Ubicada a 260 kilómetros al norte de la capital salteña y fundada hace 60 años, Misión La Loma se encuentra, justamente, en una lomada a las afueras de la localidad de Embarcación, lugar donde alrededor de 1920 misioneros noruegos arribaron generando gran ascendencia entre sus habitantes a partir de la religión.
Si bien casi la totalidad de los vecinos de La Loma conservan las prácticas de fe fundantes de la comunidad, también supieron organizarse dentro del territorio, generando actividades conjuntas entre los pueblos Wichí, Qom (Toba) y Guaraní que la conforman, pudiendo peticionar y reclamar por sus derechos, siempre postergados.
Misioneros noruegos
Con la llegada del ferrocarril a la ciudad de Embarcación alrededor de 1910, el pueblo comenzó a tomar una dinámica de crecimiento constante a la vera y al compás del tren. Talleres, depósitos y tránsito de personas, generaron núcleos de comercios y un nuevo movimiento en el norte de provincial que hicieron crecer la ciudad.
Con la noticia de estas buenas nuevas, el misionero noruego Berger Johnsen viajará hasta la región en 1914 para adquirir terrenos en la naciente localidad, ubicada a tan solo 4 kilómetros del río Bermejo y en un lugar estratégico del comercio azucarero de la zona, con el fin de poder predicar su palabra e instalar su modo de vida "civilizatoria".
Se comenzará entonces a gestar en la zona una base de referencia y entrenamiento para misioneros nórdicos que empezarán a arribar, situación que derivará en la gestación de una misión indígena dentro de Embarcación, a raíz de la campaña evangelizadora que Johnsen realizará por diferentes regiones del Chaco salteño.
Las familias que migrarán para sumarse a la Misión serán alrededor de 30, que se organizarán en terrenos periféricos del pueblo, conteniendo en ella diferentes pueblos, cada uno con sus costumbres, formas e idiosincrasias.
Una de las personas que llegaron en aquel contingente inicial será Carmela Arias, quien hoy tiene 89 años. Desde siempre se dedicó a la cestería, oficio tradicional en la zona que aprendió "mirando a las mujeres que llegaban desde el Pilcomayo". Con voz pausada pero firme, Carmela se define como "pura wichí" y relata, "llegamos a Embarcación con mi marido desde Morillo (Coronel Juan Solá). Venía mucha gente de diferentes lugares y comenzamos a vivir 'abajo', donde era la primera Misión".
Aquel lugar que Carmela señala como “abajo”, será la primera localización de la Misión en la periferia de Embarcación. Sin embargo, con el tiempo, nuevos rumbos le esperarán a aquellos habitantes.
Nace Misión La Loma
Las normas en la Misión eran estrictas a todo nivel, enfocada en una mirada sanitarista, paternalista, religiosa y “civilizatoria” hacia la población originaria. El fuerte liderazgo de Berger Johnsen continuará firme hasta su fallecimiento en 1952.
Con la muerte de Johnsen, surgirá el noruego Per Perdersen continuando la obra misionera, situación que coincidirá con una etapa critica de la Misión. Tal como explican los autores Ceriani Cernadas y Lavazza, quienes indagaron en la historia regional, “El crecimiento demográfico y económico de la pequeña ciudad, unido al lugar estratégico de las tierras que ocupaba la ‘misión vieja’, pusieron en escena estigmatizaciones sociales largamente asentadas sobre los indígenas chaqueños. Amparados en un reclamo de la elite criolla local sobre la propiedad de las tierras en cuestión, y socialmente canalizado a través de un pánico sanitario sobre el peligro de una epidemia de tuberculosis que irradiara desde la misión evangélica, los líderes noruegos buscaron nuevas tierras para su relocalización, instalándose en una lomada de 84 ha ubicada en el límite occidental de la ciudad. Este era un lugar conocido por los aborígenes que solían buscar leña y 'campear' (cazar)”.
En primera persona Carmela Arias recuerda: "cuando llegamos (a La Loma) fuimos haciendo un ranchito para cada familia, cortábamos los postes y lo íbamos armando. El pastor era como un patrón para nosotros”.
En este sentido, el nieto de Carmela, Efraín Neuenschwander, es hoy con 28 años, referente wichí de la Misión. A partir de la escucha atenta a los abuelos, fue recuperando la memoria oral de los 60 años de La Loma. Cuenta que “los mayores nos decían que en La Loma había un portón y tres hombres que no dejaban entrar a nadie que ellos no querían, por ejemplo, a ningún político si no era del partido en que el pastor estaba. Era un lugar cerrado y muy estricto, inclusive si alguien se emborrachaba, lo dejaban afuera hasta que se le pasara… estaba todo muy controlado”.
Efraín rememora otros relatos que fue recabando: “se cuenta que los religiosos no querían que se junten con los del centro porque había cine, los chicos se iban y no estaba bien visto. El pastor era muy estricto y no quería que se mezclen. Tampoco los dejaba tener más de un perro" y alguien tenía "tenían dos o tres, se los mataba”.
Inclusive, comenta que había una señora muy recordada en la comunidad que se llamaba Dolores, quien que era maestra y hacía todo lo posible para poder trabajar en La Loma. Sin embargo, la negativa del pastor era razón suficiente para negarle la entrada y que la comunidad quedara sin la posibilidad de recibir educación.
Nuevos tiempos
Toda esta rigidez y falta de libertades fueron transformándose, aggiornándose, gracias, en gran parte, a las nuevas generaciones, que moldearon un nuevo tiempo con diferentes aristas para la comunidad. Sin ir más lejos, este fin de semana, por primera vez, se realiza una celebración conjunta entre los tres pueblos y la iglesia, pudiendo llegar a acuerdos consensuados, situación impensada en otro tiempo.
La Comunidad está integrada por wichís, tobas (qom) y guaraníes, cada pueblo tiene su presidente: la guaraní, a cargo de Ismael Chávez, quien representa a 20 familias; la qom, a cargo de Timoteo Segundo, representando a 87 familias, y la wichí, a cargo de Efraín Neuenschwander, quien representa a 200 familias.
Timoteo, de 49 años, es hijo de fundadores de la Misión y celebra que se haya podido dar esta celebración en conjunto. “Tenemos muy buen vínculo con los hermanos wichí y guaraní, es muy bueno que nos hayamos puesto de acuerdo las tres comisiones para realizar este festejo conjunto”, sostiene.
En tanto, Efraín comenta: “estoy muy emocionado porque una actividad como la que estamos haciendo ahora, solo la recuerdo cuando era niño, pero jamás se había visto a las tres comisiones juntas, con el pastor también. Es una gran emoción y al mismo tiempo una gran responsabilidad. Yo creo que va a ser la primera de muchas veces”.
Otro de los grandes hitos que se referencian como un espaldarazo para los nuevos tiempos en La Loma fue la construcción de la Escuela 4748 en 2003, representando subjetiva y objetivamente, un gran avance para la comunidad, dejando atrás el tiempo en el que los docentes no podían ejercer libremente su profesión, cercenando el derecho a la educación de miles de niños y niñas de la zona.
Y en este camino de transformación, la lucha siempre está presente, “de mis abuelos yo siempre les escuchaba la palabra lucha en su vida, y ahora que estoy en esta responsabilidad, entiendo que sí, cualquier cosa que queramos gestionar, pedir, siempre hay trabas, cuesta un poco más que a otros, por eso las cosas se ganan luchando”, afirma con orgullo Efraín.
Una de las grandes luchas del presente es por el acceso al agua, una constante que viene arrastrándose desde la época de la fundación de la misma Misión. Como ejemplo, Carmela Arias recuerda "siempre nos faltó el agua, desde que llegamos no había bidón ni nada, solo unos tarritos de aceite de 5 litros, y con eso íbamos a buscar, hacíamos todo".
Hoy la lucha continúa en manos de las nuevas generaciones, quienes peticionando por sus reclamos en unidad entre los pueblos, realizaron marchas y manifestaciones por derechos básicos incumplidos desde la misma fundación de La Loma.
Al mismo tiempo, los integrantes de la comunidad wichí lograron obtener su carpeta de relevamiento de Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, que reconoce la ocupación de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas. Esto alienta la esperanza de que se beneficie a toda la Misión, ya que podrán descomprimir la población que comienza a carecer de lugar para sus quehaceres ancestrales: "por suerte con las hectáreas del relevamineto territorial, nos vamos a ir organizando para ir hacia el monte, para poder sembrar y tener nuestros cultivos", comenta Timoteo. Segundo agrega: "nuestro sueño es salir adelante y seguir peleando por el agua, vivienda, y otras necesidades que tenemos, vamos a seguir peleando por nuestros sueños".
Este fin de semana Misión La Loma celebra sus primeros 60 años, un nacimiento apegado a la religión y al intento de aculturación que traían los misioneros nórdicos. Sin embargo, la historia fue lentamente escribiendo otro camino y hoy, La Loma, sin perder sus raíces, puede verse como un pequeño gran intento de entendimiento entre los pueblos, de compromiso conjunto y lucha compartida entre diferentes hermanos y hermanas indígenas que levantan sus banderas y pelean por sus sueños.