"El nombre de la banda me parece bello hoy en día, remite a lo inmodificable, a lo que no puede dejar de ser." Hablar de los nombres de los grupos puede ser improcedente, pero Guille Mármol se lo toma a bien. Eterna Inocencia editó recientemente el primaveral No bien abran las flores, el noveno disco de estudio dentro del camino que empezó hace 27 años. Un trabajo que conecta con la simpleza y la emocionalidad de la música, desde una cierta renovación de la ternura.
"Estamos dándonos el gusto de tocar esta música, hoy quizá con otra cadencia", aporta el cantante. "Aparecen canciones como Hojas amarillas, Despedida, No bien abran las flores o Cosas por hacer, que suenan un poco lejos del punk clásico tradicional, incluso de la vertiente melódica, y se acercan más a una banda de rock o de postpunk".
Fue larga la recorrida de los quilmeños para llegar hasta este punto. La recuperación de un espíritu cancionero más dulce no borra sus años como referentes del panorama hardcore melódico en castellano. "Conservamos un estado de inocencia importante en cómo llevamos adelante el camino. También tuvimos la intuición de que esto era lo que la banda necesitaba ahora, y nos da aire para continuar, explorar lo que ya conocemos y hacía mucho que ya no transitábamos", destaca.
El mundo de Eterna Inocencia necesariamente se completa con una ética de trabajo que hace a una filosofía de trabajo y de vida. Una de sus piedras fundamentales, la creación del sello propio Discos Del Sembrador, que llevan adelante desde 2000. Dice Mármol: "Dentro del hardcore punk, que era esa movida cultural de mediados de los noventa, funcionaba una minoría activa".
"Teníamos inquietudes sobre un montón de cosas que en estos veinte años se generalizaron. Derechos de las personas y los animales, cuestiones de alimentación, cuidado del medioambiente… todo estaba dentro de las guerras del hardcore punk en ese momento. Ahora es mucho más fácil e inmediato, nosotros tenemos el training de hacerlo desde los tiempos analógicos", expresa el cantante y letrista, miembro original del quinteto junto con el guitarrista Roy Ota.
Eterna Inocencia va a poder mostrar mucho de esto y otro tanto de su vasto catálogo mañana desde las 20 en el Auditorio Oeste (Av. Rivadavia 17.230, Haedo), con la joven Kill Flora como banda invitada, a quienes Guille conoce de su trabajo como director de colegio. "Es una banda de rock increíble, vienen tocando un montón en la escena indie. Una de las integrantes está terminando la secundaria ahora, otra es ex alumna."
--¿Qué te sugiere ese trabajo cotidiano con los pibes, desde tu mirada como músico?
--Dicen que están en cualquiera, o que todo es trap. Pero no, suceden otras cosas, hay que estar atento, ver cómo piensan, cómo expresan sus deseos y demandas. Hay un montón de cosas positivas que se están dando, al menos entre aquellos con los que convivo. Si me preguntan si hay esperanza, digo que sí, de una. Hay cosas que los docentes somos dichosos de ver. También existen desafíos, no todo es color de rosa.
--A diferencia de lo que les pasó a ustedes, para ellos el rock es tan sólo una opción…
--Hoy el rock convive con muchos otros estilos. Están surgiendo cosas que evidentemente a los jóvenes les resultan interesantes. No estoy del todo sumergido, pero observo una cierta fusión. Muchos chicos que son verdaderas revelaciones del trap incorporan instrumentos a sus presentaciones. Veo una síntesis de rock con estas expresiones que nos sucedieron en términos de franja etaria, que de alguna manera están reclamando la potencia que puede dar el rock. Me parece muy saludable.
--Canciones como Cuando salgo a tocar remiten a sus primeros tiempos de conexión con la música. ¿De dónde nace esa recuperación?
--En el disco hay algo de búsqueda del origen. Cuando Roy y yo empezamos a tocar, tuvimos una banda que trataba de emular lo que escuchábamos entonces, que en realidad era lo que escuchaban nuestros hermanos mayores: The Cure, Joy Division, New Order, The Smiths, Morrissey. Eso circulaba en cintas de casete, y escuchábamos hablar de lugares como Cemento. Éramos chicos, no estábamos muy conectados con la masividad. Quizás empezamos a generar nuestra propia historia cuando nos tiramos de lleno al punk de la costa oeste de Estados Unidos: Bad Religion, NOFX, Propagandhi, y todo lo que implicaba el mensaje positivo de ese estilo de música. Eterna fue producto de esa ebullición.