Ruido 6 puntos
México/Argentina, 2022.
Dirección: Natalia Beristáin.
Guión: Alo Valenzuela, Diego Enrique Osorno y Natalia Beristáin.
Duración: 104 minutos.
Intérpretes: Julieta Egurrola, Teresa Ruiz, Adrián Vázquez, Arturo Beristáin, Pedro de Tavira, Mariana Giménez.
Estreno: en salas exclusivamente.
Sin llegar a ser un híbrido ni a entrar de lleno en territorio documental, en Ruido la mexicana Natalia Beristáin construye una ficción atravesada por lo real, al punto de incluir en el reparto a personas que se interpretan a sí mismas. De ese modo aborda un tema urgente de la agenda mexicana, como es la desaparición de personas, en especial las mujeres. Un fenómeno atroz que, según afirma un texto al final de la proyección, comenzó con la llamada “guerra contra las drogas” y que ya se cobró más de 90 mil víctimas, cuyas ausencias son un desgarro irreparable en el tejido social de aquel país. Aquí es Julia, una mujer que ha pasado los 60, la que se empeña con tenacidad en dar con el paradero de su hija Gertrudis, quien ya lleva nueve meses sin aparecer.
A pesar de su omnipresencia, el asunto de la desaparición forzada de personas no asoma tan seguido en la filmografía mexicana, llena de directores varones y oscarizados. Es cierto que, metáforas mediante, la violencia social suele tener un lugar destacado en algunas obras de otros cineastas, como Carlos Reygadas o Amat Escalante. Pero son las mujeres las que, así en las calles como en el cine, se encargan de mantenerlo visible. Hace unos meses atrás se estrenó en la Sala Lugones Manto de gemas, película de la debutante Natalia López Gallardo con más de un punto de contacto con este cuarto trabajo de Beristáin. Por un lado está la decisión de colocar al tema en el núcleo del relato, para hacer que desde el centro derrame su inmundicia sobre todos sus personajes. Que en ambos casos, además, son mujeres de forma casi excluyente.
Beristáin convierte a lo femenino en la medida de todas las cosas en el universo de Ruido. Que la historia empiece cuando la madre lleva nueve meses buscando a su hija es un indicador clarísimo de esa decisión. Dicho lapso, indisolublemente asociado a la maternidad, puede tomarse como el período en el que Julia incuba la esperanza de hallar a Gertrudis con vida, como si se tratara de un segundo parto. Pero también puede ser el período de gestación de ese duelo que la mujer se niega a aceptar, a pesar de las evidencias claras que señalan por todos lados la presencia de la muerte.
La inclusión de un grupo de mujeres pertenecientes a distintas organizaciones dedicadas a buscar a sus familiares desaparecidos como personajes dentro de la ficción puede ser vista como una decisión política. Sus figuras, proyectadas en pantalla gigante, amplifican sus reclamos y su labor. Pero ese insert claramente discursivo también provoca que el drama pierda algo de la tensión que Beristáin construye a partir de un eficaz trabajo visual y sonoro, con el cual consigue transmitir el aturdimiento que provoca la pérdida de lo que más se ama. Algunos juegos de distorsión fotográfica a partir del uso de lentes deformantes, similares a los ya vistos en películas de Reygadas, completan el registro pesadillesco.