La buena performance electoral de Jair Mesías Bolsonaro muestra, una vez más, que la polarización es una característica del proceso político latinoamericano contemporáneo en el contexto del neoliberalismo tardío. En el caso de Brasil, los dos candidatos que representaban proyectos de poder antagónicos sumaron más del 90 por ciento de los votos, reduciendo a los demás partidos a la función de comparsas.

Este fenómeno de achicamiento del "centro" se repite en toda América Latina. Las terceras fuerzas no despegan, ni siquiera en países donde existe un presidencialismo débil como en Perú o un sistema de partidos en crisis, como en Colombia. Argentina no es ajena a este fenómeno. Eso lo entendió la derecha, que puja entre sí para monopolizar una imagen de intransigencia ante las reivindicaciones de los sectores populares. 

No parece, sin embargo, que el Gobierno argentino haya captado este escenario. El "extremo centro" no es una propuesta política viable en el contexto actual. La actual administración estableció como prioridad ordenar el escenario de deuda externa que dejó el macrismo, pero no se puso un énfasis similar en la recomposición de la capacidad adquisitiva de la población y, menos aún, en la reconstrucción de la soberanía del Estado, sin la cual no se puede aspirar a transformación alguna. 

El desplazamiento a un segundo plano de estas dos variables –capacidades estatales y reconfiguración de la matriz distributiva- no sólo limitan la capacidad de intervención del Gobierno ante los poderes fácticos, sino que debilitan la continuidad en el tiempo del proyecto popular, arriesgando un retorno de la derecha, ahora radicalizada en el contexto de polarización extrema.

Crecimiento sin distribución

A buena parte del electorado no le sería fácil puntualizar los logros del actual gobierno del FdT en lo relacionado con su vida cotidiana. La aceleración de la inflación en alimentos no sólo repercute sobre todos los precios de la economía y golpea a los más pobres, sino que, desorganiza fuertemente la vida cotidiana y crea un malestar que trasciende su impacto concreto en el poder adquisitivo. 

Así, la inflación sostenida opaca los innegables éxitos que ha tenido la gestión de Sergio Massa en tanto recomposición de reservas como en el crecimiento sostenido de la actividad económica que, en virtud del ajuste pactado con el FMI, comienza a desacelerarse.

Mientras el gobierno mejora la relación con el FMI o con los productores de soja, acoplándose en ambos casos a las exigencias de estos actores, la dinámica inflacionaria enmarca el debate político traspasando, incluso, las fronteras nacionales para repercutir, por ejemplo, en el debate electoral brasileño, donde ambos candidatos se desmarcaron de las decisiones argentinas en materia macroeconómica.

Según demuestra un informe de CEPA, desde 2015 hasta ahora las principales firmas industriales del país tuvieron una rentabilidad extraordinaria, al tiempo que la participación de los trabajadores en el ingreso nacional cayó entre 2016 y 2022 del 54,2 al 46,9 por ciento. En paralelo, se viene produciendo un ajuste del gasto público, presionado por la necesidad de acumular dólares para cumplir con lo acordado con el FMI. 

Sin embargo, un grupo de empresas accedieron a dólares baratos. Energéticas, bancos, constructoras, alimenticias y firmas del sector de la comunicación adquirieron nada menos que 23.710 millones de dólares para pagar deudas contraídas durante el gobierno de JxC que, presumiblemente, fueron a engrosar las guaridas fiscales.

En estas condiciones, el descenso de la tasa de desempleo no redundó en recomposición del salario. Medido en dólares, que es la moneda de referencia de los empresarios para calcular costos, el salario se desplomó casi a la mitad respecto de 2015. En otras palabras, han sido los trabajadores, donde está la mayoría de los votantes del FdT, quienes están pagando el mega endeudamiento macrista sin que el gobierno de Alberto Fernández haya sido capaz de revertir esta situación. Ese marco permite avizorar una importante conflictividad social y una tensa negociación de paritarias, como ya pasó con el sindicato de empleados del neumático (Sutna).

Soberanía

El Gobierno heredó poderosos condicionamientos macroeconómicos. Sin embargo, la postura exageradamente institucionalista del Presidente y su renuencia a movilizar su base de apoyo en un contexto donde la oposición juega con las cartas marcadas no han permitido revertir la situación.

Como bien señala Ricardo Aronskind, la pérdida de soberanía del Estado argentino es un proceso que comienza con la dictadura de 1976. No es menor recordar que también en ese régimen comienza el problema del bimonetarismo. Esa merma de soberanía se mantiene hasta la actualidad, con el interludio de los gobiernos kirchneristas. Y en esa carencia de soberanía radica muchos de los fracasos del gobierno, incluyendo el control de la inflación.

La decisión de Alberto Fernández de no confrontar llega a extremos de abandonar leyes que la bancada del FdT considera útiles de cara a la campaña del año próximo. Es el caso del proyecto de suspender las primarias obligatorias (PASO) que, por otra parte, tiene el respaldo de varios gobernadores e intendentes, incluyendo algunos de la oposición. Cuando más se radicaliza la derecha hasta el extremo de negarse a condenar el atentado contra la vicepresidenta o intimidar a padres y estudiantes movilizados con la policía del Ciudad de Buenos Aires, más cede la iniciativa el Poder Ejecutivo.

Extremo centro

No confrontar se va volviendo el gesto distintivo del Gobierno, a riesgo incluso de perder el control de variables económicas, como la inflación. Así, a pesar de reconocer las ganancias extraordinarias de los formadores de precios, el ministro de Economía atribuye el descontrol inflacionario al “desorden cambiario” y “el impulso monetario de origen fiscal”. De esta forma se profundiza un movimiento hacia el "extremo centro".

En estas condiciones, las patronales han redoblado la intransigencia frente a la discusión salarial, como en el caso de los neumáticos, un sector que ha tenido ganancias exorbitantes, o ante los intentos de llegar a acuerdos de precios. 

El propio viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein reconoció que “hay algo que sí está adelantado a nivel macro, lo que llamamos un residuo, que son los márgenes brutos empresariales, que han quedado altos en general. Hay que buscar la manera de ser eficiente y que los márgenes generales de las empresas vuelvan a lo que eran hace cuatro o cinco años atrás porque se han desfasado”.

Resignándose a abandonar sus capacidades regulatorias, el Gobierno fortalece esa imagen de Estado ineficiente y caro, dando paso a la reedición de la idea de "gigante bobo", popular en los años '90. El resultado es la propagación del desencanto con la política y los políticos, enunciado en el discurso de la ultraderecha neoliberal representada por Bolsonaro, Milei, Bullrich y Macri, entre muchos otros.

2023

Aunque el desafío no es menor, es temprano para pronosticar un retorno de la derecha al gobierno, ahora radicalizada en línea con el espíritu de los tiempos. Sin embargo, para que esto no suceda, urgen cambios en la economía y en el discurso. Y, sobre todo, la demostración de una clara voluntad de poder que manifieste la intención del presidente de mantener un proyecto transformador. La liviandad con que se está manejando el tema de la inflación y la recomposición salarial lleva a dudar si existe dicha voluntad en el interior del Gobierno.

Sea o no un problema planetario el incremento de precios, la peor medida es dejar que se resuelva por sí mismo. En todo el mundo se diseñan políticas activas para enfrentarlo, desde estatizar empresas que aumentan precios, como sucede en varios países de Europa, hasta desarrollar planes integrales que buscan rebajar, ya no mantener, el precio de los alimentos, como es el caso de México. 

Es cierto que la situación de Argentina es singular por causa del mal acuerdo con el FMI, pero cumplir en silencio ese mandato limitándose a la acumulación de dólares como principal medida macroeconómica, no parece un camino políticamente sostenible. Como tampoco parece serlo el ajuste del 3,7 por ciento del gasto primario que contempla el presupuesto de 2023 según análisis de CIFRA, aunque éste sea menor que el mega ajuste de 2018-2019 que terminó en la derrota electoral del macrismo.

En resumen, el gobierno debería abandonar el giro hacia el “extremo centro” y dar mayor participación en la toma de decisiones a los actores que son competitivos para las próximas elecciones. Las elecciones brasileñas son el ejemplo de la desaparición electoral de los terceros partidos, mostrando, una vez más, la inexistencia de las "avenidas del medio".

Por otro lado, para ese espacio político ya se postuló Facundo Manes, quien pretende resucitar un imaginario proyecto radical de modernidad y transparencia. Si en política es bastante difícil ocupar un espacio ya tomado, en este caso por la fracción de la UCR que aún no se ha disuelto en el PRO, encima existe el agravante de que ese espacio no tendría perspectivas de crecimiento, según la lógica que está mostrando la acción política en la región.

En épocas de transición, y ésta es una de grandes cambios planetarios, los proyectos políticos transformadores se construyen sobre liderazgos fuertes y se sustentan en la interpelación popular y en cambios estructurales. Sobre estas bases debería comenzar el FdT la corrección del rumbo.

* Investigador y docente del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina