La economía argentina desde el crédito de la Baring Brother en tiempos de Rivadavia hasta el presente estuvo signada por la problemática de la deuda externa. Las abultadas deudas, con su carga de amortizaciones e intereses en divisas, fueron moldeando la economía nacional no en función de satisfacer las necesidades de la población, sino en obtener préstamos, refinanciaciones o saldos comerciales superavitarios que permitieran su pago. Los acreedores externos se tornaron así en un factor de poder interno que condicionaron gobiernos imponiendo políticas funcionales a sus intereses. Florecieron de su mano los tecnócratas de las finanzas, que ocuparon los puestos principales en la administración de la economía nacional.
Pocos gobiernos escaparon a esa “pesada herencia”. En el último siglo, sólo Aramburu y Macri tuvieron el privilegio de asumir el gobierno con una Argentina prácticamente desendeudada. Ese privilegio no fue usado para consolidar el camino la soberanía que resolviera las urgencias sociales de la población. Aramburu incorporó al país al FMI, organismo internacional que el presidente Perón había calificado como un “engendro putativo del imperialismo”. Macri pagó las extorsivas demandas de los fondos buitre para abrir los mercados internacionales y comenzar una vertiginosa colocación de bonos públicos en el exterior.
La política de endeudamiento de Mauricio Macri alcanzó unos de sus hitos en la reciente colocación de un bono a 100 años, calificado como “la locura más grande” del mundo financiero entre los seguidores del Financial Times. Los 2477 millones de dólares obtenidos a cambio de títulos por valor nominal de 2750 millones a una tasa del 7,125 por ciento anual, implicaron un costo de financiamiento real del 7,9 por ciento. La señal lanzada al mercado financiero fue que Argentina no esperaba un descenso de sus tasas de financiamiento en, por lo menos, un siglo. “A confesión de parte, relevo de pruebas” sentenció la calificado Morgan Stanley que negó la categoría de mercado emergente horas más tarde, dando la señal de largada para la actual corrida cambiaria.
El ministro Nicolás Dujovne intentó liberar de culpas a su colega de Finanzas por la mala señal al mercado que provocó la colocación. Apeló a la posibilidad de colocar bonos a corto plazo si bajan las tasas y utilizar la opción de rescate incluida en el prospecto de los bonos. La misma estimula un “monto compensatorio” que el especialista financiero del CESO, Estanislao Malic, calculó en 226 por ciento el valor nominal del bono, si se ejerciera hoy la opción de recompra. Es decir, tendría que pagar 6216 millones dólares, 2,5 veces la cantidad de dólares obtenidas por el crédito.
Ese monto vuelve la cláusula de recompra inaplicable y desnuda el falaz intento de Dujovne de tapar la mala señal emitida a los mercados financieros. De esa manera, unas cinco generaciones de argentinos pagarán “el bono del siglo”, recordando la pesada herencia dejada por el presidente Macri y su “mejor equipo económico de los últimos 50 años”.
@AndresAsiain