Tras su distinción en la categoría Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, con el Premio de la Cooperación Española, la coproducción argentino-mexicana Ruido llegó a las salas el pasado jueves (en Rosario puede verse en Hoyts y Showcase). En Ruido, la directora mexicana Natalia Beristain acompaña la historia de Julia (interpretada por Julieta Egurrola), quien tras nueve meses aún no tiene datos de su hija desaparecida. El retrato social que asoma es duro, atravesado por una violencia enquistada, de silencios cómplices, que el film de Beristain repele desde la acción amorosa de una mujer decidida.
En este sentido, habrá que destacar la tarea insigne de Julieta Egurrola, además madre de Beristain: “Mi madre es una actriz de toda la vida, de casi 50 años de experiencia; y para mí, como directora, tener la oportunidad de construir un personaje de estas características con una actriz como ella es un gozo y un honor. Si a eso se le suma que también estamos atravesadas, evidentemente, por lo personal, siento que hay un lado que, por contradictorio que suene, es el del amor familiar o sanguíneo; y es ése, justamente, el impulso de la película. Porque el impulso del viaje de la búsqueda de Julia es el amor por su hija; no es el horror, no es la violencia, es el extender lazos, y siento que eso como motor hace que también la perspectiva sea otra”, refiere la directora a Rosario/12.
-¿Cuándo entendiste que querías contar esta historia?
-Diría que desde hace una década tengo el impulso de querer entrarle a una historia de esta naturaleza, pero en su momento no me sentía ni con las herramientas ni con el conocimiento necesarios. Pero fue un impulso que no me abandonó, me siguió como marea, yendo y viniendo, hasta hacerse cada vez más presente. Probablemente influyó mi maternidad, mi hija tiene 7 años, y ello sumado a que estas historias en México han recrudecido, las cifras siguen aumentando y la violencia es cada vez más inexplicable. Hace casi 4 años empecé a juntar todas aquellas historias que había estado leyendo e investigando, ya de la mano de los coguionistas; uno de ellos es Diego Enrique Osorno, un documentalista muy importante aquí en México, que conoce bien las entrañas, como la operatividad de muchas de las cosas que se ponen en la película. Diría que a principios de 2019 y sin ninguna razón en concreto, me dije “hagamos la película”. Lo que no quiere decir que a esto que termina siendo Ruido lo tuviera clarísimo. En este sentido, hay cosas fundamentales que aparecieron durante el proceso, como el hecho de los personajes o las mujeres que de alguna manera se interpretan a sí mismas, como los grupos de búsqueda. Entendí que la película debía ser una ficción porque está construida a través de muchas historias y porque es el terreno donde me siento más cómoda, pero era también importante que se pusiera el foco, el cuadro, en la voz de las personas que viven en esa cotidianeidad, y que eso no fuera a través de la ficción. Son una pequeñísima muestra, pero para mí es representativa y es nuestra manera de acompañarlas.
-Incluir a las verdaderas protagonistas debió significarte de manera especial.
-La verdad que la curva de aprendizaje con todo el proceso de Ruido ha sido muy grande, es el proyecto más cabrón que he hecho hasta ahora y en todo sentido. Es del que me siento probablemente más orgullosa como persona y como directora. Pensar nuevas formas de narrativa es una constante en mi cabeza, nuevas formas que busquen alejarse del statu quo y del heteropatriarcado. Esta película significó esta posibilidad de realmente empezar, no sé si a obtener resultados, pero sí a hacerme preguntas que me atrevo a poner en la pantalla.
-La secuencia de represión policial es extraordinaria, por la complejidad pero también por el realismo.
-Fue el momento más complejo de toda la película, ¡y mira que tuvimos varios! Esa secuencia originalmente estaba pensada como un enorme plano secuencia, si bien falso, porque evidentemente tenía que haber cortes, ya que transitamos del interior al día, a la noche, y había que pasar por tres edificios distintos; pero al final duraba 35 minutos, lo cual resultaba ya un poco innecesario (risas). Fue rudo decidir cortarlo porque hubo un montón de trabajo; al final quedaron 12 minutos en pantalla. Lo filmamos a lo largo de una semana, en plena pandemia y con restricciones, y tampoco teníamos demasiadas extras. Fue un reto muy grande pero por otro lado es la primera vez que me puedo sentar, planear y ensayar meticulosamente, y siento que la secuencia funciona. Más allá de la puesta en escena, creo que lo hace por todo el trabajo de las mujeres que acompañan a Julia en esa manifestación. Lo que hicimos como producción fue acercarnos con todas las colectivas feministas de la ciudad y convocarlas a que fueran las mujeres de la manifestación. No hicimos el proceso normal de buscar extras, aquí había más un compromiso político. En el caso de los granaderos antimotines, esos sí no son policías, son tipos con entrenamiento físico, y a las chavas les teníamos que decir ¡tranquilas!, porque les iban a los golpes, ¡estaban tan metidas en el momento! (risas).
-De las repercusiones que vas teniendo, ¿qué es lo que más te ha gratificado?
-Para mí, la preocupación más grande, antes que entrar a no sé cuál festival o dónde íbamos a distribuir, era enseñar la película a las colectivas que participaron. Era el momento de confrontación real con el material. Fue lo primero que hicimos y creo que estaban honestamente conmovidas y agradecidas, también hablaban del trabajo de Julieta y de lo representadas que se sentían a través de ella, no sólo desde su mundo interior sino al ver expuesta la gran cantidad de violencia y omisiones a las que ellas mismas se han tenido que enfrentar por buscar a los suyos y a las suyas. Eso sucedió y fue de los momentos más lindos que recordaré en mi vida profesional y personal. Ahora estamos muy expectantes, porque Argentina es el primer país donde se estrena en salas, incluso antes que en México, y la sensación general que nos llena de alegría es entender que la película conecta y abre preguntas: ¿cómo se habita con esa violencia?, ¿cómo sobreviven y mantienen una digna lucha estas familias, estas mujeres, en pro de la justicia, de la memoria, de la verdad?