“Ha sido una historia hermosísima”, selló Marcelo Gallardo para comunicar su decisión de no continuar al frente de River y dejar un ciclo de ocho años y medio y una vitrina repleta de conquistas. Los números en frío indican que ganó 14 títulos, en los que se agrupan trofeos nacionales e internacionales, y –número más, número menos– 422 encuentros como DT del Millonario, en el que obtuvo 226 triunfos, 111 empates, 85 derrotas y un total de 789 puntos, que equivale a una efectividad del 62,3%.
Pero en esta historia que comienza en junio de 2014, no todo se cuenta a través de estadísticas. El kilometro 0 del Muñeco es el inicio de un nuevo contrato de alegrías y la construcción de un ADN al que le tatuaron un eslogan imborrable: “vivir y jugar con grandeza”. Cosechó frases antológicas que fomentaron su personalidad de líder y son las que ayudaron a muchos hinchas a mantener la calma en momentos de alta tensión y adrenalina: “Que la gente crea, porque tiene con qué creer en este equipo”. “Este triunfo nos marca para siempre”, supo decir en el triunfo ante Boca en la final de la Copa Libertadores 2018
Gallardo llegó a River en plena transición de altos mandos del club y tras la inminente salida de Ramón Díaz, técnico insignia de la institución y hasta ese momento el más ganador. El Muñeco venía de dos años sabáticos y una única experiencia como entrenador al frente de Nacional de Uruguay, en la que fogueó sus primeras armas tácticas y se consolidó en los corazones de los hinchas del Bolso con la conquista de un campeonato.
El hombre clave, el que hizo el llamado en el momento justo, para que se concrete el arribo del Muñeco al Millonario fue Enzo Francescoli. Gallardo ya tenía todo arreglado con Newell´s. Aquella reunión en el hotel Howard Johnson de San Pedro –como relata Diego Borinsky en su libro Gallardo Monumental– entre Sebastián Cejas, en ese momento manager de la institución rosarina, el propio Gallardo, Matías Biscay, Hernán Bujan, Juan Luis Berros y Jorge Ricobelli, entonces vicepresidente de la Lepra, sentenciaba como un hecho que el Muñeco se iba a instalar en Rosario.
Pero sonó el teléfono y del otro lado apareció la voz de Enzo y la tentadora propuesta de dirigir a River. Para muchos, diario del lunes a cuesta, fue como una segunda chilena del uruguayo, pero esta vez no ante Polonia sino ante la historia. Esa acción torció la brújula del club y la reputación de un entrenador que terminó equiparado a la figura de Ángel Labruna, al que hoy le están por estrenar una estatua y al unísono, desde hace prácticamente 2920 días lo reciben al grito de “Muñeco, Muñeco, Muñeco”.
“Es una adrenalina difícil de explicar. Lo que tu equipo logra exponer después de haber trabajado en algo que vos creías que podía llegar a pasar en el partido, esas son las sensaciones más reconfortantes. Hay una adrenalina única de estar todo el día imaginando qué puede ocurrir y eso es lo que te tiene realmente al palo. Me resulta muy difícil tomar un café con un amigo que no esté relacionado al fútbol, tengo que concentrarme demasiado para llevar la charla adelante, porque enseguida me voy al fútbol, y tampoco me gusta no prestarle atención a lo que me está diciendo. Entonces cada vez el núcleo se cierra más, y cada vez me cuesta más a mí poder salir de esa adrenalina de mi trabajo”, le decía Gallardo a Borinsky para su libro ante una afirmación de Pep Guardiola que decía que “ser técnico es fascinante, una sensación de excitación continua”.
El Muñeco se formó para tomar este desafío, el mayor de su vida. Asistió a entrenamientos de clubes europeos, charló con Mascherano, el Mono Burgos, le pidió algunas sugerencias a Manuel Pellegrini cuando fue entrenador del Manchester City y hasta intercambió algunas palabras con Marcelo Bielsa, quien se explayó en un mail, en el libro de Borinsky, y distinguió los comienzos de Gallardo como entrenador. “Creo que el recurso que lo distingue y lo convierte en un gran entrenador es la forma en cómo valora desde afuera lo que sucede dentro del campo. Las decisiones que toma, antes o durante el partido, hacen que yo piense de ese modo. Sabe elegir pero también rectificar”.
Su metodología de trabajo, sus obsesiones y la consecuencia de sus logros, han configurado la construcción de un entrenador que se expuso ante los ojos del mundo. Varias veces nominado a los premios The Best FIFA por su labor como director técnico y siempre presente en los puestos de vanguardia del ranking elaborado por Football World Ranking.
Alcanzó los avales internacionales tras los elogios de Guardiola, considerado el mejor “entrenador del mundo”. "Su forma de jugar en diamante, con dos puntas... Me gusta y admiro su consistencia en el tiempo. Uno puede ganar un día, dos, pero estar en una liga como la Libertadores que es tan complicada, estar tanto tiempo ahí... Le venden jugadores y sigue estando ahí. Se recicla y sigue", reconoció el actual DT del Manchester City, quien terminó de marcar un dato clave en sus loas: “El hecho de estar tan tiempo, es porque algo hay".
Eso que supo indicar el entrenador de los Citizens, forma parte de otra marca histórica de Gallardo. Perdurar tanto tiempo en un club del fútbol argentino, frente a la tendencia de estadías fugaces en la mayoría de los entrenadores, es parte de su vanguardia. Impuso un proyecto de largo alcance y sin querer, o tal vez adrede, su pedagogía deja una enseñanza: el tiempo, además de los resultados, es un eslabón importante para alcanzar los objetivos.
Facundo Sava, actual técnico de Patronato, hace unas semanas, después de dejar afuera a River de la Copa Argentina, no pudo ocultar su admiración por el DT del Millonario y también destacó el factor tiempo. “Soy admirador de Gallardo por todo lo que hace. Le dije a él que todo lo que hace dentro de una cancha es bueno, es un ejemplo para todos los argentinos y que después de ocho años siga dirigiendo aquí, debe ser un orgullo para todos los argentinos. No me explico cómo todavía no se lo llevaron al exterior”
Quizás llegó ese momento y por eso la (dura y emotiva) despedida de River. Algunos se preparan para enfrentarse al síndrome del nido vacío. Otros, quizás, se ilusionan con que suene como un “hasta luego”, pero lo cierto es que no se sabe. Lo que sí se conoce es el aporte de Gallardo al fútbol argentino y eso es lo que impuso el mayor de los respetos y el aplauso cerrado de los que disfrutan de este deporte.