninguna de carácter oficial) quedó inutilizado.

Sin embargo, a lo largo de las cuatro décadas siguientes nunca se contempló demolerlo. Tan solo quedó inanimado. Aunque vigente como atractivo pintoresco entre Esquina de Crotto y General Conesa, a pocos kilómetros de la rotonda que bifurca dos caminos posibles hacia la playa: por un lado, la continuidad de la ruta 11 hacia el Partido de la Costa vía General Lavalle, y por el otro la 56 como senda para recortar desde Madariaga las distancias rumbo a Pinamar y Villa Gesell.

El puente pertenece a la pequeñísima localidad de Villa Roch, dentro de Tordillo, que con dos mil habitantes es el menos poblado de los 135 partidos de la provincia de Buenos Aires. Su nombre lo debe a un caballo que, según cuenta la leyenda, fue imposible de domar (historia similar a la del Gateado, potro brioso que bautizó al médano más alto de Villa Gesell).

Existe una manera de acercarse a observarlo a partir de un camino de tosca que sale del pavimento de la ruta 11 (a esa altura, autovía), en la mano que conduce al sur, hacia la costa. Desde el 2015, cuando el Concejo Deliberante del Partido de Tordillo lo declaró bien cultural y de interés patrimonial, quedó protegido de futuras ideas de demolición. Permanece entonces como un documento del pasado, la institucionalización de una provincia que cien años atrás buscaba imponer la presencia del Estado con obras visibles, modelo que luego se continuó más hacia adentro con la arquitectura bajo la obra y firma del italiano Francisco Salamone.

A pesar de que un cartel indica en mayúsculas “No avanzar, puente clausurado” (también dice “Peligro”, aunque sus letras lucen descoloridas), es transitado de manera recreativa por quienes quieren ver de qué se trata, e incluso por gauchos a caballo que buscan cruzar el canal. Está clausurado al tránsito vehicular por cuestiones de seguridad, aunque nadie impide recorrerlo a pie. Debajo de él, sobre las orillas del canal 1, suelen verse pescadores de la zona con sus caballos alrededor, pastando o tomando agua, como si el tiempo se hubiese detenido a metros del frenesí de la ruta 11.´