Los coloquios de IDEA saben ser una variante del día de la marmota mezclado con la famosa frase de “El gatopardo”. Cambian algunos detalles para que todo siga igual: repiten recetas, con retoques minimalistas. El empresariado y su rama gerencial son inmunes a la experiencia, pródigos para el autoelogio, perezosos para la escucha. El título de cónclave “Ceder para crecer” le hace un guiño a la etapa, signada por el dolor de la pandemia y las secuelas incontenibles de la guerra en Ucrania. La desigualdad creció en estos años, mucho. De eso no se habla.
Durante la presidencia de Néstor Kirchner (que ahora ensalzan a regañadientes) vociferaban porque los salarios “altos medidos en dólares” conspiraban contra la competitividad. Medidos con esa vara (o con otras, ay) ahora son irrisorios. Protestan igual aduciendo que la presión impositiva no los deja prosperar. Reclaman certezas, calidad institucional, que “la política” dé ejemplos. La hipótesis de cumplir las leyes no los atrae. En los relatos fabulados de la derecha la informalidad es un flagelo bíblico o una culpa del Estado; jamás consecuencia de los incumplimientos patronales. Y sin embargo… Los sectores más dinámicos, “el campo” para empezar, siempre llegan al podio de los negreadores. Evasión record, fuga de divisas sin parangón en el mundo. Los mayores narcisistas, paradoja solo aparente, nunca se miran en el espejo.
Un referente arquetípico de la clase dominante, Cristiano Rattazzi, acuñó una frase formidable en IDEA años atrás, durante la presidencia de Mauricio Macri. Para crecer no se deben cumplir las leyes, predicó. O mejor dicho solo se debe honrar una norma: no pagar sueldos a los trabajadores que hicieron huelga. “Si hay una sola norma, se cumple siempre”. Amén. Rattazzi corporiza un target de empresarios, el de los herederos que reciben patrimonios fastuosos de sus ancestros. Con frecuencia los administran mediocremente o mal aunque viven de rechupete. Ciertos referentes se asilan en Uruguay para zafar del acoso fiscal.
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Distintos tonos de amarillo: Se alega pluralismo mas la tenida se pinta monocromática. El amarillo cambiemita prevalece en la paleta. La hospitalidad se expande: el diputado Javier Milei es acogido. Se lo dispensa de preguntas sobre el tráfico de órganos. Milei corresponde gentilezas, esclarece: los empresarios no integran "la casta". Ajá.
Precandidatos a presidente cambiemitas se pegan una vuelta, ostentan en las pasarelas, cenan con los anfitriones, están confortables.
Los técnicos de fútbol cuyos equipos se van al descenso o no entran en las Copas atraviesan trances difíciles: tienen que bajar las pretensiones. Los exministros o funcionarios económicos macristas moran en otra galaxia: los CV con catástrofes los ranquean fenómeno para volver. Carlos Melconian se propone para ministro de Economía en 2023. Hernán Lacunza no acepta ser menos: por usar su palabra-emblema se reperfila para el mismo cargo.
Las invectivas más habituales atañen a “la política”, los aborrecidos “costos laborales”. Las paparruchadas sobre “la industria del juicio” siempre integran el menú. Nadie comenta la desprotección de los trabajadores afectados por la covid 19, novedad infausta de esta década. Las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo (ART) concebidas como rebusque para fortalecer el mercado financiero, escapan al radar corporativo.
Años ha, en la dorada gestión de Macri, algún audaz invitó a exponer a Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita, sociólogo de nivel, conocedor del Conurbano y la pobreza. Los circunstantes despotricaban contra la pereza de los planeros. Zarazaga los refutó desde el estrado. La gente quiere trabajar y recibir algo a cambio los asombró. Agregó una clase de economía práctica. "el valor de una cartera Louis Vuitton equivale a 300 meses de planes sociales; una corbata Hermes, para no hacer distinción de género, unos 200 meses". Asistentes y asistentas (muy pocas en otro ámbito machirulo) pispearon sus corbatas, aferraron las carteras y mayormente se ofendieron. Las crónicas de diarios de negocios recogieron protestas de Guillermo Dietrich (padre del ministro homónimo de Macri) "nosotros ponemos mucho dinero para tratar de reducir la pobreza con los impuestos que pagamos y no me gustó cómo nos trató este sacerdote”. Se presentó una nota de protesta. En un reportaje publicado en Página/12 Zarazaga narró el malhumor reinante aunque destacó que un empresario con mejor onda le hizo llegar una corbata Hermes de regalo.
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Elusores y evasores, uníos: Hacer memoria, repasar el archivo tiene encanto. Federico Braun -- el capo de La Anónima que tomó en solfa el hábito de remarcar todos los días para enfrentar la inflación—embistió en IDEA años ha contra la evasión impositiva que, arguyó, produce pérdidas hasta para las filiales argentinas de los grandes hipermercados mundiales. Denunció a los negocios que, tras cavilar, designó “orientales”. Para buscar precisión o para impedir que se ofendieran los uruguayos, la moderadora lo corrigió con delicada firmeza: “chinos”. Así es, concedió el prócer Braun. Y agregó una historia. Una vez, en un paraje que no especificó, fue robado un camión con productos de marca propia de su cadena. Días después un gerente de La Anónima vio productos de esa marca en un super chino. Donald Trump o Joe Biden se quedan cortos, el peligro chino asalta por todas partes.
El Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) desnudó la magnitud de la evasión fiscal. Una simple recorrida de inspectores de la AFIP por llamativos restaurantes porteños lo certifica. La clase dominante jamás indaga acerca de las carencias propias. Nadie chimenta que los tribunales en lo Penal Económico están colonizados por grandes estudios. Nadie repara en las escasas, filo nulas, sentencias que condenan a evasores, fugadores de divisas, vaciadores de empresas, quebrados fraudulentos. La delincuencia de guante blanco es, quizá, la más impune en este suelo aunque la Vulgata dominante lo esconda.
El presidente de la Corte Suprema Horacio Rosatti, participó del encuentro. Rosatti era un político hábil, con calle, dotado para la ironía. Ascendió mucho, se echó a perder. Desgranó un rosario de banalidades, cosechó aplausos. Un lazo solidario lo acerca a los anfitriones: él tampoco paga impuestos. La mayoría de los jueces están blindados al efecto. Rosatti proclama que hay que atarse al mástil de la Constitución. Olvida que el artículo 16 en su último párrafo establece que “la igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”. Asevera que la Carta Magna no prevé la lucha de clases y enumera artículos que consagran la propiedad. Se saltea al 14 bis antigualla que contiene hasta la participación en las ganancias de las empresas. Garantiza a los gremios “concertar convenios colectivos de trabajo, recurrir a la conciliación, al arbitraje y el derecho de huelga”. En criollo, la lucha de clases no está regulada pero el conflicto de intereses y la puja distributiva figuran. Su Señoría lo olvida, mientras goza de intensos privilegios, vacaciones extralarge y jubilaciones por montos superiores al de casi todos los compatriotas.
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El presidente, de visitante: El presidente Alberto Fernández intervino en el encuentro. Participó en los tres que acompañan su mandato. El primero, durante el año 2020, fue virtual. Fernández habló vía Zoom y los concurrentes lo refutaban mediante chats on line, de volea. Una especie de Muro de los Lamentos con comentarios peyorativos y berretas. Fernández adujo que el capitalismo nativo se echó a perder cuando los gerentes financieros acumularon más peso interno que los gerentes productivos. Nadie recogió el guante.
En general los presidentes peronistas esquivan someterse a jugar de visitante en la Exposición Rural o en IDEA. Lo bien que hacen, opina este cronista. El fallecido Carlos Menem exceptuó la regla, desfiló por la Rural, fue ovacionado. Las razones son evidentes y explican por qué Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner y hasta Eduardo Duhalde pegaron faltazos.
Fernández se manifiesta devoto del diálogo, reincidió esta vez. Interpeló a los asistentes, retomó un tono enérgico, con ansias de debatir. Comparó las realizaciones y resultados de este gobierno con las de Macri. Subrayó su rol, quiso refutar a quienes le endilgan debilidad. El aplausómetro lo colocó por debajo de las voces macristas, de cualquier modo expuso sus posiciones. Repartió señales políticas, seguramente recibirá más réplicas internas que ajenas.
El Gobierno adeuda entre otras medidas el impuesto a las ganancias inesperadas, una iniciativa del ex ministro Martín Guzmán que se aplica ya en países del Primer Mundo. La medida se traspapela porque el nuevo plan económico trata con mano de seda al capital vernáculo. Seguramente también para evitar que se empioje el tratamiento del Presupuesto 2023 que cuenta con un consenso opositor elevado, si se compara con la media de los debates parlamentarios. Paso a paso, se supone que piense el ministro de Economía Sergio Massa quien pidió a los ideitas que “cedamos todos”.
El llamado “bono soja”, un refuerzo directo de ingresos para las personas de menores recursos, comprometido por el propio Massa, también espera su turno. El tiempo pasa, los precios siguen escalando. Si la medida se extiende por tres meses, según se insinúa en torno de Massa, una mensualidad caerá después de las fiestas. Un poco tarde, si se apela al sentido común peronista.
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Proyectos añejos: Los gobernadores que expusieron en Mar del Plata reflejan realidades diferentes a la Metropolitana. Equilibrios fiscales o superávits, conocimiento de sus terruños, mensajes templados, sensatos a menudo. La Argentina es un país federal, diverso, no resumible en fórmulas sencillas.
De cualquier modo la desigualdad, la pobreza y la indigencia, la inflación exorbitante son realidades nacionales, acuciantes. El peronismo las debatirá a cielo abierto mañana mismo, en un particular 17 de octubre.
Las propuestas de la derecha política y del establishment económico podrían resumirse en la fórmula “peor de lo mismo”. Para cualquier coyuntura, ante cualquier escenario local e internacional: reforma laboral con pérdida de derechos, reforma jubilatoria ídem. Empalagado con su verba, en espacios fieles, Macri agrega reducción o cierre de empresas públicas. Achicar el Estado es agrandar a sus patrones. La opo se ve ganadora de las presidenciales y, tal vez, se embala o se sincera demasiado. Esboza un programa para el diez por ciento de la población. En una de esas se equivoca, puede pasar. En todo caso, está lanzada, revela objetivos sin maquillaje.
Claro que el Frente de Todos tiene que competir ofertando algo mejor que una descripción del adversario. Retomar la iniciativa, mejorar la distribución del ingreso, pensar medidas sociales para el mediano plazo. Le va quedando menos de un año para ponerse a la altura del desafío.